Historias de personas homosexuales: EL PADRE JOHN - LA DOBLE VIDA




Domingo, 18 de enero de 2009





FICHA 4. 3




1. TEMA DE LA FICHA: LA BUSQUEDA DE LA PROPIA IDENTIDAD


2. OBJETIVOS A CONSEGUIR:

a. Conocer el proceso terapéutico desde las historias de casos
b. Contactarse con la propia historia desde experiencias de otros.


3. DOCUMENTO A TRABAJAR:

DOCUMENTO Nº. 4 HISTORIA DE CASOS DE LA TERAPIA REPARATIVA, de Joseph Nicolosi.



CAPÍTULO: 3 El padre John – Doble Vida



El Padre John era un sacerdote católico romano de 52 años que tenía una voz extremadamente rica, profunda y elegante. Era un hombre claro, quizá el hombre más claro que haya tratado jamás. Me lo podía imaginar dando un sermón atronador en su encantador acento desde el púlpito de una catedral.

Procedía de una familia irlandesa inquebrantable y poseía un sentido del humor agridulce al que apelaba a menudo para reírse de sí mismo.

Pero a pesar de todas las risas sobre los absurdos salvajes de su vida, era un hombre profundamente espiritual que se vio envuelto en una terrible batalla con lo que él llamaba su “lado oscuro”.

En su primera sesión, relató que era arrastrado compulsivamente a baños y librerías gay. En una ansiosa prisa por confesarlo todo, apenas podía sacar las palabras lo suficientemente rápido.

“Mi adicción a la pornografía funciona como un imán que me saca de la rectoría todos los fines de semana. Cada viernes por la noche cojo el coche en dirección West Hollywood y voy a mi fuente favorita”. Rió cínicamente: “El Circo de los Libros”.

“¿El qué?”, pregunté.

“Sí... Es un hito cultural gay en el bulevar de Santa Monica, y es un circo”, me informó. Es ese supermercado –si quieres- de material pornográfico para todos los gustos e inclinaciones”.

Siguió: “De todas formas, yo normalmente saco dos o tres vídeos de hombres y me los llevo a a una habitación alquilada de este pequeño motel coquetón, el exclusivo -” pronunció el nombre en un tono fingido y arrogante- “Motel Peaks Tropicana. Me llevo mi propio vídeo y me lo subo a la habitación.”. Me miró y entonces continuó de una manera algo avergonzada, “¡Me organizo para mí solito lo que llamo una fiesta-maratón de masturbación!”

Se precipitó: “A veces llamo a este servicio de compañía para que me mande un joven a mi habitación. Ya sabes, para sexo.” Me miró, aspiró profundamente y confesó: “Pero siempre me siento terriblemente culpable después”.

El Padre John siguió con una descripción incisiva de la psicología de la pornografía: “La pornografía anestesia: me entumece el dolor, me da una “situación” de excitación.”

Este sacerdote, aprendería yo, era un hombre con muchas facetas. No seguía en el camino del hombre típico del clero. Era crítico con la Iglesia Católica porque no se sentía apoyado en su lucha personal contra la conducta homosexual. También era crítico con Dios, y con frecuencia expresaba este sentimiento en nuestras sesiones.

El caso del Padre John no era simplemente uno más del escándalo de un cura que ha roto sus votos. No era simplemente un caso de un sacerdote que era “sólo un hombre, como los demás hombres”. Lo que es significativo de la lucha del Padre John en su lucha contra la homosexualidad es cómo le desafió a empujarle más allá del ciclo de frustración de pecado, culpa, arrepentimiento y más pecado para llegar a conseguir una relación íntima con Dios. Paradójicamente, fue a través de su lucha con la homosexualidad como el Padre John realmente llegó a conocer a Dios.

Durante los tres primeros meses de terapia, el Padre John parecía estar dando grandes pasos hacia adelante. De hecho había estado desempeñando el papel del buen paciente. Entonces un día vino y me dijo la verdad: “No he sido honesto contigo. En verdad estoy yendo a peor”. Entonces admitió, su voz encantadora engolada con ironía: “Pretendía estar haciendo una nueva vida por medio de ti”.

Después de un silencio corto y tenso, continuó: “He estado intentando hacer contigo lo que he estado haciendo con mis superiores: cumplir con sus expectativas. No he estado enfrentándome a los sentimientos interiores. La verdad es que estoy casi seguro de que nunca tendré éxito en esta lucha”. Encogió sus hombros en una señal de desesperación. “En algún profundo nivel pienso que no quiero mejorar. Quiero sacar todos los pensamientos de mi vida. Echarte. Pienso: ‘No puedo dominar esto. Soy demasiado débil, Merezco lástima y trato gentil’. Incluso quiero que Dios se retire.”

“No sé”. Había tristeza en esa voz elegante. “Durante tantos años he jugado a ser un hombre real, pero todo ha sido un simulacro. En algún nivel profundo no creo que lo pueda ser. Puede que ni siquiera quiera ser un hombre. De alguna manera no puedo imaginarme a mí mismo llevando una vida normal.”

“En toda la gran literatura y mitología”, dije, “el héroe rechaza primero la oportunidad de una conciencia mayor. Incluso Jesús oró pidiendo ser liberado de su cruz: “Aparta de mí este cáliz”.

                El Padre John siguió con voz triste: “Tanto de mi vida está atrapada todavía en estos fetichismos pervertidos y juveniles. No sé por qué tengo esta gran preocupación de mirar penes. Sé que es ridículo, pero es tan irresistible...”.

                Se quedó en silencio durante tanto tiempo que al final hablé yo: “Intente ir más allá de la fijación, para concentrarme en la intención del pene... su compatibilidad anatómica con la vagina, su propósito natural de procreación.”

                “Es una preocupación infantil, eso es lo que debo recordarme a mí mismo”, dijo con vergüenza.

                “Absolutamente. La mayoría de los homosexuales se centran de forma obsesiva en el pene. Mucho del comportamiento homosexual es como dos niños pequeños que juegan al enséñame el tuyo. Yo te enseñaré el mío. Es una conducta fetichista. El pene tiene un poder simbólico importante. Es un símbolo de la masculinidad que sientes que necesitas pero que no tienes. Algún trauma, alguna laguna en tu desarrollo busca satisfacción en una fijación fálica. Eso es parte de la homosexualidad.”

                El Padre John dijo pensativo: “La mayoría de los gays que conozco están obsesionados con sus propios penes. Están fascinados por su propia anatomía. ‘¡Mi pene es mi mejor amigo!’, me dijo un tipo gay. Es triste”.

                “Exactamente. El homosexual no ha integrado su masculinidad a su propia identidad. Está alienado de su propia anatomía masculina. Ve su pene como algo más que sí mismo”.
                “¿Pero por qué lo hace? ¿Por qué todas estas ‘reinas de la talla’ en el mundo gay? ¿Por qué esa preocupación con el pene?”

“Puede que en su niñez, el rol del chico en la familia necesitaba la negación de su masculinidad en ciernes. Su lugar especial con mamá probablemente requería el abandono de sus esfuerzos masculinos. Así que ahora quiere proteger su frágil masculinidad. Siempre tiene miedo de que se la vayan a arrebatar.”

                Continué: “La orientación de género del chico depende de su lugar en la familia. La forma en la que le trata la madre. La forma en la que le trata el padre. La forma en que ambos progenitores muestran estima por su masculinidad.”

                El Padre John asintió. Yo podía ver que había estado escuchando con atención: “Pienso en mi pobre madre, Dios la ame. Ella intentó hacerlo lo mejor que podía. Porque si mi padre no safisfacía mis necesidades emocionales, probablemente tampoco estaba satisfaciendo las suyas. Él fue sólo un cero a la izquierda en nuestra casa. Yo necesitaba a alguien, y mi madre parecía un padre femenino con el que no me podía relacionar.”

                Silencio de nuevo, entonces: “Supongo que ella estaba frustrada en su matrimonio. Sé que se sentía sola e intentó llenar este vacío conmigo”.

                Una sonrisa y una mirada ausente aparecieron en su cara. “Con cierta frecuencia sacaba unos pocos dólares que había ahorrado. Nos vestíamos y ella le decía a mi padre: ‘Johnnie y yo nos vamos de derroche’. Ella usaba la palabra derroche para querer decir que íbamos a ir a la parte baja de la ciudad a ver una película. Yo iba vestido de cura y ella se ponía su pequeño sombrero y sus guantes blancos. Hacíamos eso en aquellos días. Después nos dirigíamos a un pequeño restaurante y y cenábamos juntos muy agradablemente, hablando de todo lo que nos pasaba por la cabeza.  Cuando volvíamos a casa, papá estaba delante de la tele y apenas notaba que habíamos entrado. Mamá y yo estábamos tan felices como dos personas que hubieran salido para una cita.”

Una vez más se ensimismó en sus pensamientos; entonces brevemente lo divulgó:
 “Me pregunto si mi padre o mi abuelo fueron homosexuales”. A menudo oigo esta cuestión a mis clientes. A pesar de que estos familiares probablemente nunca fueran homosexuales, la cuestión surge por la percepción de cierta debilidad masculina de sus padres. “Sé que mi padre nunca tuvo mucho amor que dar porque su propio padre siempre estaba fuera de casa cuando él era pequeño. Era un carpintero de oficial. Y mi padre apenas decía una palabra sobre el padre de su padre.”

                Pensé lo raramente que los padres de homosexuales hablan de sus propios padres. A menudo la relación padre-hijo inadecuada se remonta al abuelo o al bisabuelo. El Padre John no sólo tenía un padre inadecuado; también tenía una madre acaparadora. Como resultado, este chico particularmente sensible y vulnerable creció homosexual.

                El Padre John agitó su cabeza tristemente. “Siempre sentí a mi padre como una persona perdida. No había un sentido de presencia masculina en casa. Mi madre era la que siempre intervenía para llenar el vacío. Tenía que entrar y ocupar el lugar de él, además de mantener el suyo.” Añadió: “Crecí sintiendo que mi madre era tanto mi madre como mi padre.” No había ira en su voz, como si sintiera que esto no hubiera sido justo para ella.


                Señalé: “La madre nunca puede ser el padre. Un proceso emocional completamente diferente se da entre la madre y el hijo, y entre padre e hijo. Es un hombre el que hace a un hombre.

                “Lo sabía, creo.” Suspiró pero el sonido de la ira todavía teñía su voz. Cambiando de tema, dijo: “Mi sentimiento más fuerte de la infancia fue siempre el miedo.”

                He oído estas palabras a casi todos los clientes que han acudido a mí con un problema de homosexualidad. El sentimiento de infancia principal de casi todos los hombres era la vulnerabilidad y la incertidumbre, tiempo antes de que la sexualidad llegara a ser un asunto consciente.
                                                                                                                                                         
                La hora del Padre John estaba a punto de terminar. Le pregunté: “Ahora que llevas viniendo tres meses, ¿estás satisfecho de que estemos haciendo todo lo que se puede hacer por ti?”

                Admitió con honestidad: “Bien, debo admitir que yo no estoy haciendo todo lo que puedo. He estado como esperando.”

                “¿Esperando qué?”

                “Sólo esperando. Simplemente que venga a mí todo lo bueno que me sucedió alguna vez.”

                El Padre John estaba describiendo una de las resistencias fundamentales de la condición homosexual, llamado evitación de los cambios dolorosos de vida. Era la hora de confrontar una dimensión esencial de su terapia: la reivindicación de su poder intrínseco.

“Espero que no me juzgue por mi pasividad”, dijo el Padre John gravemente.

Moví la cabeza: “No me concierne juzgarle. Pero me concierne lo que significa esta actitud en términos de tu capacidad y voluntad para responsabilizarte de tu vida. Esta pasividad es una parte de tu identidad que tendrá que cambiar.”

Parecía desconcertado: “Necesito conseguir una imagen más clara de lo que quiere decir.”

“La terapia reparativa no es sobre el sexo, sexo, sexo”, dije. “Estamos aquí para comprender el cuadro total de la formación de tu identidad. Para sanar la homosexualidad es esencial cambiar esta percepción que usted tiene de sí mismo de víctima pasiva y desamparada. Un cambio real requiere más que simplemente hacer hincapié en el comportamiento sexual. Estamos tras una transformación mayor”.

“Bueno,  estoy listo,” dijo seriamente. “Esta obsesión homosexual me está consumiendo la vida. Quiero sanar de una vez para siempre. Por una vez en mi vida, quiero sentirme como toda una persona.”

“Pero esto es algo con lo que tendrás que luchar. Para siempre. No estoy hablando de una semana. Unos días serán grandes batallas; otros, batallas pequeñas. Pero todos lo días habrá una batalla de algún tipo”, le advertí. “Si no, como dicen, no va a suceder.”

Los críticos de la terapia reparativa creen que la técnica utiliza la culpabilidad como herramienta para manipular la supresión del comportamiento homosexual. Paradójicamente, muchos hombres, como el Padre John, pasan pronto por una fase sanadora y necesaria de la terapia en la que en vez de supresión, hay un incremento de la conducta homosexual. Aunque esto pueda parecer contradictorio con el objetivo de la terapia, ofrece al cliente la oportunidad de evaluar por sí mismo los efectos subjetivos de su conducta. Mientras que algunos hombres nunca necesitan experimentar esta conducta para saber que no es para ellos, otros necesitan ver las consecuencias personales. Para estos, la conducta homosexual sirve como expresión de la autocomprensión  y la facultad personal que descubrieron en las etapas primeras de la terapia. El sexo y la aserción se interrelacionan en el varón y cuando la terapia comienza primero a facultar al cliente, él puede dirigir mal ese poder de forma sexual.  Más aún, dentro de la relación de transferencia con el terapeuta, el aumento de actividad homosexual puede ser una forma en la que el cliente ponga a prueba la aceptación que el terapeuta tenga de él.

Durante sus primeros tres meses en la terapia, el Padre John vivió en estados de ánimo mezclados. A veces afrontaba la verdad de su vida y otras veces se evadía en negación pasiva.

Una mañana me dijo: “El pasado sábado por la noche no tenía nada que hacer, por lo que pensé en dar un paseo. Hice algo que hacía varios meses que no hacía: fui a un bar gay. Me sentí un poco incómodo al principio pero luego pensé: ‘¡Qué demonios!’ y comencé a relajarme. Me tomé una cerveza. Después de un rato se me acercó un tipo de mi edad más o menos. Estaba bien y comenzamos a hablar.”

Interrumpí: “¿Qué estaba bien?”

“Oh, que alguien… algún tipo… hiciera el primer movimiento sobre mí en un lugar en el que los tipos de mediana edad como yo no suelen llamar la atención.” Continuó. “De cualquier forma, sólo estuvimos allí hablando durante casi una hora. Me dijo que estaba casado. Realmente hicimos buenas migas y regresamos a mi habitación del Tropicana Peaks. Nos sentamos allí en el sofá y hablamos durante otras tres horas. Hablamos de todo tipo de cosas. Teníamos mucho en común, muchas experiencias iguales. Realmente nos comprendíamos. Sentí que el hombre… era un tipo gentil y dulce.”

“Suena como que realmente conectaron,” dije. “¿Luego, qué?”

“Luego nada,” dijo el Padre John. “Bien, luego entramos en el dormitorio y tuvimos sexo. Sexo seguro,” añadió. “Masturbación mutua.”

“¿Vas a verle otra vez?”

“No. No creo.”

“Pero parece que había compatibilidad. La base para una compatibilidad. Teníais mucho en común.”

“No creo. Fue agradable durante ese momento pero no creo que quiera seguir con ello.” Suspiró. “Para ser honesto con Dios, Joe –realmente no me importa ya si termino teniendo sexo con hombres. A veces la totalidad parece tomar demasiado esfuerzo.”

“¿Por qué tuviste sexo con ese tipo?”

“No lo sé.”
Su indiferencia estaba llegando a ser irritante. Esperé.

Finalmente, “Parecía que era lo que había que hacer. Ya sabes, el que estuviéramos allí lo implicaba.”

“¿Estar allí?”

“Sí. Ya sabes, en el sofá, en el Peaks.”

“¿Sentiste el deseo de tener sexo con él?”

“Realmente no. Creo que sólo sucedió.”

“¿Debido a la presión de él?”

“No, de verdad. Probablemente él estaba tan indiferente como yo.”

Mientras explorábamos las motivaciones del Padre John, ambos estábamos encantados de notar una disminución de su compulsión; pero, evidentemente, todavía era incapaz de formar la convicción de trazar la línea entre la amistad masculina y la sexualidad.” Debajo de esta dificultad para mantener los límites estaba el asunto más profundo de la auto-identidad. Recordaba lo que me había dicho en una sesión anterior: “No me siento un hombre real y no creo que pueda serlo alguna vez. Puede que no quiera ser un hombre.” ¿Podría verse alguna vez el Padre John como un hombre que recibe atención y aprobación masculina y tolerar la ausencia de sexo?

Como muchos de mis clientes homosexuales, el Padre John vivía una vida de aislamiento emocional. Deseaba relaciones de cercanía y afecto masculino pero sólo encontraba sexo de corta duración.

“Tus déficits del mismo sexo serán satisfechos por medio de vínculo masculino, no sexualidad masculina. Mira lo que hiciste el sábado. Vas y te sientas en el sofá con un extraño y habláis durante tres o cuatro horas, te gusta mucho, luego tienes sexo. Pero ¿Qué es esto… No quieres volver a ver más a ese tipo? Hay una contradicción ahí. ¿Cuál es tu actitud sobre esa conducta? ¿Está bien o no está bien?”

El Padre John respondió: “No estoy seguro de si me molesta esa forma o la otra. No estoy seguro. No estoy seguro de que vaya al infierno por tener intimidad con un hombre durante una noche.”

“Mira,” dije abruptamente. “Dejemos los eufemismos ilusorios. No llamemos intimidad cuando fue solamente simple sexo. ¿Cómo puede ser intimidad cuando no quieres volver a ver más a ese tipo?”

Habló más alto y ahora parecía enfadado. “No voy a darte una respuesta sobre mí mismo en este punto porque no sé cuál es la respuesta.”

“¿Sientes que estoy apretando demasiado duro ahora?”

Pareció aliviado por mi pregunta. “No,” respondió. “Está bien, Joe.”

“Está bien no tener una respuesta ahora,” dije. “Aprecio que respondieses a mi pregunta honestamente.”

Hubo un largo silencio entre nosotros. Pregunté: “¿Cómo te sientes estando ahí fuera deambulando?”

“Hasta un punto, me gusta. Ciertamente me dan satisfacción ese par de horas. Y hay una validez para seguir mis sentimientos. ‘Ahí es donde estoy en mi vida ahora.’ He reconocido estos sentimientos. Los he aceptado y estoy empezando a comprenderlos. Puede que comprenderlos sea todo lo que puedo pedirme.”

Se encogió de hombros. “Ya sabes, a veces siento, ‘Bien, esta es mi vida. Cualquiera que fuera la causa de que sea así, estoy atrapado con ello. Debería dejar de tocarme a mí mismo por encima de la cabeza, intentando cambiar.’ Pero por otra parte, la terapia me ha ayudado mucho. Mucha de mi felicidad y auto-aceptación reciente es un tributo a la comprensión que he obtenido de ella. Podrías decir, la verdad me ha hecho libre”

“Pero sabes, Joe, lo que me preocupa es que mientras los conceptos pueden estar bien y ser verdaderos –creo que tienes razón, estoy intentando satisfacer déficits del mismo sexo –puede que haya un error en el proceso terapéutico. Puede que no merezca la pena intentar cambiar.” Me miró seriamente. “¿Cómo va el proceso, Joe?”

Antes de que pudiese responder, continuó. “Miré atrás a este niño pequeño que fui, que no vivía sino vergüenza, temor y aislamiento. Nadie con quién hablar, sin amigos reales, dando favores sexuales detrás del establo a un primo ocho años mayor. No tenía identidad. Me daba miedo la muerte. Estaba a la deriva, vacío, solo. Todo lo que tenía de amistad y cercanía era sacudírsela a ese chico mayor.”

“Siempre ese profundo, profundo sentido de desconexión,” dije.

“Sí,” dijo. “El sexo me sacó de esa desconexión. Y Joe… esta parte de mí puede que no cambie.  Puede que esté cogido para siempre buscando esa rápida situación. No quiero colocar un golpe de culpa sobre mí mismo por lo que hago –por si acaso lo hago de nuevo.”

“Quiero ser realista,” continuó. “Si esto va a ir tan lejos como que voy a crecer y a cambiar de vida, quiero aceptar esto. Quiero tener sexo si siento como que tengo sexo. Y no me importa tener que cargar con alguna culpa.”

Luego añadió: “Creo que lo que lo que estoy diciendo es que quiero que me contradigas. Quiero oírte decir: ‘¡Pero no puedes!’”

“¿Por qué?” Pregunté.

“Quiero que me digas que no es aquí realmente donde me encuentro en mi desarrollo. Este es el niño que está dentro de mí, el chico, que habla ahora –el chico que desafía a su padre.”

“Eso es lo que es,” estuve de acuerdo.

El Padre John hizo una pausa. Luego súbitamente se introdujo en una profanidad enfadada. “Sé que no estoy follando mujeres, que no soy una mujer –pero también sé que no soy un maldito hombre. ¿Qué mierda soy yo? ¿Un híbrido varón-hembra? O ¿sólo un niño pequeño en el cuerpo de un hombre de mediana edad que se vuelve baldío?”

Hay un niño pequeño herido ahí,” le aseguré. “Hay un niño pequeño herido.”

“Lo hay ciertamente.” El Padre John mostró una ligera señal de placer en su cara. “Es algo de lo que has hablado muchas veces en teoría pero ahora puedo verlo. Tienes razón –este niño pequeño tiene que ser tratado.” Me miró con curiosidad. “Pero quiero saber cómo pasé de ser un niño herido de 5 años a tener la conducta sexual actual. ¿Por qué?”

“Para llenar un vacío interior.”

“Puede que tengas razón,” admitió. “Pero si actuar sexualmente, como lo hago, procede de dolor, no es dolor actual. No tengo ninguna causa de dolor hoy. Mis padres murieron hace tiempo, Dios los quiera. Tengo vocación religiosa. Debo decir que nunca había tenido una mejor situación de vida.”

“Un hombre que se encuentra llevando a la práctica sentimientos inaceptables está viviendo con un vacío que arrastra desde relaciones tempranas,” expliqué.

El Padre John se giró hacia mí con una voz llena de frustración. “¿Por qué me vi envuelto en esto? Las tiendas porno, el atractivo de las cosas que odio, la doble vida que traiciona el voto que hice cuando me hice cura… ¿Por qué tengo tanto conflicto?”

Antes de que pudiese responder, continuó: “Ya sabes, a veces he sentido que estas sesiones están llenas de mierda. Podría sentarme en casa y meditar esto yo mismo, por Dios. Pero ahora veo que realmente necesito que llegues al fondo de esto.” Su voz se hizo más tensa. “Porque realmente estoy sintiendo a ese niño pequeño. Estoy sintiendo el aislamiento y el sufrimiento que el niño pequeño soportó.”

Suspiró pesadamente. “Puedo ver que a no ser que volvamos a ese niño pequeño –sanar a ese niño pequeño- no voy nunca a ser un hombre.”

Levantándose de su silla, gesticulándome de modo suplicante mientras preguntaba: “Por tanto, ¿Qué es lo que debería hacer ahora?”

Le dije: “Necesitas relaciones masculinas cercanas y honestas –intimidad, con todo lo que la palabra implica. No estamos hablando de sexo. Necesitas dos o tres hombres en tu vida para que de verdad puedas tener la experiencia de conocerles –no sexualmente, sino como amigos. Conocerles de la forma en que nunca conociste o comprendiste a tu padre. Nuestra relación satisface estas necesidades hasta un punto pero es artificial debido a los límites terapéuticos necesarios.”

“No es artificial para mí,” protestó el Padre John. “He construido una enorme confianza en ti. Te he dicho muchas cosas de mí que no he dicho nunca antes.”

Me miró, expresando sus ojos una mezcla de afecto e ira. “No quiero sentarme en algún jodido bar y hablar con un extraño, contándole las mismas cosas que te he dicho a ti.”

“Por supuesto que no,” coincidí. “Necesitas una amistad genuina –un hombre de grupo, por ejemplo, que comprenda tus luchas. Pero en algún punto chocarás con la exclusión defensiva del homosexual –por lo que también necesitarás estar cerca de un hombre heterosexual que pueda darte una perspectiva diferente.”

Dijo el Padre John: “Pero primero necesito comprender más de ese niño pequeño herido.” Y con eso concluimos nuestra sesión.

Pasado el tiempo, Las conductas sexuales del Padre John comenzaron a disminuir. Hablaba menos de sus atracciones sexuales y más de su relación con Dios. Al mismo tiempo que se hacía más fuerte para mantener su voto de celibato, parecía más libre para crecer en comprensión espiritual.

“Mi actitud hacia Dios ha sido tan perversa durante tanto tiempo,” dijo el Padre Antonio un día. “Nunca habría soñado que estaría diciendo esto, pero –odiaba a Dios, en verdad le odiaba.”

Estuvo en silencio. Luego dijo: “Desafortunadamente, he proyectado mucha de mi propia mierda sobre este ser al que he estado llamando Dios.”

“Por supuesto,” dije.

Continuó –este hombre que era siempre tan verbal- “Cuando me siento separado de Dios, entro en este modelo de pensamiento oscuro y retorcido. Toda mi vida ha sido una clase de auto-expiación para sobornar a Dios. Durante diez años de mi presbiterado ha existido este ciclo compulsivo y vacío de sacudírmela y chupar una polla. Entonces corría a la varita mágica de la confesión para estar bien con Dios y estar limpio de nuevo… Luego todo lo sexual explotaba otra vez. Es enfermo. Todo mi enfoque enfermo de la religión ha sido para sobornar a Dios. He estado intentando sobornarle, diciendo: ‘No me condenes por vivir esta doble vida y te daré todo el resto de mi vida.’ A lo largo de toda esta relación cíclica y vacía con Dios, no he sentido más que ira y odio.”

“Incluso he tenido miedo de acudir a Jesús porque Jesús es un hombre y he estado completamente alienado de los hombres y de la masculinidad.”

Respiró profundamente y continuó. “Aunque esta adicción al sexo todavía es fuerte en mí, ya no siento el enorme desamparo que sentía anteriormente. Estoy llegando a sentir que puede que Dios pueda tratar este lío. Que él comprende mi lucha.”

Silencio de nuevo. Luego: “Freud tenía razón. Dios es una proyección de la figura paterna. Las relaciones que tenemos con nuestros seres queridos en la tierra pueden expandir o estrangular nuestra experiencia de Dios. He estado atrofiado en la relación con mi padre terrenal por lo que me ha sido difícil conocer a mi padre celestial.”

“Esta relación nueva que tienes con Dios es muy heterosexual,” señalé.

“¿Qué quieres decir?” El Padre John parecía sorprendido.

“Un chico homosexual le tiene miedo y desconfía de su padre y asocia esos sentimientos con Dios. No sólo se esconde de sus padres terreno y celestial sino también de los demás chicos, sus jefes y sus patrones.”

Continué: “El chico homosexual huye y se esconde de su padre – de la misma forma en que has estado huyendo de una relación con Dios, el Padre. Cuando el chico heterosexual siente hostilidad hacia su padre, permite que la hostilidad salga a la luz- la pone ahí fuera. Cuando huiste de Dios y le excluiste de tu lucha, era la forma de esconderse del chico homosexual –una huida del desafío del padre.

“El primer desafío que el chico pre-homosexual rechazó fue el desafío del padre. Mientras crecía continuaba huyendo del desafío masculino. Pronto se dio una tensión dolorosa entre él mismo y otros hombres. Alienándose del mundo masculino, romantizó a los hombres e intentó saltarse esta tensión con contacto erótico.”

El Padre John asintió. Durante un largo tiempo, hubo silencio entre nosotros. Al fin, dijo: “De aquí está saliendo mucho bien. Los santos sean alabados… Puedo sentir la reacción dentro de mí. Finalmente estoy alcanzando algo real. Todo en mi corazón ha estado abriéndose a este nuevo Dios que he estado viendo.”

Continuó: “El desafío cristiano, creo, es reestablecer la armonía con nuestro Creador. De algunas formas muy importantes he roto el nexo entre Dios y yo. Estoy forzado. He perdido la alegría de vivir, he estado deprimido y amargado. La consecuencia, si me quedo alienado, es la muerte.”

“Incluso en plena alienación de mi homosexualidad, se me ha desafiado a luchar para mantenerme en la rectitud de Cristo. Estoy empezando a ver que de formas inesperadas, esta maldición de la lucha homosexual me ha traído bendiciones.”

“De formas sorprendentes,” le dije, “somos bendecidos por nuestras luchas. Pueden terminar simplemente como  un ciclo neurótico y fútil.  O pueden redimirnos.”

El Padre John respondió: “Creo que mis propios compañeros curas no comprenden cómo tratar esto. El consejo tradicional de la Iglesia para la conducta homosexual es arrepentimiento, arrepentimiento y arrepentimiento, luego tomar baños fríos y conseguir un hobby. Pero si no has solucionado nada, eres arrojado de vuelta al ciclo sin fin sin confesión. Entonces, existe el consejo de los curas liberales y gays: ‘Dios te ama no importa lo que hagas. Quieres acostarte con algún tipo, Dios lo comprende.’ Ambos extremos pierden la verdad esencial.”

Mientras escuchaba sus palabras, me sentía privilegiado de oír el fluir de revelaciones que vienen sólo de la lucha personal de un hombre. El Padre John estaba por fin encontrando lo que había estado buscando durante tanto tiempo.

Varias semanas después, él y yo entablamos una discusión sobre el sadomasoquismo en las relaciones del mismo sexo. El Padre John me había preguntado por qué se sentía tan atraído a este tipo de pornografía.

“Existe una gran cantidad de masoquismo en la relación de homosexuales con otros hombres. Es un modelo que comenzó en la relación con el padre. Cuando el niño pequeño quiere cercanía con su padre y no la consigue, se da una voluntad de degradarse a sí mismo para recibir esa atención. Es una forma hostil y auto-nociva de ganar puntos con el padre. Esa es la razón por la que la vida y pornografía de fantasía del homosexual contienen temas de sadomasoquismo. Quiere el amor y la atención de alguien hacia el que siente hostilidad. No son siempre cadenas y látigos que ves sino los mayores temas sutiles de control y dominio que son tan característicos de la pornografía gay.”

El Padre John respondió: “nunca olvidaré que mi padre era un hombre grande y robusto. Tenía brazos enormes y solía echarme a perder porque era este niño pequeño, anémico y larguirucho. Decía: ‘¿Crees que alguna vez tendrás grandes músculos como estos? ¿Crees que alguna vez serás un hombre grande y robusto como yo?’”

“Un buen padre habría dicho: ‘¡Wow! Mira ese pequeño músculo. Realmente está haciéndose mayor.’ ”

El Padre John continuó: “Mi padre siempre parecía que  me ocultaba su masculinidad, como si no fuésemos iguales. Si alguna vez le cogía quitándose su ropa de trabajo, cerraba rápidamente la puerta como diciendo: ‘Eres diferente; no formas parte del grupo de los hombres.’ No puedo recordar el mirar nunca de reojo a mi padre desnudando su miembro. Me pone enfermo pensar que mi padre no compartía su masculinidad conmigo.”

Dije: “Así es como se siente el homosexual cuando mira a los hombres. Se siente estafado y enfadado; el mundo de los hombres es un misterio. Los hombres heterosexuales parecen poseer esta cualidad de masculinidad que es tan fácil, tan carente de timidez, tan natural –y el gay no la tiene. Donde  existe una intensa dependencia y ansia de algo, allí simplemente se consigue estar enfadado.”

Continué: “La mayoría de los hombres sienten ira hacia sus padres porque sienten que no consiguieron la suficiente afirmación masculina. Dejados con este sentimiento de dependencia e ira hostil, sienten una excitación masoquista cuando son degradados. Aunque se les esté tratando duramente, se da una excitación porque han hecho una conexión –han roto las barreras. ‘La única forma por la que puedo estar cerca de lo masculino es rebajarme’, dice el tipo. Esto explica el placer que se tiene tan a menudo en las relaciones sadomasoquistas.”

Pensé en el primer cliente que me enseñó esta introspección en la pérdida y sadomasoquismo masculina. En la escuela de graduación, no era políticamente correcto discutir la causa o tratamiento de la homosexualidad, por lo que mi formación como psicólogo no me preparó para mi trabajo. Pero cuando estaba de interno en un hospital, me enfrenté con el caso de Ryan, un niño de 8 años, cuya madre estaba preocupada por la conducta infantil y socialmente inapropiada además de su experimentación con otros chicos.

Mi única clave para el problema de Ryan era su queja progresiva y amarga de que su padre lo ignoraba. Hambriento de atención masculina, A Ryan le encantaba verme cada semana y mientras crecía nuestra relación, odiaba marcharse cuando terminaba nuestra sesión. Su conducta llegó a ser cada vez más agresiva físicamente hacia mí y los límites físicos pronto se convirtieron en un problema. Su forma de quererme parecía un asalto. Escalaba sobre mí agresivamente, con exigencias, casi con enfado, como si no pudiera saciar su afecto. Sabía que esta intensa relación de amor-odio tenía mucho que ver con los sentimientos ambivalentes del chico hacia su padre.

 “Ya sabes, Joe,” dijo el padre John, “tuve una introspección la semana pasada. He estado utilizando la pornografía para demostrarme lo que son los hombres. Cuando estoy en un cine porno o chequeando hombres, entro en esta necesidad de saber cómo es ser él.”

Sus palabras resonaban en mis oídos. La base de la atracción homoerótica es la necesidad de averiguar cómo es ser él.

“De algún modo, en mi mente de niño pequeño, esos tipos de la pantalla eran hombres reales, como lo que yo quería ser. De algún modo, los actores porno representaban para mí lo que son los hombres en verdad.”

“Luego me iluminó: ‘¿Quiénes son esos hombres, a propósito? ¿Por qué estarían haciendo eso –delante de la cámara, no menos- si eran tan normales?”

“Comencé a considerar: ‘¿Tienen trabajos de nueve a cinco? O ¿esos pobres bastardos necesitan ese dinero malamente? ¿Cuál es su nivel de auto-estima? ¿Tienen novia?’ La fantasía gay es que estos actores porno son tipos regulares en todo sentido excepto en que hacen esto delante de la cámara. ¡Dame un descanso!

“Mientras crecía en mi propia masculinidad, veo a estos pobres hombres no como imágenes masculinas a las que mirar sino como hombres que están sólo tan destruidos como lo he estado yo.”

“Nada termina nunca, Joe.” El Padre John utilizó estas palabras para abrir nuestra siguiente sesión. Estaba hablando de su búsqueda de una conciencia expandida del pasado, diciendo que si íbamos a pasar todo el día todos los días profundizando en nuestros recuerdos, nunca nos conoceríamos totalmente. Ni seríamos liberados totalmente de nuestros primeros conflictos.”

“Los deseos que he tenido son todavía una parte de mí. A veces voy en coche todavía por el Circo de los Libros, ya sabes. Sin embargo, hay una reacción extraña cuando llego allí.” El Padre John parecía contento consigo mismo. “Después de un poco de tiempo, tengo un sentimiento de aversión. Estoy lleno de odio hacia esa basura y una ira en la que he gastado demasiado tiempo precioso y energía. La pornografía es una violación psíquica de mi bondad y de mi persona. Es nociva emocional y espiritualmente. Me agota y luego me cuesta dos días recuperar mi sentido de dignidad.”

“Cuando siento esos viejos impulsos familiares de ir al Circo de los Libros o a deambular, digo: ‘Señor Jesús, tengo un gran dolor dentro de mí que se enmascara en llevar a cabo este deseo sexual. Ayúdame a sanarlo.’

“Y ya sabes, Joe, lo desordenados que estuvieron mis padres –Dios los ame- Creo que han sido perdonados y que están en el cielo, por lo que les rezo a ellos también. Digo: ‘Padre y Madre, ahora estáis en un lugar diferente, si Dios quiere, sois totalmente uno con vuestra sexualidad. Dejad que alguna parte de la bondad que están experimentando baje a mí ahora para que yo pueda ser la persona íntegra que quiero ser.’

“Ya no estoy agachándome en una esquina y sintiendo vergüenza de mí mismo. Incluso cuando tengo este impulso compulsivo, hablo con Dios, y le digo: ‘Permíteme utilizar esta experiencia con toda su negatividad. Utilízala para enseñarme, como dice el escritor Colin Cook, para fracasar con éxito. Señor, si alguna vez te fallo, devuélveme a la victoria.’”

“Esto me ayuda, Joe, a rezar y bendecir a Dios. Luego, cuando veo a un hombre
atractivo, miro su polla y luego alabo a Dios sólo por poder mirarle y luego seguir con mi vida. Es un ejercicio que hago en mi mente. Imagino al hombre como esposo y padre. Dibujo su sexualidad en un contexto natural.

“¿Y sabes qué más?”  Me ha estado pasando una cosa bonita recientemente. ¡Me doy cuenta de las mujeres!  No es forzado, no una idea mental que estoy poniéndome sobre mí mismo. Estoy descubriendo esta apertura en mí mismo a darme cuenta de la belleza de una mujer. Estoy abierto a sus fortalezas y habilidades mentales, incluso sus atributos físicos. Cuando veo a una mujer bonita bendigo al Señor. Es sólo una cosa normal, natural que ha empezado a suceder.”

“No trato de entenderlo, sólo bendigo a Dios porque haya una mujer ahí y sea bonita. No hay cuerdas atadas, no hay compulsión sexual, ella sólo está allí y bendigo al Señor.

“Hubo un momento hace quince años en el que compraba una revista Playboy y miraba al desplegable central e intentaba masturbarme, intentando ser normal. Pero ahora estoy consiguiendo sentirme más cómodo con cualquier nivel de atracción que sienta o no.”

“Solía entrar en el baño de los hombres y quedarme de pie al lado de otro hombre y lucho por orinar. Siempre era como un sentimiento de defensa, la presión que ponía en mí mismo –como ‘esto es una prueba del sistema de emisión de urgencia’- y si no podía orinar no era un hombre.”

“Hasta el final del instituto e incluso en el seminario pasé un infierno sosteniendo mi vejiga –Creo que tenía la mayor vejiga de Los Angeles por toda este tensión. Pero ahora puedo hacerlo. Creo que porque estoy más en paz con quien soy como hombre.”

Durante muchos años, el Padre John había estado en un predicamento común para muchos curas. Había utilizado su rol de cura como una forma de evadirse. El presbiterado puede ser un lugar solitario, con el cura alienado no sólo de de los demás curas sino de los parroquianos. “Hoy llamé a uno de los diáconos y compartí con él algo que sucedió durante la semana,” continuó el Padre John. “Sus palabras cercanas hacia mí fueron ‘Te quiero.’ Me dije cuando colgué: ‘Qué bonito, en verdad necesitaba eso.’ ”

Continuó: “Puedes escuchar la misma sonata un millón de veces, luego de repente un día en un concierto, comienza un movimiento y piensas: ‘¡No me había dado cuenta de que esa pieza estaba ahí!’ Luego entras en esta parte no familiar y de repente todo es bonito para ti. Podrías decir que la melodía encantadora que he descubierto recientemente son las relaciones buenas con los hombres casados como este diácono.”

El Padre John también había hecho amistad con Tom James, el miembro casado de nuestro grupo de psicoterapia. Dijo: “Estaba con Tom la otra noche, entrando en el dolor con el que he estado tratando. Tom dijo: ‘Sólo quiero sostenerte,’ y me sostuvo. Yo estaba rígido, como un cubo de hielo –con miedo a la muerte. Dijo Tom: “¡Estás temblando!’ Estaba tan determinado a aceptar el calor de su amistad pero a no permitir cualquier sentimiento malsano. Luego me relajé. Lo que Tom me dio fue una palmada en la espalda y la necesitaba. Las relaciones de afecto como esta me están liberando para centrarme en mis necesidades reales, como fortalecer mi identidad masculina que he buscado en otra gente.”

“Todo este proceso no es sólo psicológico sino realmente espiritual. He volado  años  
 luz en sólo los doce meses de trabajo contigo, Joe. Estoy echando una mano a los demás y permitiéndoles que me ayuden. Y estoy encontrando también la confianza de permitirme ofrecer asesoramiento. La semana pasada, un chico joven entró en el confesionario y habló de su lucha con los sentimientos homosexuales –‘El Gran H’, El Señor le ayude. Estaba triste por la culpa que la Iglesia Católica te echa. Pude ofrecerle comprensión y dirección específica debido a lo que estoy aprendiendo de mí mismo.”

“Le expliqué a este chico que si sus necesidades naturales y genuinas de masculinidad permanecen insatisfechas, continuará experimentando sentimientos homosexuales. Que si puede encontrar estas necesidades auténticamente por medio de relaciones del mismo sexo platónicas, puede difuminar ese impulso sexual que busca romper las barreras eróticamente. Puede derribar esa tensión de formas sanas… constructivamente.”

Añadió suavemente: “No estoy seguro de que la conducta homosexual sea pecado mortal. Dios comprende el déficit que nos lleva a ella.” Añadió pensativamente: “Me gustaría que la Iglesia fuese comprensiva.”

“Es tarea difícil,” coincidí. “Y tienes razón –nada de esto se termina nunca. Los Alcohólicos rara vez pierden completamente el impulso de beber. La gente que crece con la auto-estima baja no se transforma en gente que explota de auto-confianza. Nunca llegamos a la plenitud en esta vida.”

“Pero lo estoy haciendo mucho mejor –sean alabados los santos. Ahora mis tentaciones sexuales son una tentación de fondo; han dejado de preocuparme,” dijo.

“Esa es la esencia de ello. Eres consciente de las atracciones, has crecido en consciencia.”

“Eso es justo lo que es,” coincidió. “Es una consciencia desarrollada. Una consciencia más plena. Comprendo estos sentimientos y ya no me esclavizan.”

Una mañana soleada de primavera cuatro meses después. Vino el Padre John, tomó su asiento en el sofá y me sonrió con paz y auto-satisfacción. Ambos sabíamos que se acercaba al fin de su terapia.

“Hoy es tres de junio, fiesta de San Carlos Luanga –patrono de los homosexuales,” me dijo. “Creo que el espíritu de San Carlos me ha estado guiando. Estaba limpiando mi armario la semana pasada y me encontré una vieja película porno que solía llevar conmigo a la Tropicana. Para mi sorpresa, sólo pude ver un pequeño segmento de ella antes de de que algo cerrase y dijese: ‘¡Esto es enfermo! Esto no es definitivamente sano.’ Viendo la película sentía que disminuía mi integridad. Mientras la veía le decía a Dios: ‘Esto no viene de ti. Esto es hecho por los hombres y no es bueno para mí.’

“Ahora, cuando tengo ese impulso familiar de ir al Circo de los Libros, soy consciente de que esto es una necesidad más profunda que estoy sintiendo, enmascarada de erotismo. Empiezo a hablar inmediatamente con Cristo. Digo: ‘Jesús, ayúdame con este vacío que se enmascara como deseo erótico.’ Después de todo, Joe, ¿Cómo llena un hombre un vacío de su corazón con películas porno?”

Advertí: “Esas adicciones te pueden llevar otra vez a tu vida del pasado si no te cuidas.”

“Sí, lo sé. Pero una de las mayores esperanzas de cambio que veo,” me dijo el Padre John, “es que ahora cuando caigo, no me paso de la raya y me revuelco en la miseria de la culpa. Esa fue la historia de mi vida –ir a confesar y admitir mi error y luego volver a meterme en el mismo ciclo sin fin. Ponía una tapa. Lo atornillaba para abajo –pero luego todo explotaba otra vez.”

En un tono confesional, me dijo: “Por primera vez en mi vida, en verdad he estado afrontando mis sentimientos homosexuales. No sólo reprimiéndolos. Realmente estoy afrontando lo que estoy haciendo. Ahora puedo decir la verdad: ‘Soy un adicto, y lo estoy tratando.’ ”

“He estado pensando sobre este problema global de la masturbación. Quiero liberarme de ella también –para mantener mi voto de castidad. Creo que sólo tengo que ser honesto con Cristo. Digo algo así: ‘Me siento como si estuviese masturbándome en este momento y no soy feliz de estar rindiéndome a ella. Pero Jesús, quédate conmigo en la batalla a pesar de mis sentimientos.’ ”

Pensó durante un par de segundos, luego dijo: “Mi forma de tratar a Dios en el pasado era dejarle fuera, para evitarle. Entrar en lo oscuro y sacudirla en la esquina. Ahora sé que Dios prefiere que le afronte.”

“No tenía relación con Dios Padre porque no tenía concepto de padre. Puedo ver cómo algunas feministas que tuvieron relaciones terribles con sus padres quieren un Dios femenino. No pueden confiar en Dios, Padre.”

Durante su última sesión El Padre John lamentó: “Esta terapia ha quitado la diversión de un encuentro homosexual. Aunque sé que puedo caer una vez en un instante, sé que no va a satisfacerme. El acto se ha convertido en una carga. Ya no mantiene la excitación –la esperanza, la fantasía –que una vez lo hizo tan atractivo.”

“Ahora sé a dónde me lleva,” dijo enfáticamente. “No me lleva a ningún sitio.” 



4. ARTÍCULO FUNDAMENTAL A LEER PARA PROFUNDIZAR ESTE TEMA.

No hay.



5. PREGUNTAS A REFLEXIONAR, TRABAJAR Y RESPONDER EN EL CUADERNO DE TRABAJO EN TORNO A TODO LO LEÍDO:



a. Escribe las ideas fundamentales que has encontrado en este capítulo.

  • La mayoría de los homosexuales se centran de forma obsesiva en el pene. La mayor parte de la conducta homosexual es como dos niños pequeños que juegan al enséñame el tuyo. Yo te enseñaré el mío. Es una conducta fetichista. El pene tiene un poder simbólico importante. Es un símbolo de la masculinidad que el homosexual siente que necesita pero que no tiene. Algún trauma, alguna laguna en su desarrollo busca satisfacción en una fijación fálica. Eso es parte de la homosexualidad.
  • La orientación de género del niño depende de su lugar en la familia. La forma en la que le trata la madre. La forma en la que le trata el padre. La forma en que ambos progenitores muestran estima por su masculinidad.
  • La madre nunca puede ser el padre. Un proceso emocional completamente diferente se da entre la madre y el hijo y entre padre e hijo. Es un hombre el que hace a un hombre.
  • Los críticos de la terapia reparativa creen que la técnica utiliza la culpabilidad como herramienta para manipular la supresión del comportamiento homosexual. Paradójicamente, muchos hombres, pasan pronto por una fase sanadora y necesaria de la terapia en la que en vez de supresión, hay un incremento de la conducta homosexual. Aunque esto pueda parecer contradictorio con el objetivo de la terapia, ofrece al cliente la oportunidad de evaluar por sí mismo los efectos subjetivos de su conducta.
Mientras que algunos hombres nunca necesitan experimentar esta conducta para saber que no es para ellos, otros necesitan ver las consecuencias personales. Para estos, la conducta homosexual sirve como expresión de la auto-comprensión y la facultad personal que descubrieron en las etapas primeras de la terapia. El sexo y la aserción se interrelacionan en el varón y cuando la terapia comienza primero a facultar al cliente, él puede dirigir mal ese poder de forma sexual. 
  • El primer desafío que el chico pre-homosexual rechazó fue el desafío del padre. Mientras crecía continuaba huyendo del desafío masculino. Pronto se dio una tensión dolorosa entre él mismo y otros hombres. Alienándose del mundo masculino, romantizó a los hombres e intentó liberarse de esta tensión con contacto erótico.
  • Existe una gran cantidad de masoquismo en la relación de homosexuales con otros hombres. Es un modelo que comenzó en la relación con el padre. Cuando el niño pequeño quiere cercanía con su padre y no la consigue, se da una voluntad de degradarse a sí mismo para recibir esa atención.
Es una forma hostil y auto-nociva de ganar puntos con el padre. Esa es la razón por la que la vida y pornografía de fantasía del homosexual contienen temas de sadomasoquismo. Quiere el amor y la atención de alguien hacia el que siente hostilidad. 
  • La mayoría de los hombres sienten ira hacia sus padres porque sienten que no consiguieron la suficiente afirmación masculina. Dejados con este sentimiento de dependencia e ira hostil, sienten una excitación masoquista cuando son degradados. Aunque se les esté tratando duramente, se da una excitación porque han establecido una conexión –han roto las barreras.


b. ¿Te muestras realmente como eres en la terapia o estás tratando de demostrar que progresas?


Soy completamente honesto conmigo mismo, el proceso de superación personal consiste en reconocer los problemas y diseñar estrategias para superarlos, contando con el apoyo de los demás. Antes era muy autocompasivo y dramatizaba en exceso las dificultades, ahora solo me remito a aspectos esenciales y en clave de logros, o de dificultades sin esa visión subjetivista.



c. ¿Cómo estás en tu lucha contra la pornografía y masturbación y qué es lo que más te dificulta esa tarea?


He vencido el carácter adictivo de dichas conductas, he logrado desentrañar por completo el significado de la pornografía y la masturbación en mi vida, y en base a ello, he logrado construir varios sistemas de resolución de las causas primarias, lo que me ha permitido manejar el problema desde el ángulo ajeno a la adicción que ha estado entrañablemente conectado a mi enfermedad mental.

Y este logro tan significativo me ha permitido resolver el conflicto. Aún me quedan residuos o secuelas de habituación mental que pueden expresarse en caídas ocasionales, pero la meta más importante ya fue lograda: eliminar el engrama mental del placer asociado a esos actos



d. ¿Sientes ira con facilidad? ¿Que te hace sentir ira? ¿Cómo la expresas?


Sí, anteriormente fui una persona muy irritable debido a la situación de padecer el TOC en modalidad severa, y también debido al cuadro de ansiedad crónica. Nunca fue fácil vivir bajo esa condición, no tuve una vida normal y perdí mucho tiempo.

En este momento en que estoy tan recuperado de esa enfermedad he desarrollado una visión más práctica y positiva de la ira, ahora, cuando me enfado, procuro que esta energía contribuya a la obtención de mis metas. Antes, también lo hacia así, pero era muy difícil lograr buenos resultados debido al TOC, pero, actualmente, es un hecho que logro dirigir mis sentimientos agresivos por un camino de crecimiento personal y más autosuperación.


e. ¿Tienes tendencias masoquistas? ¿Encuentras sentido a la explicación del autor?

Actualmente no los tengo, , pero alguna vez los tuve. Nunca procuré llamar la atención de los hombres, pero muchas veces me denigré en aras de obtener la amistad de algún "amigo ideal", y eso explica muchas de mis viejas motivaciones homosexuales en las que el contacto sexual era el vehículo denigrante para conseguir un simple objetivo social.

La explicación del autor no tiene sentido en mi vida debido a que no tuve problemas de masculinidad, además, mi antigua hostilidad nunca fue proyectada hacia mi propio género sino al conjunto universal de los seres humanos.




6. PROPUESTA DE EJERCICIOS PRÁCTICOS A REALIZAR PARA LLEVARLO A LA VIDA COTIDIANA. ESCRIBE LAS CONCLUSIONES DE ESTOS EJERCICIOS EN TU CUADERNO.


a. “La orientación de género del niño depende de su lugar en la familia. La forma en la que lo trata su madre. La forma en la que lo trata el padre. La forma en que ambos progenitores muestran estima por su masculinidad.” De esta frase, intenta recordar cómo te sentías tú en relación a la valoración que te daban tus padres.


Siempre me he sentido un chico normal respecto a mi sentido de identidad de género y mi naturaleza perfectamente masculina. A lo largo de los años he sido afirmado en este sentido por todas las personas significativas que han intervenido en mi vida.

Desde mi niñez fui valorado apropiadamente en mi masculinidad por todos los miembros de mi familia. Siempre se me trató como un varón y se me prodigó el respeto que merecía como tal. Las maneras masculinas las aprendí de mi abuelo, los novios de mi mamá y tías, y los amigos varones de mi infancia con quienes sostuve relaciones sociales muy exitosas.

Mi madre siempre fue muy precisa en destacar las diferencias hombre-mujer e impulsarme a adoptar el rol masculino que correspondía a mi naturaleza de hombre.


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