Historias de personas homosexuales: ROGER - ¿REALMENTE QUIERO ESTAR AQUÍ?
Domingo, 08 de febrero de 2009
FICHA 4.8
1. TEMA DE LA FICHA: SANAR LA HOMOSEXUALIDAD
2. OBJETIVOS A CONSEGUIR:
a. Conocer el proceso terapéutico desde las historias de casos
b. Contactarse con la propia historia desde experiencias de otros.
3. DOCUMENTO A TRABAJAR:
DOCUMENTO Nº. 4 HISTORIA DE CASOS DE LA TERAPIA REPARATIVA, de Joseph Nicolosi.
CAPÍTULO: 8. Roger: ¿Realmente quiero estar aquí?
En el momento en que entró en mi consulta, Roger Schulte, de 27 años,
dejó clara su ambivalencia sobre empezar la terapia. Profesor de química en un
instituto, Roger me dijo por teléfono mientras concertábamos una cita: “Me
gusta normalmente comprender las cosas por mí mismo. Sólo voy a verle porque
estoy al final de mi cuerda con este problema.”
Cuando apareció en
la puerta pude ver a un hombre bastante pálido y aparentemente serio con una
cara delgada enmarcada por unas gafas de gran tamaño. La forma de vestir de
Roger era única, que podría llamarse “extraño estudiado.” Llevaba una corbata
de seda extra-amplia y de decoración brillante sobre una camisa de algodón de color
kaki. Un par de cuerdas bien puestas terminaban
con un par de botas vaqueras de piel de lagarto. Como sus conjuntos,
Roger demostraría que era un estudio en ambigüedad.
Roger se sentó con
nervios en la silla, las manos dobladas en su regazo. Mientras le miraba, me
acordaba del estereotipo del profesor distraído. Su largo y bastante rebelde
pelo castaño se había estirado hacia atrás de su cara con un par de golpes
duros de un cepillo húmedo. Sus botas puntiagudas y pisoteadas, una vez de
lujo, eran arrastradas y polvorientas.
Pronto se sumergió
en la historia de sí mismo y su única pareja de larga duración, un hombre
llamado Perry. Los dos habían decidido acudir a psicoterapia con la esperanza
de dejar la homosexualidad. Ahora su ex-pareja había cambiado de opinión.
“Perry ha decidido que la terapia no le va bien en absoluto y ahora pasa tres o
cuatro noches a la semana intentando pescar gente en el Rage,” dijo Roger,
expresando su voz ira y dolor.
Había oído hablar
del Rage a mis otros clientes. Este bar era para los clubnights gay lo que el
Circo de los Libros era para lo pornografía –el mayor, el mejor y el más
popular en su género de Los Ángeles.
Roger me contó su
dolor por ver a Perry beber y flirtear y bailar con otros hombres. Al mismo tiempo
que habían roto oficialmente después de haber estado nueve meses juntos todavía
permanecían en una co-dependencia dolorosa.
“Decidí que
debería acudir a un terapeuta masculino para trabajar sobre este problema,”
dijo luego con una risa torpe. “Pero ahora que estoy aquí, no sé de qué
hablar.” Se encogió y miró para fuera, abrumado de repente por la auto-conciencia.
Me di cuenta de
que debajo de la forma provocativa de vestir había un hombre tímido, con miedo
de expresar su verdadera personalidad. “Quizás no estás acostumbrado a
verbalizar tus sentimientos,” dije. “O quizás no estás acostumbrado a que se te
tome en serio.”
Roger asintió
lentamente. “Es verdad. Incluso me pregunto si mis alumnos me toman en serio.”
Desde el principio estaba oyendo un asunto terapéutico común que podría
remontarse a la infancia cuando los padres del chico homosexual erraron al no
tomarle en serio.”
Roger comenzó a
hablarme sobre su vida temprana con sus padres, que trabajaban muchas horas
como encargados auxiliares de un gran hotel de balneario en las montañas
Catskill de Nueva York. “Nunca los veía mucho excepto el día que libraban a la
semana, pero estaban demasiado cansados como para divertirse o hablar conmigo.
Cuando íbamos a algún lugar juntos, me sentía como un preso.”
Me dijo
tristemente: “Siempre me sentí paralizado en mi relación con mi padre. Todo el
tiempo que iba creciendo, él se convertiría en el abogado del diablo contra
cualquier cosa que quisiera hacer yo.”
“Debo admitir, sin
embargo, que tengo que agradecerle a mi padre el que yo haya llegado a ser
profesor.” Se rió irónicamente. “Procedía de una estricta familia germánica,
cada uno de ellos con estudios. La forma con la que se comunicaba conmigo era
la palabra escrita. Me mantenía con la mano un periódico y señalaba un
editorial, diciendo: ‘realmente deberías leer esto, Roger.’ Raramente
hablábamos, sin embargo.”
Roger estaba muy
limitado claramente en su expresión emocional. Podía ver la privación emocional
de su base familiar. Y como los adolescentes a los que enseñaba, Roger usaba la
ropa para expresar una identidad de la que no tenía otra forma de manifestar su
aserción.
Me miró y admitió:
Recuerdo los celos que le tenía a mi hermano muy pronto en mi vida porque
sentía que él conseguía toda la atención de mi padre. Mi hermano tenía un
carácter duro. Era el matón del patio de recreo mientras que yo era el chico
callado con gafas que siempre tenía una mochila llena de libros. Siempre
parecía diferente. Me sentía como un huérfano que de alguna manera fue adoptado
por error en una casa de los soldados nazis.” Se reía de esto pero sus ojos
estaban amargos.
Luego movió su
cabeza tristemente. “Están saliendo muchos recuerdos de mis relaciones de la
infancia y la mayoría de ellos son dolorosos. Me da miedo. Mi reacción
instantánea es mandarlos otra vez atrás… olvidarme de ellos.”
Roger me contó
luego sus intentos de tratar con el miedo. “Sé que necesito desesperadamente
salir de mí mismo y empezar a conocer gente nueva pero todavía tengo miedo de
hacerlo. Tengo miedo de la gente, miedo de enfrentarme a ella. Tengo miedo del
rechazo.” Se rió, moviendo su cabeza con disgusto. “Tengo miedo de intentar
hacer amigos porque ni siquiera sé lo que es una buena e íntima amistad.”
“Esto no es un miedo reciente. Es un miedo que he
tenido siempre, desde que puedo recordar… puede que desde mi nacimiento. Cuando
miro atrás, me doy cuenta de que la mayoría de mis amistades fueron iniciadas
por el otro hombre. A veces me encuentro con alguien en una excursión con el
cabildo de Sierra Club al que pertenezco, y nos damos los números de teléfono.
Nunca soy yo el primero en llamar. Espero que me llame.”
“Por el miedo al rechazo,” dije.
“Por el miedo al rechazo,” repitió. “Ese es el miedo
que siempre he sentido. Al menos, parte de él. Tengo también miedo de todo lo
que piense de repente, ‘Puede que me haya equivocado al pensar que el tipo lo
hubiese pasado bien la última vez que estuvimos juntos. Puede que no vuelva a
llamarme más, después de todo.’ Eso me da miedo.”
“Tienes miedo de tu propio éxito.”
“Sí,” admitió.
Le expliqué: “Esto es un asunto de poder. Tienes miedo
de la responsabilidad del éxito. No puedes creer que tengas la fuerza para
mantener el éxito que ya has logrado.”
“Tienes razón. Y todavía peor, no puedo controlar los
deseos homosexuales cuando aparecen. Eso es lo que en verdad me deprime.”
“No tienes que controlar tus sentimientos homosexuales
para trabajar en hacer que disminuyan,” dije. Roger parecía sorprendido.
Continué: “No es en el control donde reside la curación.”
Roger estaba cayendo en la trampa que con frecuencia se presenta en los
primeros pasos de la terapia –centrarse en controlar los síntomas superficiales
más que en resolver las necesidades más profundas. De hecho, centrarse sólo en controlarse a sí
mismo –una batalla de auto-engaño, sin ningún tipo de duda –sólo es una forma
de evitar el desafío más profundo de
establecer amistades masculinas íntimas y no sexuales.
“Tus tentaciones homosexuales no deberían distraerte
ni desanimarte ante la tarea esencial y subyacente. Tu primera tarea es superar
tu miedo y soledad para desarrollar relaciones masculinas íntimas.”
“En vez de mirar a esos hombres sexualmente, necesitas
afrontar los sentimientos que yacen bajo el deseo. Tus sentimientos sexuales
esconden mucho dolor y alienación real y necesitas aprender a tratar ese dolor
de una forma más apropiada y más satisfactoria.”
“Tienes razón sobre el dolor,” dijo.
“Dime,” dije, “exactamente de qué dolor se trata.”
Suspiró. “El dolor de tener miedo siempre. El dolor de
la soledad. El dolor de sentirte que no perteneces a ningún sitio.”
Movía su cabeza con desaliento. Nuestro tiempo se
había acabado y le pregunté a Roger si quería continuar la semana siguiente.
Dijo que lo pensaría. El día siguiente, dejó un mensaje en mi contestador-
había cambiado de opinión sobre la terapia.
Tres meses después, Roger telefoneó para pedir otra
cita. A la hora señalada, entró en mi
oficina triste y disgustado.
Habló durante un rato de generalidades, dando sólo
vagas razones para su vuelta a la consulta.
“¿Pero por qué regresas ahora, Roger? ¿Qué te hizo
cambiar de opinión?”
Con algo de duda y de vergüenza, comenzó su historia:
“La semana pasada tuve una experiencia bastante desagradable –de hecho, es
humillante incluso hablar de ello…”
“No te
preocupes, Roger,” le aseguré. “No creo que haya algo que pueda escandalizarme
o sorprenderme ya.”
“Bien –Fui a la casa de este tipo, un hombre al que no
había visto nunca. Conseguí su nombre de la parte de atrás de un periódico gay-
ya sabes, de esos anuncios gratuitos de periódicos que encuentras en bares gay.
Él ‘buscaba una relación.’ ”
Asentí.
“De todas formas, fui a su casa y me dijo que le
gustaba que los chicos más jóvenes estuvieran ‘arriba’ y él ‘debajo’. Así que
lo hicimos. Yo llevaba un preservativo
–pero luego me di cuenta de este olor y,” suavizó la voz, “um… era una
desconexión y era muy duro para mí seguir.”
Interrumpí: “¿De qué fue de lo que te diste cuenta?”
“Mierda,” respondió, mirando lejos de mí. Hubo una
larga pausa antes de que pudiese continuar. “Uh… después fui al baño y había…
había mierda en la punta de mi polla. Fue una guarrería total. Gracias a Dios
que tenía puesto el preservativo. Me fui de allí rápidamente. De repente me
chocó lo perverso que era todo. Pensé: ¿Qué bajo tengo que caer? ¿Es así como
un gay tiene que conseguir gratificación sexual?”
“Me doy cuenta de que el sexo entre hombres no es
natural.”
Roger se comprometió a un horario de una sesión a la
semana. Cuando habían pasado pocas semanas, parecía mucho más feliz de estar en
la terapia. Un día se lanzó en una discusión sobre el desafío de día a día de
afrontar lo que él llamaba sus “pequeños miedos” –su auto-conciencia y
ansiedad.
“Gasto mucho dinero en mi ropa,” me dijo Roger. “No
puedo resistir una buena venta cuando veo un buen par de botas o algo más que
me agarra. Sin embargo, cuando tengo que ir a comprar, tengo miedo del
dependiente de ventas. No puedo mirarle a los ojos. Me siento como un niño pequeño
donde quiera que vaya. Un niño pequeño en un mundo de adultos. Lo que es
bastante irónico, cuando consideras que soy profesor.”
“Pero últimamente me he estado diciendo que tengo que
superar esto, así que ayer fui a la avenida y durante un rato sólo caminé.
Intentaba mirar a la gente a los ojos, no sentirme tan auto-consciente.”
“Aquí están otra vez los pequeños éxitos que marcan la
diferencia,” señalé. “Tienes que continuar haciendo esos pequeños cambios de
conducta.”
“Y sin embargo a pesar de que estoy mejorando al hacer
más vida social, todavía tengo miedo de que la gente sea tan intensa. Todavía
me siento falso cuando me enfrento a situaciones sociales.”
“Estás superando tu timidez en la conducta pero queda
el miedo,” coincidí.
“Siento que siempre tengo que proyectarme, empujarme
hacia la gente o nunca le diré una palabra a nadie.” Parecía severo.
Mientras Roger hablaba de su auto-consciencia, del
aislamiento auto-protector, no podía evitar pensar que así era como Roger se
sentía cuando era niño en la presencia de una madre o de un padre que nunca
estimularon su espontaneidad.
Entonces Roger habló de su antigua pareja, Perry.
“Durante el fin de semana me derrumbé finalmente y lo llamé. ‘Bien, sólo saber
cómo le va,’ me dije. No pude conectar con él, sólo con el contestador. Después
de oír su voz en la cinta, perdí todo deseo de hablar con él. Sólo sentí esta
ira y tristeza intensa. Y un profundo sentido de pérdida. Quiero resolver esta
relación –nunca lo hicimos, sólo la dejamos colgando. Me encuentro haciendo de
él un mal tipo y sé que no es verdad.”
“No es realista,” coincidí.
“Sé que no es real. Pero es lo que he hecho con todas
las relaciones. Siempre termino enfadado y disgustado con los hombres que
pensaba que quería. Decido que son bastardos después de todo. Es la forma en la
que me sentí con mi padre.”
“Exactamente,” dije.
“ ‘Conozco’ todo esto en un nivel, pero todavía no me
quita la tristeza. El momento en que me pongo más triste es cuando imagino a
Perry o escucho su voz en mi mente. Me doy cuenta de que no lo recuerdo como
era en verdad sino como una imagen idealizada. Le amaba porque era libre, loco
y extrovertido –la imagen del hombre que siempre quise y que sentía que
necesitaba.”
El yo idealizado, pensé para mí. Exactamente lo que
Roger querría ser, si pudiera
sentirse menos inhibido.
“Sin embargo hay aspectos de esa relación que
realmente echo de menos. A pesar de todas las peleas y la confusión, había
momentos en los que éramos reales uno para el otro. Creo que pasa para que
ninguna de las dos personas que se atraían juntas, aunque sea momentáneamente.
“Sé que había aspectos buenos y sanos en la relación,”
continuó. Pero por otra parte, existía esta ira por haberme permitido sucumbir
a su manipulación ostensible. Tengo este sentimiento de ira que me permite ser
manipulado.”
“¿Ha sucedido esto antes?”
“Después de una aventura desmoralizante con un chico
durante mi año senior en el instituto, juré que nunca más permitiría que otro
hombre me manipulase. Entonces terminé con Perry.”
Después de un largo silencio, dijo: “Durante muchos
años he estado buscando a Don Perfecto, pero cada vez, ha habido terribles
heridas y decepciones. Ahora sé que nunca vendrá el amigo perfecto. Y entiendo
el por qué. Sin embargo, incluso
ahora que te expreso esta convicción, tengo un sentido real de pérdida. No
puedo soportar afrontar el hecho de que sólo estaba siguiendo una ilusión.”
Roger había dado con uno de los pasos más difíciles de
la terapia reparativa.
Dije: “Creo que debes sentir la tristeza de esa
pérdida. Tienes que dejar el sueño perenne gay de que un hombre va a ser tu
amigo eterno, compañero sexual, amante fiel, compinche, hermano, amigo del
alma, todo envuelto en uno. Creo que en verdad tienes que afligirte por la
pérdida de ese sueño,” dije.
“En nuestro encuentro final en el Rage,” dijo Roger,
“estaba triste por algunos de los insultos que me dirigió Perry. Sentí que él
estaba intentando ponerse bajo mi piel por alguna razón.”
“Echarte fuera,” supongo. Probablemente tiene la misma
ambivalencia que tú.”
“¿Qué quieres decir?” Me preguntó Roger.
“Él también soñaba con poder tener algo especial
contigo y cuando se sintió decepcionado, decidió destruir lo que era,”
expliqué.
Roger dijo lentamente: Es el mismo sentimiento de ‘Odio
lo que amo porque sé que no puedo tenerlo.’ ” Añadió, como estudiándolo
detenidamente, “Hmm. Oír eso me hace sentir mejor.”
“Porque ahora comprendes lo que sucede. Las relaciones
homosexuales tienen la característica de
ser tan volátiles porque el homosexual odia lo que ama. Se da cuenta en algún
nivel de que ningún hombre puede satisfacer sus expectativas irreales.”
Roger dijo otra vez: “Hmm.” Luego añadió con tristeza:
“Eso rompe el brillo romántico, creo.” Entonces, “no es fácil tener a un hombre
de pareja, eso te lo puedo decir.”
“No, a no ser que quieras vivir con las limitaciones
inherentes a las relaciones homosexuales.”
La relación homosexual está llena de paradojas
irreconciliables: miedo, y sin embargo atracción hacia los hombres. Las parejas
del mismo sexo suelen comenzar con una percepción irreal de la otra persona,
una imagen. Esta imagen representa aspectos de la propia masculinidad perdida
del hombre. Generalmente basada en rasgos superficiales de la personalidad del
otro, estas proyecciones están destinadas a conducir al fracaso. Y debido a que
estas relaciones se basan en proyecciones deseables, la pareja tiene dificultad
en moverse más allá del estado de infatuación romántica hacia la formación del
compromiso monógamo estable.
Cuando busca contacto erótico con otro hombre, el
homosexual intenta ganar una parte perdida de sí mismo. Pero como esta
atracción procede de un déficit personal,
no es completamente libre para amar al otro.
El Dr. Herman Nunberg (1938) habló del tipo de cliente
homosexual que parecía creer que “por medio del mero contacto físico con un
hombre fuerte o por medio de un abrazo o de un beso, absorbería esta fuerza y
llegaría a ser tan fuerte como el hombre al que deseaba” (p. 5). Esta búsqueda
del ideal masculino es característica de
las relaciones gay. Esta es una de las razones por las que vemos en las
relaciones gay el ciclo frustrante de atracción y contacto sexual va seguido
poco después por el desinterés. Es un ciclo de deseo de intimidad frustrado con
frecuencia durante toda la vida.
El hombre heterosexual no es psicológicamente tan
dependiente de encontrar el ideal femenino. El ideal femenino es menos
importante porque su pareja no necesitará satisfacer un déficit de género
original. En vez de encontrar una pareja igual a él, su pareja será
complementaria.
El gay con frecuencia pone la esperanza en el sueño de
un amante futuro. De hecho, vemos estadísticamente que las parejas homosexuales
casi nunca permanecen monógamas y fieles. Sin embargo, la relación madura
significa aceptar las limitaciones inevitables impuestas por la elección de un
compañero para toda la vida y creando lo que se puede crear desde la relación.
Las parejas gay con frecuencia muestran una intensidad
de dependencia, celos y sospechas. Las relaciones domésticas más volátiles con
las que he trabajado han sido las de las parejas de hombres. Generalmente se
dan quejas de ambivalencia intensa, a veces conflictos violentos e incluso
heridas físicas. Como la relación está forzada a soportar el excesivo bagaje de
las necesidades insatisfechas de amor de la infancia, tiene lugar una gran
cantidad de dependencia hostil.
No puedo creer que el hombre haya sido diseñado para
vivir su vida con una pareja del mismo sexo. Sin la influencia femenina en una
relación de amor, se echará de menos siempre una fuerza de base esencial.
Unos meses después, Roger entró en la sala con una
pregunta inmediata: “Para que una persona tenga buena auto-estima, sus padres
tienen que darle siendo niño reconocimiento positivo, ¿verdad?”
Antes de que pudiera decir una palabra, añadió:
“Porque mis padres nunca lo hicieron.”
“Respondiendo a tu pregunta, claro que sí,” admití.
“Pero más importante que el reconocimiento positivo es el reconocimiento de
seguridad. Para desarrollar una verdadera identidad, el niño necesita tener
reflejado con claridad quién es como individuo.”
“Este es mi problema,” afirmó Roger con tristeza. “Era
ignorado o manipulado.” Pensó durante un minuto, luego corrigió: “Realmente
–déjame seguir a este heterosexual. Era ignorado por mi padre, manipulado por
mi madre.” Su cara mostraba cierta satisfacción.
Entonces Roger volvió al presente. “Anoche fui a casa
de mis padres para la cena del domingo. Cada vez que voy allí, me siento
agobiado. Todo lo que dicen me molesta. Después de que regresé a mi apartamento
sentí esta tensión y me encontré con la necesidad de masturbarme tan pronto
como cerré la puerta.”
Siguió un gran silencio, como si no supiese donde ir
con esa observación. Como muchos hombres con orientación homosexual, una vez
que Roger expresó una queja fuertemente
sentida, tenía una enorme cantidad de problemas para seguir adelante en la
discusión. Con frecuencia parecía satisfecho simplemente expresando la queja y
carecía de la motivación para moverse hacia la auto-comprensión.
“¿Por qué?” le empujé. “¿Tienes que preguntar ‘por
qué’?”
Miró por la
habitación, respirando profundamente.
Luego me miró y me dijo: “Porque no se me escucha cuando estoy con mis
padres.”
“O.K. Así que, ¿cuál es la conexión entre el agobio en
casa de tus padres y la masturbación?” Le pregunté.
Se quedó en blanco.
Dije: “Cuando nos sentimos agobiados, aburridos,
irritables, ansiosos o depresivos, estos sentimientos son signos que nos dan
nuestros cuerpos de que estamos fuera de contacto con nosotros mismos.”
Continué: “Estabas fuera de contacto contigo mismo y la masturbación fue una
forma de volver a ponerte en contacto contigo mismo, una forma de volver a
sentir tu cuerpo. La mente se dispersa mientras todo el cuerpo se concentra en
el orgasmo. La masturbación, como comer mucho y otras conductas adictivas,
tienen una función unificadora.”
Me incliné hacia a delante y le miré seriamente:
“Acuérdate de preguntarte: ‘¿Qué estoy sintiendo ahora que no puedo expresar?’
La mayoría de las veces es ira que no te permites expresar y-“
Roger interrumpió con impaciencia. “¿Cómo les muestro
mi ira a mis padres?” ¿Empiezo a gritarles?”
Sentía su frustración pero continué con calma: “Que
tus sentimientos correspondan con tu conducta no significa que tengas que
lanzar una rabieta de carácter. Intenta hablar más directamente sobre lo que
estás experimentando. Sólo siendo honesto contigo mismo en que estás enfadado
producirá un movimiento en el sentimiento. Tendrás un sentido de control sólo
etiquetando el sentimiento. De repente te sentirás más en posesión de ti mismo.
Entonces puedes decidir cómo expresar la ira apropiadamente, que puede ser
simplemente irte de la casa de tus padres.”
“Que fue lo que hice,” dijo Roger, esperando
evidentemente conseguir algo de crédito.
“Sí,” dije, dándoselo, “porque no tenías otra
elección.” No ibas a hablar con franqueza con tus padres. En vez de eso,
convertiste tu ira en una expresión sexual. La Gran M. Esta es una
dinámica común –diría característica- de los homosexuales. Su poder intrínseco
es desviado en conducta sexual.”
Después de algunos segundos de reflexión, Roger se
rió, luego su voz se volvió seria mientras decía: “Parece tan enfermizo.”
Reflexionó, “Una función unificadora.”
Añadí: “Pero después de todo, la función última
unificadora del orgasmo es la procreación.”
Roger me miró, se encogió de hombros de forma no
comprometida y luego procedió a contarme su primera experiencia sexual, una
situación de mucho tiempo de abuso sexual por un vecino mayor.
“Empezó cuando yo tenía 5 años y él 13. Era el 4 de
Julio y Larry y yo estábamos jugando al escondite y busqué en la alcoba de mis
padres, ya que estaban fuera de barbacoa en un hotel. Me escondí debajo de la
cama y Larry me encontró allí y me pidió que le hiciese una felación.
“De regreso entonces, no tenía idea de que esto era lo
que se llama abuso sexual. Disfrutaba con lo que hacíamos, y de verdad me
adulaba con la atención especial que me daba. Siempre había sido inseguro y tímido
y tenía a este chico mayor y más fuerte llevándome bajo su ala… Creo que
podrías decir que me enganché pronto. Era excitante. Durante muchos años mis
fantasías en la masturbación se centraban en Larry.”
“¿Así que te sentías bien con Larry?”
“Yo era especial para él. Me aceptaba. Conseguía de él
la aprobación que no conseguía de nadie más, en ningún sitio. Mi padre no me
daba nada –yo era un asunto de total indiferencia para él. Y mi hermano mayor
no me estimulaba. Era un chico
realmente bromista y con personalidad y cerca de él me sentía miserable.”
“¿Crees que esta experiencia tiene algo que ver con
que tengas tendencias homosexuales?”
“Oh…” Roger pensó por un momento. “Era realmente más
de una sopa, creo… tener una madre más que posesiva, un padre que no se
implicaba y mi relación con Larry –todas esas cosas deben haberme empujado en
esta dirección.”
“¿Cuándo terminó la relación sexual?”
“La última vez que lo hicimos yo tenía 13 años, y por
entonces, me sentía fatal porque estaba muy confundido por lo que estaba
pasando. También tenía algunos sentimientos heterosexuales –Tuve una especie de
enamoramiento de esta chica en el colegio- y estaba confundido con que si lo
que yo hacía con Larry significaba que era homosexual o heterosexual. Desde
entonces, No tuve más sexo con hombres hasta
mi último año en el instituto.”
Mientras terminábamos nuestra sesión, le sugerí a
Roger que hiciera un diario para que pusiera cualquier pensamiento, idea,
sentimientos o experiencias que pensara que podrían ser importantes. Escribir el diario facilita la clasificación
consciente de los procesos interiores. Como la mayoría de mis clientes, A Roger
le afectaban fácilmente los acontecimientos externos. Mi esperanza era que por
medio del diario, miraría con más rutina en su interior para encontrar
respuestas.
La semana siguiente Roger entró con un estado de ánimo
muy alegre. Describir su estado de ánimo como feliz era demasiado fuerte para
Roger; siempre era muy inexpresivo emocionalmente.
“Bien… Hice lo que dijiste y funcionó,” me dijo.
“¡Bien! ¿Qué te dije?” Bromeé.
“Iba paseando por la avenida el sábado pasado y me
sentía triste… otra vez, el agobio. Soy auto-consciente de lo que parezco.
‘¿Parezco gay?’ Me pregunto. Lo que sea…sólo estúpida mierda. Finalmente me
digo: ‘Hey, ¿Qué pasa aquí? ¿Cómo me estoy sintiendo realmente?’ Como dijiste que debería hacerlo. Me doy
cuenta de que me irrita que mi madre me mande a hacer la diligencia de
conseguir una pulsera para el reloj de mi padre. No estoy enfadado por mi padre
sino porque que mi madre me mandase, como: ‘Oh, Roger, cuida esto y mientras
estés ahí, haz esto, también.’ Como un imbécil, ¡voy! Ella parece creer que
tengo 16 años y que no tengo nada más que hacer. Pero si hablo, terminaremos
discutiendo o heriré sus sentimientos.”
Le expliqué: “Esta clasificación de tus propios
sentimientos es el proceso que fue sofocado en la infancia. Terminaste en el
papel del buen chico que no tenía clave para lo que sentía.”
Roger añadió: “Que no tiene poder.”
“Y que en su momento vino a admirar a otros chicos que
eran espontáneos, libres y auto-confidentes,” dije. “Por eso, te enamoraste de
la imagen proyectada de Perry –era tan abierto y extrovertido. Pero tienes que
mantener la consciencia de cómo te sientes, y reaccionar a esos sentimientos de
ansiedad, aburrimiento y depresión.”
“Más irritabilidad y agobio,” añadió.
Luego Roger me contó una impresión interesante que
había tenido de una foto que había visto la semana pasada. De esto, podía
aprender algo de las necesidades más profundas que yacen tras su atracción
erótica a los hombres.
“Estaba en una librería mirando por la sección de arte
y pude ver este libro de tipo de mesa de café de fotos artísticas de desnudos
masculinos. Nada pornográfico en absoluto. Me sentí arrastrado a esta foto de
tres hombres de pie en círculo en una piscina. Podrías ver solamente sus
espaldas y estaban con el pecho en el agua, por lo que no había nada sexual
explícito. Sin embargo, había algo terriblemente atractivo en esa foto.”
Le animé: “Quédate con esa imagen. “¿Qué es
exactamente tan atractivo en esa foto?”
“En cierto modo, me habría gustado estar allí con
ellos. Estaban riendo, disfrutando, desnudos, libres y al aire libre. Me habría
gustado estar allí con ellos.” En un tono de triste reflexión, Roger continuó:
“En verdad nunca tuve esa clase de experiencia masculina natural. Ya sabes,
como la piscina local donde los chicos van a bañarse enjuto. Nunca tuve eso.”
“Has identificado el deseo profundo de esa conexión
natural y física. Mientras crecías, se erotizaba.”
“¡Eso es! Cuando estoy viendo un video porno de
hombres teniendo sexo, mi fantasía es que estoy en esa película con ellos
–tengo 13 años otra vez, sentándome alrededor en un círculo sacudiéndola.
“¿Hiciste eso a los 13 años?”
“No. De una forma divertida, me habría gustado
hacerlo. Puede que no estaría necesitándolo ahora.”
La idea de Roger me hizo recordar las ideas del famoso
psiquiatra Harry Stack Sullivan, también homosexual. Tenía la idea sin par
–ciertamente no comprendida en aquel momento- de que la conducta homosexual
entre jóvenes ayuda a establecer la base para la heterosexualidad adulta. Creo que Sullivan tenía razón sobre el
principio básico: que el joven necesita intimidad masculina (aunque no de
naturaleza sexual) para moverse hacia la atracción del sexo opuesto.
Entonces Roger lanzó una pregunta: “Perry y sus amigos
estuvieron recientemente en un rally de Derechos de la Mujer y me doy cuenta de que
los gay son casi siempre feministas. ¿Por qué?”
“Los gay y las feministas comparten una desconfianza
del poder masculino. No confían en que el poder masculino pueda ser
benevolente.”
“Hmm. Creo que eso es verdad,” asintió Roger.
Es una coalición que los dos grupos han creado contra
el establecimiento, que es básicamente una estructura política masculina
blanca.”
Roger luego trajo a colación un problema que le
angustiaba. “La semana pasada tuve mi evaluación anual de empleo. Mi supervisor
me dijo que soy demasiado sensible.” He apretó sus manos con tensión. “Es
verdad. Cuando los chicos hacen comentarios tontos detrás de mí, hago que no
les oigo pero sus palabras resuenan en mi cabeza durante días. ‘Puede que sea esto, o esto, o esto.’ He sido
sensible toda mi vida.”
“Eres vulnerable porque la imagen que mantienes no es
real,” expliqué. “Por eso te sientes tan frágil.”
“Sin embargo hay días en que me siente tan fuerte y
positivo. Siento que “no hay nada que cualquiera pueda decir que me sacuda.”
“Bien. Así que ahora sabes la diferencia entre el
falso y tu verdadero yo,” dije. “Debes darte cuenta de que cuando te pierdes en
una falsa identidad, se puede tardar medio día o más simplemente para
identificar que esto pasó. Ahora, el tiempo que tardas en regresar a tu
verdadero yo –en otras palabras, tu tiempo de recuperación- será cada vez más
corto mientras practiques regresar a ello.”
Demandó Roger: “Pero qué demonios tiene esto que ver
con la homosexualidad?”
“Todo.” Dije. “La homosexualidad es sólo un síntoma
–sólo una manifestación del poder masculino perdido que nunca actualizaste de
la infancia.”
Mientras Roger tardaba un momento en absorber estas
ideas, yo pensaba en la comprensión de la homosexualidad del filósofo Eli
Siegel como esencialmente un problema para vivir. El Realismo Estético de
Siegel desafía al homosexual a estallar su pasividad para hacer un contacto
auténtico con elementos opuestos del mundo, incluyendo la polaridad de hombres
y mujeres.
Roger resumía: “He vivido en esta actitud pasiva
durante tantos años de mi vida, que se siente como segunda naturaleza. Es
como…” buscó una palabra, “normal.”
Le aseguré: “Pero ahora, sabes la diferencia. Y podrás
hacer el movimiento hacia el interior cuando quieres regresar a tu identidad
auténtica.”
La semana siguiente, Roger me dijo que había coincidido
con Perry mientras salía caminando de ver una película.
“Fui a verle la noche del sábado pasado a su
apartamento. Al comienzo de la tarde, me contó todas sus proezas y no pude
evitar sentirme celoso. Me habló del nuevo amigo que había conocido en el Bunkhouse.
Es un nuevo bar gay con ambiente del oeste.”
“Donde todos son vaqueros.”
“Así es.” Se rió. “Así que… este nuevo chico es el
amigo perfecto, según Perry. De todos modos, Perry siempre dijo que ahora está
totalmente en paz con su homosexualidad dándome la charla de que es un don de
Dios.
“Pero entonces en el medio de todo Perry se me vuelve
y me pregunta: ‘¿Has salido alguna vez de una experiencia sexual sintiéndote
totalmente satisfecho?’ Pensé y dije: ‘No, nunca,’ y me dijo: ‘Yo
tampoco.’ Luego dijo: ‘Ya sabes, no creo
que sea homofobia admitir eso.’
“Todavía va a los bares, dando vueltas y
distrayéndose. Creo que realmente no es feliz y está metido en un conflicto, el
mismo conflicto que yo estoy pasando. Por eso duele tanto.”
Dime por qué su
dolor te duele tanto.
“Me siento tan conectado con él que resulta doloroso.”
Roger había identificado un problema frecuente en las relaciones homosexuales-
el reflejo narcisista.”
Le expliqué: “Lo que estás sintiendo tiene que ver con
los gemelos. Llegan a ser gemelos,
sienten lo mismo. Este es un término acuñado por los psicólogos gay para
describir lo que les sucede a los gays en la fase romántica de una relación. Es
una identificación narcisista con la otra persona. El otro hombre se convierte
en una proyección de tu yo masculino ideal.”
Roger dijo: “Es como que nuestros sentimientos se
corresponden y eso debería hacerte sentir bien. Pero existe cierto dolor que
hace que no te sientas bien.” Luchando para expresar su exclusión defensiva,
continuó: “No sé. Hay algo mal –es demasiado doloroso para ser real.” Y luego
dio en la esencia de los gemelos: “Es demasiado doloroso para ser natural.”
“Sí,” le aseguré.
Dijo Roger: “Te sientes tan desesperado.” Añadió: “El
tipo que escribió el libro Heterosexual dijo
algo con lo que me identifiqué realmente. Hablaba de ‘dotar a la pareja anónima
de una personalidad que realmente no tiene.’ Y siento que es lo mismo con esto
de los gemelos. Aunque Perry apenas es ‘anónimo,’ lo veo como la imagen salvaje
y libre del hombre que me gustaría ser.”
Dije: “Como Narciso, puedes ahogarte mientras
persigues tu imagen ideal.”
“¡Háblame
de ello! Siento como que me
estoy ahogando,” dijo Roger. Luego, calmándose, volvió a la noche del sábado.
“Luego estuvimos hablando y Perry estaba apabullado de que yo continuara con la
terapia. Le hablé del diario que he estado escribiendo sobre mi terapia. Hubo
cierta competitividad entre nosotros. Entramos en ‘Bien, déjame decirte algo de
mí’ y cosas así.”
Suspiró, continuando: “Luego regresamos a mi casa.
Debería decirte que no sucedió nada. Él dijo: ‘¿Puedo ver tu diario?’ Me
sorprendió que se acordase. Lo saqué y lo leyó todo en silencio. Se movía
mientras lo leía y casi se puso a llorar. Hubo un largo momento de silencio,
luego me miró y me dijo: ‘Este diario tiene mucho sentimiento. Tienes mucho
valor. Estás haciendo lo correcto.” Me hizo muchos cumplidos.
Roger se detuvo, luego me dijo: “Pero Joe, no creo que
estuviese hablando de mí. Era de él. Era el narcisismo. Lo que yo estaba
haciendo –yendo a la terapia, intentando cambiar- le afectó no tanto porque
estuviese contento conmigo sino porque deseaba poder hacerlo él.
Después de un largo silencio, pregunté: “¿Cómo te
sentiste después de que se fue esa noche?”
“Estuvo bien verle. Los cumplidos que me dijo sobre el
diario me dieron poder. Pero verle me agotó, me entristeció, porque todavía
estoy sintiendo la ambivalencia de si debería continuar o no en esta lucha por
cambiar mi homosexualidad.”
“Perry y yo nos paramos en los bares un rato. Los
hombres que estaban allí parecían felices. Dicen que son felices y no tengo
razones para dudar de ellos. Luego, por otra parte, miro a los hombres que
conocí en la Conferencia
de Exodus que estaban saliendo de la homosexualidad y parecen también felices.
No les importa si cambian alguna vez o no, se mueven hacia un objetivo lejano y
se encuentran en paz para moverse en una dirección que creen que es correcta.
No es el camino correcto para ellos si cambian o no. Están en paz con eso.”
Luego se puso agitado, “Pero el problema que persiste
en volver es: ‘¿Por qué estoy todavía atrapado en el medio?’ Otra gente parece
encontrar esa paz en un lugar u otro que yo no puedo encontrar.”
Le corregí: “Que no he encontrado.”
“Bien,” repitió: “Que no he encontrado.”
“No porque necesites explorar las opciones mejor sino
porque necesitas conocerte mejor,” dije.
“Es muy difícil a veces, ¿no?” repitió: “Es muy
difícil. A veces todavía me pregunto: “¿Por
qué vengo aquí?”
La semana siguiente, Roger entró caminando en la sala
con una apariencia generalmente excéntrica – esta vez un chaleco de cuero negro
sobre una camiseta blanca, pantalones vaqueros desteñidos con rasgones sobre
cada rodilla y mocasines (sin un centavo y sin calcetines). Este era Roger
–tímido pero con necesidad de expresarse a sí mismo.
Esta semana había introducido un sueño. Este sueño nos
llevaría a un descubrimiento importante sobre cómo acercan a las mujeres los
hombres con orientación homosexual.
Roger comenzó: “Estoy desnudo. Miro a mi izquierda y
veo a una mujer bella de piel negra tumbada en el suelo. Quiero hacer el amor
con ella. De repente aparece un hombre muy musculoso y le miro. Me parece
atractivo. Luego, tiene sexo con esta mujer y me encuentro a mí mismo queriendo
yacer encima de él. Cambio de opinión y, en vez de eso, lo quito de encima de
ella. Entablo conversación con ella pero tengo sentimientos ambivalentes sobre
ello. Luego me despierto.”
“O.K.,” dije. “Dos reglas para interpretar los sueños.
Primero, cada parte del sueño tiene un significado, ya lo comprendamos o no.
Segundo, cada parte del sueño representa un aspecto de nosotros mismos.”
“Roger dijo con cautela: “Bien… el hombre soy yo y
tener sexo con la mujer es lo que quiero hacer, a lo que me estoy esforzando.”
Le clarifiqué: “Pero no estás preparado para hacerlo
tan directamente, por lo que lo haces por medio de tu ideal masculino. Dices
que es musculoso y atractivo. Representa tu masculinidad perdida. Este sueño
tiene un tema reparativo –acercarse a una mujer por primera vez capturando tu
masculinidad por medio de otro hombre. Y date cuenta de que miras a la
izquierda. La mujer se acerca desde la parte inconsciente, no actualizada.”
Entonces pregunté: “Pero dime, ¿por qué la mujer tiene
la piel negra?”
“Bien, veamos.” Parecía avergonzado. “Encuentro a las
mujeres negras atractivas. ¿No es extraño que me atraigan más las mujeres
negras?”
“No, no es extraño en absoluto,” dije. “Me he dado
cuenta de que un gran número de hombres blancos con problemas de homosexualidad
encuentran a las mujeres afro-americanas u orientales más atractivas. Los
hombres que han tenido conflictos con sus madres pueden sentirse atraídos
solamente por mujeres que son de un tipo ‘distinto al de su madre.’ ”
Se rió: “¿Estás riéndote de mí?”
Roger estaba contento y sorprendido de descubrir que
lo que temía de ser extraño sobre él mismo realmente tenía sentido y era común
además en otros hombres. Los hombres con orientación homosexual parecen estar
reasegurados de descubrir cualidades de sí mismos que son comunes en otros
hombres. Es como si el hombre necesitase reasegurarse: “Aquí hay otra forma en
que soy igual a los demás hombres.”
“Sabes, eso es lo que sospecho de mí mismo,” decía
Roger. “Puede ser, pensé, que me gustan las mujeres negras porque son muy
diferentes.”
Después de una pausa, con una sonrisa, dijo: “¡Me
atraen! Me atraen las mujeres negras.” Luego se rió en alto. “¡Estupendo!”
Luego Roger habló de su relación con Tim, un amigo y
compañero profesor. Explicó: “He estado jugando al tenis con él en la hora del
almuerzo y siempre deseo hacerlo. La semana pasada las dos secretarias de la
oficina de administración querían jugar a dobles con nosotros. Tim quería pero
yo me sentía incómodo.”
“¿Por qué?” le desafié.
“No lo sé,” me dijo, perplejo.
Dije: “¿Competición? ¿Actuación?”
Después de reflexionar un poco, dijo: “No. No creo que
fuese nada de eso. Parece una tontería pero –quería a Tim sólo para mí.” Se ríe no de forma fácil. “No sexualmente
sino sólo quería que nosotros dos –esta masculinidad estuviese junta.” Entonces
su voz pareció irritable. “No me gusta que las mujeres se metan en medio. Esas
mujeres me dejaron mal cuando me dijeron que querían jugar y yo no sabía cómo
quitármelas de encima sin herir sus sentimientos.”
Roger estaba identificando una dimensión importante de
su identificación masculina –la necesidad de implicación total y completa con
los hombres, sin intrusión femenina.
“¿Suena familiar?” Pregunté.
“Roger parecía totalmente confundido. Repetí: “¿Suena
familiar? Sientes que las mujeres se entrometieron y te aventajaron pero si
eres franco, tienes miedo de enfadarte con ellas o de herir sus sentimientos.”
Reconoció lo que yo estaba diciendo y dijo al
instante: “¡Mamá! Ella otra vez.”
“Sí, ‘Mamá,’ ” dije. “Todavía no sabes cómo quedarte
de pie ante la mujer intrusa. No sabes cómo hablarle a una mujer porque da un
toque en ese enredo sin poder que sentiste con tu madre.”
“No tengo deseos de estar con las chicas,” dijo con
enfado. No tenía muchos amigos entre los hombres cuando estaba creciendo.
Ahora, quiero jugar con ellos. Los hombres me sostienen –me mantienen en
marcha.”
Nuestra cultura andrógina ha perdido apreciación por
la necesidad de los chicos de ser apoyados por su propio sexo. A los clubs y
equipos de chicos se les obliga ahora a integrar a chicas, descuidando la
necesidad real del chico de ganar masculinidad. Los chicos tienen una necesidad
natural de rechazar a las chicas –al menos durante un cierto periodo de años de
su desarrollo –para prepararse para acercarse a las mujeres en la madurez.
Roger parecía animado y feliz. “Ya sabes, en verdad
estoy empezando a ver mis sentimientos sexuales como distorsiones de lo que
realmente necesito de los hombres.” Hizo una pausa durante unos minutos, reflexionando.
“Como el otro día… Estaba pensando en Mark, un hombre que conocí en mi grupo de
la iglesia. Estaba teniendo algún vago sentimiento sexual sobre él que tuve que
detenerme y decirme: ‘Esto es mentira. No es lo que está pasando en verdad. Lo
que pasa es que estás solo y estás buscando esa carga emocional en vez de
amistad honesta. El sexo es el medio inmediato y conveniente con el que has
satisfecho ese deseo en el pasado y ahora –ya no puedes hacer eso.’ ”
Añadió rápidamente: “No quiero decir que no se vaya a
meter algún tipo en mi camino y me tiente en un momento de debilidad. Pero la
mayoría de las veces en que veo a un hombre que es de mi tipo caminando, digo:
‘Bien, es atractivo pero no lo necesito sexualmente.” Poco a poco, me he ido
sintiendo mejor conmigo mismo… más fuerte. Por primera vez en meses, puedo
decir que sé por qué estoy viniendo aquí.”
Ahora Roger afrontaba las ansiedades y desafíos de
entrar en la terapia de grupo. Mientras entraba en la sala para una sesión
conmigo un día, parecía irritable y agitado. Podía ver que este desafío próximo
había creado un retraso temporal. Sentándose en su sitio con tensión, soltó sus
miedos y aprehensiones sobre el revelarse a los demás hombres.
Comenzó describiendo un vínculo típico de los gays. Este
vínculo les obliga a elegir entre la soledad o una relación co-dependiente
caracterizada por “la locura.” Roger confesó: “Cuando no tengo ninguna relación
íntima puedo funcionar bastante bien. Estoy solo pero al menos puedo controlar
mi vida. Pero tan pronto como entablo intimidad con alguien, toda la locura
surge otra vez. Entonces, sigo adelante, hacia atrás, adelante, hacia atrás.”
Una risa irónica y dolorosa. “Luego, cuando el otro tipo va hacia atrás, me
encuentro persiguiéndole.”
Después de una pausa añadió lentamente: “Siempre se da
esa búsqueda del amigo íntimo pero incluso cuando estoy en una relación,
todavía me siento solo.” Añadió pensativamente: “Es de locos.”
“Pero tan típico de las relaciones del mismo sexo,”
dije.
“¿Esto no se da en las relaciones heterosexuales?”
Preguntó Roger.
“Las relaciones heterosexuales no suelen ser tan
ambivalentes ni frustrantes. Esto es así porque las necesidades de
identificación no satisfechas en el homosexual crean co-dependencia.”
Roger continuó: “Veo a los gays repetir este modelo
sin examinar por qué sus relaciones no funcionan. Sólo aprenden a adaptarse a
este modelo.”
“Sin embargo sé por mí mismo,” continuó, “intentar
cambiar asusta… ¡porque no tengo ni idea de a
qué puedo cambiar! Sé que sólo tengo que empezar a tomar la iniciativa para ver
a dónde me conduce el cambio. Sí… Tengo que sentir el miedo y hacerlo de todos
modos.”
Las preocupaciones de Roger se movían ahora al grupo y
sus planes de unirse a la próxima reunión. “He estado pensando en la próxima
semana y en lo de conocer a los hombres
del grupo por primera vez.” Una larga pausa. “Sé todas las razones por las que
debería unirme al grupo…” dudaba. “Sin embargo me pregunto si me hará bien
después de todo. Quiero decir, ¿Y si no les sigo? ¿Y si no me comprenden?”
Dándome cuenta de que Roger necesitaba que se le
reasegurase, dije: “Así que entrar en el grupo es remover todos los miedos.
Recuerda, cuánto más honesto seas contigo mismo, cuánto más identifiques los
sentimientos cuando surgen y te arriesgues a verbalizarlos ya sea a mí o al
grupo, más pronto estarás O.K.”
Roger insistió: “Es que me asusta mucho.”
“Lo sé,” le dije. “Aunque tengas miedo, hazlo de todos
modos.”
“Bien, voy a intentarlo pero no me hace sentir bien.
Es algo tan…” Buscaba una descripción, “tan desestabilizador.”
“Vas a hacer algo nuevo, a exponerte a posibles
relaciones íntimas con otros hombres,” señalé.
Entonces pude ver en Roger una reacción común y de
auto-engaño mostrada con mucha frecuencia por clientes que se exponen a un
desafío personal.
Dijo: “Pensando en lo que tengo que hacer, siento que
va bajando mi auto-estima. Me veo casi buscando motivos para sentirme mal
conmigo mismo. Incluso en el instituto, si alguien dice algo ligeramente
negativo de mis clases - ¡boom!- lo uso contra mí mismo. El dueño de mi
apartamento actúa frío conmigo -¡bam!- más evidencia contra mí. Un
recepcionista dice algo sarcástico en el teléfono -¡bang!- se añade a la
colección.”
“¿De qué va eso?” Le pregunté.
“No lo sé,” dijo. “Veo lo que estoy haciendo –me estoy
haciendo sentir como la mierda- pero no sé por qué.”
Intentando iluminar su propio hostigamiento sobre sí
mismo, sugerí: “Toma una conjetura salvaje.”
Roger corrió sus dedos por su melena de pelo rebelde marrón antes de responder. “Supongo… supongo que
estoy fundándome a mí mismo para no ser decepcionado por el grupo.” Asintió
lentamente consigo mismo. “Es eso… Sé que me hago esto a mí mismo. Me sentiré
como la nada cuando entre en la reunión del grupo.”
“¿Por qué te harías eso a ti mismo?”
“Así que tendrá que ser un completo desastre.”
“Bien. Por otra parte, puede que exista también la
fantasía distante de que estos nuevos hombres sean tan estupendos que te
rescaten de ti mismo.”
Roger intentó no reírse pero admitió suavemente:
“Puede que sea eso.”
“De todos modos, esta dinámica de auto-engaño es
importante para que comprendas. El grupo te ofrece tanto la esperanza
emocionante de una nueva forma de relacionarte con los hombres como la amenaza
del rechazo y del desastre. Carlos
Castaneda dice: ‘El guerrero camina entre el terror y la maravilla.’ También tú
sientes terror y maravilla pero no te permites saborear esa esperanza. Y-“
“Tienes razón” interrumpió. “ni siquiera puedo sentir
la emoción ni la esperanza. Sólo el miedo.”
“Entonces, ¿por qué estás de acuerdo con estar en el
grupo?” pregunté.
“Porque me estás diciendo que es hora de ir tras ello
y confío en ti.”
“Muy bien,” dije. Aquí había una lección también.
Roger quería confiar en una figura de autoridad masculina que le llevase a
nuevos desafíos. No fuera de intimidación ni miedo a la desaprobación sino simplemente por medio de la confianza
ciega establecida en la relación con un mentor.
“El modo en que has tratado el miedo al fracaso ha
sido fracasar tú primero. De una forma extraña, meterte tú mismo en un fracaso
para evitar el otro fracaso te da un sentido de control,” le dije a Roger.”
“Suena raro.” Roger se rió.
“Sí, pero es un juego mental aprendido en la infancia.
‘Fracasaré primero antes de que alguien más me fracase.”
Con una mirada de alivio como si sintiese que
comprendía lo que estaba pasando, Roger continuó: “Superar el miedo es lo que
representa para mí unirme al grupo. Estoy viendo nuevas formas en las que este
problema del miedo me ha estado paralizando.
Como cuando algún hombre entra en el salón de la facultad y comenzamos a
hablar.”
“Veo como instantáneamente me cierro y este es un
modelo que puedo remontar al instituto, incluso antes.”
“Siempre me sentí abandonado pero siempre sabía que lo
estaba haciendo. –Yo mismo me
aislaba. La batalla de hacer amigos, hacer el trabajo, me aterroriza. Lo veo,
me animo y luego me echo atrás- Verlo, animarme a ello y luego echarme atrás.”
Luego dijo, sin darse cuenta de la importancia de su
propia idea: “Pero esta vez, siento el miedo. Incluso mientras hablo de ello,
siento el miedo. Siento ese ‘dejarme solo.’ Con todo el estrés que me suponen
esas relaciones, preferiría estar solo. No lo sé, Joe –puede que comenzar en el
grupo sea simplemente pedirme demasiado.”
Roger estaba participando en sesiones de grupo de
forma cautelosa y auto-protectora. Mientras estaba interesado en lo que decían
los otros miembros, ofrecía muy poco de sí mismo. Sin embargo este interés
creciente en los otros hombres le produjo que reevaluase su comprensión de las
relaciones masculinas, particularmente, lo que los hombres podrían ofrecerle.
Me dijo en nuestra siguiente sesión: “Lo que me asusta
es que mi concepto de amistad masculina es totalmente erróneo. No sé lo que es
la amistad masculina real. No sé lo que se supone que se siente, lo que se
supone que parece. ¿Cómo puedo tener una
amistad íntima con un hombre que no es mi pareja?”
“Veo a hombres heterosexuales juntos y pienso: ‘¿Cómo
lo hacen?’ no sé cómo se supone que esos hombres estén juntos.” Se rió, como si fuese una idea absurda y continuó:
“Me da miedo verme implicado con la gente –quiero decir los hombres- porque no
sé lo que debería esperarse de mí. ¿Hacia qué debería estar trabajando? Quiero
decir –No puedo imaginar una amistad íntima sin esos sentimientos íntimos de
estar enamorado. Sin ese enamoramiento. Como cuando tenías 7 años y estabas
loco con tu mejor compinche en el patio de recreo.” Roger estaba expresando una
queja común.
Después continuó hablándome de su miedo más profundo,
un miedo compartido por todos los
homosexuales de la terapia reparativa. Dijo: “Tengo miedo de que las relaciones
maduras y de apoyo mutuo no sexuales de las que siempre hablas no tendrán
ninguna satisfacción emocional. Tengo miedo de tener esos sentimientos intensos
y no poder hacer nada con ellos.
Roger hablaba de “estar agarrado entre lo que se
siente con la ausencia de sentido de la amistad ordinaria y mi enamoramiento
generalmente intenso y romántico.” Confesó: “Tengo miedo de esos dos extremos,
o llegar a ser dependiente o sólo tener
una relación de bla, bla, bla–nada.” Luego desesperadamente: “No sé cómo
conectar íntimamente con un hombre sin esos antiguos e intensos sentimientos.”
Oí un grito de angustia para una dirección práctica.
Le aseguré: “Descubrirás un lugar
equilibrado entre esos dos extremos. Mientras que a veces puedes slip en la
dependencia o atracción erótica, supervisaremos esos sentimientos mientras
tienen lugar.”
Roger movió la cabeza. “Mantener ese equilibrio es
como pedirme que entre en juegos preliminares, pero que no me acueste.
Desarrollar un sabor para lo que es insulso. No suena a cambio positivo sino a
límites arbitrarios.”
Dije: “Como decirle a alguien que está a dieta: ‘mira
la comida, huélela, mastícala… pero escúpela en vez de tragártela.’”
Se rió: “Exactamente.”
“Comprendo,” le aseguré. “Pero ¿Podía sentir realmente
su experiencia? Sentí los límites impuestos por mi propia heterosexualidad. En
este punto, sólo otro hombre ex -gay podía darle a Roger esa empatía especial.
Esto era algo que yo esperaba que
le diera el grupo.
“Si esto es de lo que va toda la homosexualidad,”
continuó Roger, “puedo ver por qué los gays se queman antes de tener los 40. Se
vuelven cínicos con sus relaciones. Un enamoramiento tras otro, y después de un
rato te lleva puesto. Pasas por este ciclo bastantes veces y ya no te importa.
Estos hombres saben que sus relaciones terminarán en un par de años y que
tendrán que volver a la montaña rusa otra vez.
O al menos, si permanecen juntos por la amistad, saben que no serán
fieles. Saben esto sin leer el material
sociológico. Por lo que dicen: ‘Qué demonios, me quedaré en la marca de hasta
los dos o tres años y luego dejo al tío antes de que me deje a mí.’ ”
Suspiró y luego añadió: “No sé la respuesta, Joe.”
Nuestra hora se acabó y con ese pensamiento inacabado
concluimos la sesión. Sabía que Roger sacaría el mayor beneficio de este punto
en la terapia de las relaciones con otros hombres que compartieran su
lucha. Confiaba en que el Padre John y
Charlie me ayudarían.
La semana siguiente Roger entró, se sentó y no dijo
una palabra. Le pregunté: “¿Cómo van las cosas?”
“Rompió en una sonrisa. “No mal. El grupo de anoche no
fue ni la mitad de doloroso que yo pensaba que sería. Nadie se echó encima de
mí.”
“Bien. Entonces, ¿Tenía razón?”
Sonrió abiertamente. “Tenías razón. He sobrevivido.”
Entonces la voz de Roger se volvió seria. “Pero por
otra parte, he estado luchando últimamente. Como el lunes por la mañana me
levanté y me sentía ansioso y deprimido. Un par de cosas me estaban comiendo.
Una de ellas era que el banco cometió un error con mi declaración. Sabía que me
iba a poner triste al arreglarlo si el contador discutía conmigo. “
De repente se puso más intenso y preguntó: “Y es tan
extraño… ¿por qué tengo esta actitud de
gran estrés sobre mi trabajo? Creo que no siento que no sirvo para ser
profesor. Siempre he conseguido resultados decentes y la gente me dice que
estoy haciendo un buen trabajo, pero en lo más profundo de mí todavía siento que no soy bastante bueno para
hacerlo.”
He encontrado que la incapacidad de pedir crédito para
el acercamiento personal es un problema común del homosexual. Los clientes se
quejan generalmente de sentirse débiles e inadecuados, y esto me ha llevado a
comprender la condición homosexual como de déficit de poder personal. No sólo
no tenía apoyo con frecuencia el chico prehomosexual en su desarrollo de
identidad de género masculino sino que con frecuencia no era sostenido en su
sentido de poder personal. En el desarrollo, género y poder están relacionados.
La terapia reparativa es un tratamiento de tipo
iniciador que desafía al cliente a integrar nuevas conductas y actitudes. Roger
ahora necesitaba que se le desafiase a salir de su auto-compasión. Pregunté:
“¿Qué estás haciendo para fortalecerte?”
“Bien. No mucho. Pero surgirá algo que hacer. Estoy
seguro.”
“Eso es pasivo –‘surgirá algo.’ Necesitas tener un
programa.”
Como si estuviera anticipando otra de mis charlas
anteriores, dijo: “Bien, he coincidido un par de veces con mi amigo Tim y
estamos planeando vernos una vez a la semana.”
“¡Bien!” Le reforcé.
La terapia reparativa ha sido criticada por su uso de
las técnicas que se llaman manipuladoras, incluso coactivas. Si dar aprobación
y hacer sugerencias se puede considerar manipulación y coacción, entonces en mi
opinión tales técnicas están justificadas.
Roger cambió de tema: “Estaba el otro día en el
mercado y me acordé de cuando Perry y yo solíamos hacer la compra juntos. Íbamos
siempre a buscar la cena a la fiambrería y panadería de Gelson. Y sentí
melancolía y tristeza, recordando lo agradable que era tener a otro hombre con
quien compartir las pequeñas tareas de la vida. Cuando me iba del mercado,
entró este hombre atractivo y me encontré con la esperanza de que se diera
cuenta de mí.”
“Entonces lo que me golpeó de repente fue que todavía me siento ese niño pequeño que,
cuando ve a un ‘hombre’ –Roger hizo las comillas en el aire- todavía necesita
correr hacia él y conseguir su atención. Todavía soy ese niño pequeño. No es incluso tan sexual, lo creas o no. Es
sólo la necesidad de reconocimiento y atención de un hombre.”
“Eso es verdad,” dije. “La necesidad de atención, si
no es satisfecha en la infancia, conduce eventualmente a sentimientos
homoeróticos.”
Roger continuó, volviéndose su tono melancólico: “Y
todavía tengo un deseo, un sueño, de ser abrazado, poniendo mi cabeza y mi cara
en el pecho de un hombre más grande y más fuerte.”
“Exactamente, y no es necesariamente nada sexual
tampoco –sólo esa calidez, esa seguridad, esa relajación,” le aseguré.
Asintió.
Oyendo el dolor de Roger, pensé en cuántos hombres me
habían dicho que era sólo el abrazo que querían cuando eran niños, pero
mientras se hacían mayores y estaban más expuestos a la escena gay, esta
búsqueda original de ternura y aceptación eran enterradas en encuentros
impersonales y sexuales de forma progresiva.
Muchos estudios documentan la promiscuidad homosexual
masculina. En un gran estudio realizado en 1978, el Instituto Kinsey afirmaba
que el 43 por ciento de los entrevistados había tenido sexo con 500 o más
hombres mientras que el 28 por ciento había tenido sexo con más de 1000
hombres. Mientras que la epidemia del SIDA
ha cambiado estas figuras de alguna forma hoy, todavía pienso que
revelan mucho de la naturaleza de la condición homosexual.
Le recordé a Roger de dónde venía ese sueño suyo.
“Estos sentimientos de calidez y aceptación te fueron negados por tu padre.”
“Sí, ahora cuando veo a mi padre…”
“Mantenlo,” interrumpí. “Antes de ir al padre,
regresemos al mercado. ¿En qué estado emocional estabas antes de ver a ese hombre atractivo?”
“Me sentía solo,” respondió Roger. “Pensando en Perry
y echándole de menos.”
“Sí. Y creo que esos sentimientos te hicieron
particularmente susceptible a ese extraño. Tengo dudas con respecto a si te
habrías arrastrado tanto hacia él si no te hubieras sentido tan solo.”
Roger hizo una pausa, luego dijo con una voz de
sonsonete de duda. “No estoy seguro de que sea eso tan simple.”
“O.K.,” continué: “¿Cómo te habrías sentido sobre ese
hombre atractivo si tu amigo heterosexual Tim hubiese estado
contigo en el mercado? ¿Si ambos hubiesen estado disfrutando de la compañía
mutua y te sintieses conectado?”
Roger consideró mi pregunta: “Bien,” respondió
finalmente, “todavía le habría encontrado atractivo. Quiero decir, todavía me
habría dado cuenta de él de forma definitiva.”
“Bien,” continué: “¿Pero habrías tenido esos
sentimientos desesperados?”
“Bien, veo lo
que quieres decir,” concedió. “No habría tenido ese deseo.”
“Podría haberse dado la atracción e incluso un
sentimiento sexual pasajero. Pero la necesidad habría sido menos intensa con
Tim a tu lado.
“La curación de ese anhelo,” continué: Viene por medio
de tus relaciones con amigos varones. Cuando interiorizas el afecto masculino,
disminuyes la compulsión erótica. De esta forma, lentamente, disminuirá tu
atracción homosexual, será más manejable, menos angustiosa.”
“Sí, creo que tienes razón,” repitió suavemente.
Desde la experiencia, comprendí la tristeza que Roger
estaba sintiendo. Ya sentía nostalgia por ese surge de emoción romántica y
sexual. Había sentido ese lamento desde la infancia y era una parte muy
profunda de él. Ahora había vislumbrado el precio que debía pagar por salir de
la homosexualidad.
Su tono cambió de forma abrupta. “He estado haciendo
lo mejor sobre planear las cosas que
hacer con Tim –jugar al tenis, ir de excursión. Pero tengo que sostenerlo.”
“Exactamente,” coincidí. “Eso es lo que quiero decir
cuando digo que ‘tienes que mantener el fuego encendido.’ Cuando experimentas
un revés como ese sentimiento de deseo
en el mercado, no te quedes parado –sigue moviéndote, vete.”
“Roger se rió. “Lo sé. Como primera impresión, lo que
estás diciendo suena a gilipolleces, pero…” Su tono se volvió triste y
pensativo. “Hacer eso sólo me hace sentir que no soy yo.” Se rió irónicamente.
“Cuando solía jugar al béisbol cuando era niño, si me golpeaba con la pelota o
algo decía: ‘Este deporte es mudo. Lo dejo.’ Veía esos entrenadores de la Pequeña Liga
gritándole a los chicos que se levantasen y volviesen al juego. Odiaba a esos
entrenadores. Pensaba que eran bastardos.”
“Los evitaste y huiste de sus desafíos. Ahora tienes
que pagar a un psiquiatra para entrenarte.”
Roger movía todavía la cabeza por algo que yo decía, o
expresaba ambivalencia sobre la terapia reparativa. Sin embargo, con claridad,
estaba aprendiendo mucho y obteniendo más consciencia de lo que tenía que hacer
para disminuir su homosexualidad.
La madurez por medio de la terapia reparativa es un
proceso en curso. Algunos deseos homosexuales suelen volver a ocurrir durante
periodos de estrés o soledad. Más que de curación,
por tanto, hablo del objetivo del cambio,
en el que hay un movimiento en la identificación del yo. Al mismo tiempo que
puede continuar teniendo sentimientos homosexuales, un hombre ya no se suele
identificar con esos sentimientos. Dentro de esa transformación de significado
esencial, el cliente consigue nuevas formas de comprender la naturaleza de sus
anhelos del mismo sexo. Comienza a ver su problema de forma diferente. Como lo describía un ex –gay: “Durante muchos
años pensé que era gay. Finalmente me di cuenta de que no era un homosexual
sino un heterosexual con un problema homosexual.”
Si el uso de la palabra cambio más que curación parece
pesimista, deberíamos considerar curación como se aplica a otras condiciones
psiquiátricas. Ningún tratamiento psicológico puede conceptualizarse en
términos de curación absoluta. La baja auto-estima nunca es completamente
superada haciendo a un cliente libre de inseguridad. Los alcohólicos nunca se
curan, sino que se les refiere en el estado de transición como en recuperación. Más que centrarse en la
idea de curación, deberíamos pensar en términos de reducción de necesidades
homosexuales por medio de relaciones sanas y no eróticas con hombres. La
curación pasará de libertad parcial a libertad significativa y completa de las
atracciones homosexuales no deseadas.
Para algunos hombres, el matrimonio heterosexual será posible.
La validez de cualquier terapia, no importa el método
del tratamiento ni el objetivo, se encuentra en su efecto en general en la vida
del cliente. La buena terapia debe hacer algo más que aliviar el síntoma específico
por el que el cliente busca el tratamiento al principio. La buena terapia debe
tener efectos positivos que irradien por todos los aspectos de la personalidad
del cliente, todos los aspectos de su situación de vida. Si el tratamiento va
bien para esa persona, le dará un sentido general de libertad y bienestar.
Además de reducir la angustia, el ir a la salud traerá mayor consciencia del
poder intrínseco.
La parte más crítica y con frecuencia más dolorosa de
la psicoterapia para el paciente es mirar honestamente los sentimientos que ha
transferido en el terapeuta de las relaciones anteriores. Este desplazamiento
emocional de sentimientos del pasado se llama transferencia y es quizás el factor más poderoso en la curación de
la psique. El cliente ve al terapeuta con los ojos del niño que fue una vez, y
que hasta cierto punto es todavía. Los sentimientos transferidos incluyen
miedo, ira, reacciones agresivo-defensivas y deseos sexuales.
Durante un largo tiempo, Roger reaccionó conmigo con
sospecha e incluso con hostilidad. Mientras que esas reacciones de
transferencia pueden tener lugar en cualquier relación, la relación
terapeuta-paciente estimula las reacciones de transferencia particularmente
fuertes debido a su naturaleza dependiente, intensa e íntima.
El terapeuta debería ser capaz de tolerar estos
sentimientos transferidos y no debería cortar prematuramente la expresión del
cliente de reacción de transferencia porque le haga sentirse enfadado, incómodo
o avergonzado. Me aseguré de no hacerlo con Roger. Por medio de mi
interpretación gentil y tolerante de la transferencia, Roger se atrevió a
separarse de sus modelos de conducta y percepción que tenía desde hacía mucho
tiempo.
El miedo y la hostilidad son los otros lados de la
transferencia erotizada. Aunque con frecuencia Roger se burlaba de lo que yo
tenía que decir, sin embargo, temía mi crítica. A menudo intentaba protegerse
de los sentimientos positivos que tenía hacia mí escondiéndose tras los
comentarios sarcásticos y expresiones de escepticismo.
Las transferencias negativas deberían ser
interpretadas siempre en la terapia. Desde mi experiencia, las relaciones
tempranas más hostiles y traumáticas con el padre producen la ira reprimida más
intensa en la psicoterapia. Cuando era niño, Roger no obtuvo satisfacción de su
padre impersonal. Como tantos hombres con orientación homosexual, mantuvo la
impresión de que “nunca puedo ganar con ese hombre,” y con frecuencia jugaba a
abogado del diablo en nuestra propia relación.
Por esta razón, los clientes homosexuales nunca
trabajan bien con terapeutas distantes. Los terapeutas adiestrados en el método
psicoanalítico tradicional y enseñados a permanecer –como aconsejaba Freud-
“opacos,” son intolerables para el cliente homosexual. El cliente homosexual desea
y requiere contacto personal auténtico con un hombre emocionalmente presente.
El terapeuta nunca debe ser austero, distante o autoritario.
En mi relación con Roger, había intentado ser el buen
padre –presente emocionalmente, activo y desafiante, pero siempre aceptante.
Mientras pasaban los meses, Roger pasó un modelo
gradual de cambios. Como el péndulo que se balancea que disminuye lentamente su
arco y se detiene finalmente en el centro, Roger encontró finalmente su propia
perspectiva sobre la cuestión de la homosexualidad. Como decía él: “Me
encuentro dejando la identidad gay no por medio de alguna clase de convicción
moral sino por experiencia. No funciona para mí.” Después de dos años de
tratamiento en grupo e individual, se sentía lo bastante satisfecho como para
terminar la terapia.
Durante los años siguientes volvería para revisiones
ocasionales. Ahora tenía un fuerte círculo de amigos heterosexuales y ex –gays
y había superado su vieja dependencia sobre Perry. Cuando tenía una caída, comprendía el por qué
de su conducta. Trazaba una caída a
sentimientos negativos sobre sí mismo y sentía progresivamente que tal conducta
no representaba su verdadera identidad. Como me dijo: “Incluso cuando caigo, sé
exactamente por qué lo estoy haciendo. No es por sexo o amor. En verdad es por
olvidarme de cuidar mis necesidades emocionales correctamente.”
4. ARTÍCULO FUNDAMENTAL A LEER PARA
PROFUNDIZAR ESTE TEMA.
No hay.
5. PREGUNTAS A REFLEXIONAR, TRABAJAR Y RESPONDER EN EL CUADERNO DE TRABAJO EN TORNO A TODO LO LEÍDO:
a. Escribe las ideas fundamentales que has encontrado en este capítulo.
No hay.
5. PREGUNTAS A REFLEXIONAR, TRABAJAR Y RESPONDER EN EL CUADERNO DE TRABAJO EN TORNO A TODO LO LEÍDO:
a. Escribe las ideas fundamentales que has encontrado en este capítulo.
- Hay una trampa que con frecuencia se presenta en los primeros pasos de la terapia –centrarse en controlar los síntomas superficiales más que en resolver las necesidades más profundas. De hecho, centrarse sólo en controlarse a sí mismo –una batalla de auto-engaño, sin ningún tipo de duda –sólo es una forma de evitar el desafío más profundo de establecer amistades masculinas íntimas y no sexuales.
- La relación homosexual está llena de paradojas irreconciliables: miedo, y sin embargo atracción hacia los hombres. Las parejas del mismo sexo suelen comenzar con una percepción irreal de la otra persona, una imagen. Esta imagen representa aspectos de la propia masculinidad perdida del hombre.
Generalmente basada en rasgos superficiales de la personalidad del otro, estas proyecciones están destinadas a conducir al fracaso. Y debido a que estas relaciones se basan en proyecciones deseables, la pareja tiene dificultad en moverse más allá del estado de infatuación romántica hacia la formación del compromiso monógamo estable.
- Cuando busca contacto erótico con otro hombre, el homosexual intenta ganar una parte perdida de sí mismo. Pero como esta atracción procede de un déficit personal, no es completamente libre para amar al otro.
- El gay con frecuencia pone la esperanza en el sueño de un amante futuro. De hecho, vemos estadísticamente que las parejas homosexuales casi nunca permanecen monógamas y fieles. Sin embargo, la relación madura significa aceptar las limitaciones inevitables impuestas por la elección de un compañero para toda la vida y creando lo que se puede crear desde la relación.
- Cuando nos sentimos agobiados, aburridos, irritables, ansiosos o depresivos, estos sentimientos son signos que nos dan nuestros cuerpos de que estamos fuera de contacto con nosotros mismos.
Cuando se está fuera de contacto consigo mismo, la masturbación es una forma de volver a ponerse en contacto consigo mismo, una forma de volver a sentir el cuerpo. La mente se dispersa mientras todo el cuerpo se concentra en el orgasmo. La masturbación, como comer mucho y otras conductas adictivas, tienen una función unificadora.
- Nuestra cultura andrógina ha perdido apreciación por la necesidad de los chicos de ser apoyados por su propio sexo. A los clubs y equipos de chicos se les obliga ahora a integrar a chicas, descuidando la necesidad real del chico de ganar masculinidad. Los chicos tienen una necesidad natural de rechazar a las chicas –al menos durante un cierto periodo de años de su desarrollo –para prepararse para acercarse a las mujeres en la madurez.
- La incapacidad de pedir crédito para el acercamiento personal es un problema común del homosexual. Los clientes se quejan generalmente de sentirse débiles e inadecuados, y esto lleva a comprender la condición homosexual como de déficit de poder personal.
No sólo no tenía apoyo con frecuencia el chico prehomosexual en su desarrollo de identidad de género masculino sino que con frecuencia no era sostenido en su sentido de poder personal. En el desarrollo, género y poder están relacionados.
- La madurez por medio de la terapia reparativa es un proceso en curso. Algunos deseos homosexuales suelen volver a ocurrir durante periodos de estrés o soledad. Más que de curación, por tanto, vale la pena hablar del objetivo del cambio, en el que hay un movimiento en la identificación del yo. Al mismo tiempo que puede continuar teniendo sentimientos homosexuales, un hombre ya no se suele identificar con esos sentimientos.
Dentro de esa transformación de significado esencial, el cliente consigue nuevas formas de comprender la naturaleza de sus anhelos del mismo sexo. Comienza a ver su problema de forma diferente.
- Más que centrarse en la idea de curación, se debe pensar en términos de reducción de necesidades homosexuales por medio de relaciones sanas y no eróticas con hombres. La curación pasará de libertad parcial a libertad significativa y completa de las atracciones homosexuales no deseadas. Para algunos hombres, el matrimonio heterosexual será posible.
b. ¿Tomas iniciativas en lo social? ¿Por
qué?
Desde luego, siento gran interés en conocer a las personas, tener muchos amigos, ser más abierto, extrovertido, espontáneo... lo que más anhelo respecto a las relaciones sociales es la oportunidad para divertirme muchísimo y recuperar todo el tiempo que aquella enfermedad me quitó.
Estoy dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias para recuperar mi vida.
De a poco conozco más personas, será cuestión de tiempo para que logre edificar un sólido grupo de amigos, yo siempre busco las oportunidades para ello, y ya no me dejo amedrentar tan fácilmente por los miedos e inseguridades.
Toda persona existente es un gran universo por explorar, y vale muy la pena adentrarse en esa gran aventura.
c. ¿Cuáles son tus principales miedos y dolores en tu vida?
Sin duda que mi mayor temor es dejar de existir, tengo tanto que hacer, tanto que conquistar, tanto que descubrir, mucho que vivir... el tiempo límite es un gran obstáculo a remover...
Mi mayor sufrimiento en la vida ha sido el TOC que equivale a vivir en el infierno.
Desde luego, siento gran interés en conocer a las personas, tener muchos amigos, ser más abierto, extrovertido, espontáneo... lo que más anhelo respecto a las relaciones sociales es la oportunidad para divertirme muchísimo y recuperar todo el tiempo que aquella enfermedad me quitó.
Estoy dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias para recuperar mi vida.
De a poco conozco más personas, será cuestión de tiempo para que logre edificar un sólido grupo de amigos, yo siempre busco las oportunidades para ello, y ya no me dejo amedrentar tan fácilmente por los miedos e inseguridades.
Toda persona existente es un gran universo por explorar, y vale muy la pena adentrarse en esa gran aventura.
c. ¿Cuáles son tus principales miedos y dolores en tu vida?
Sin duda que mi mayor temor es dejar de existir, tengo tanto que hacer, tanto que conquistar, tanto que descubrir, mucho que vivir... el tiempo límite es un gran obstáculo a remover...
Mi mayor sufrimiento en la vida ha sido el TOC que equivale a vivir en el infierno.
6. PROPUESTA DE EJERCICIOS PRÁCTICOS
A REALIZAR PARA LLEVARLO A LA VIDA COTIDIANA. ESCRIBE LAS CONCLUSIONES DE ESTOS
EJERCICIOS EN TU CUADERNO.
a. Habla de cuáles son tus dificultades frente a las situaciones sociales.
Aún tengo algunas inseguridades, pero no son muy relevantes, no tienen la fuerza suficiente para paralizarme o hacerme desistir del objetivo que persigo en ese sentido. Soy muy hábil en relaciones sociales, poseo gran capacidad de empatía y escucha, se dirigir conversaciones y hacer que las personas se interesen por mi.
Soy excelente haciendo amigos porque soy un gran amigo y porque me intereso genuinamente en los demás.
Las inseguridades son producto del TOC, así que en ausencia de éste, también se esfuman esos espejismos.
b. Comenta qué te hace pensar esta historia y qué cosas puedes aprender para tu vida.
Es la historia que ha llamado más mi atención porque sintetiza a grandes rasgos la totalidad del proceso de recuperación desde su inicio hasta su fase final.
La historia toca cuestiones que son de alta relevancia en la TRH: como la autoestima, los problemas de asertividad (pasividad), la dependencia emocional, las adicciones, los pensamientos sexuales obsesivos, la exclusión defensiva, la alienación... todos estos ítems terapéuticos han sido expuestos en forma práctica a través de la vida de Roger y me han brindado una visión más amplia del asesoramiento psicológico en esos campos, así como las diversas herramientas que se emplean para su resolución.
Dado que no tengo AMS ni conflictos con la masculinidad pues es poco lo que puedo extraer para tratar mis problemas personales, pero este conocimiento me permite entender y ayudar con más eficacia a mis amigos con AMS más allá de las restricciones que mi propia heterosexualidad me impone.
Me quedó sonando la frase: "la masturbación usualmente cumple una función unificadora", es algo en lo que no había pensado, o si lo había hecho pero no en esos términos tan exactos, una gran enseñanza para compartir con los hermanos.
a. Habla de cuáles son tus dificultades frente a las situaciones sociales.
Aún tengo algunas inseguridades, pero no son muy relevantes, no tienen la fuerza suficiente para paralizarme o hacerme desistir del objetivo que persigo en ese sentido. Soy muy hábil en relaciones sociales, poseo gran capacidad de empatía y escucha, se dirigir conversaciones y hacer que las personas se interesen por mi.
Soy excelente haciendo amigos porque soy un gran amigo y porque me intereso genuinamente en los demás.
Las inseguridades son producto del TOC, así que en ausencia de éste, también se esfuman esos espejismos.
b. Comenta qué te hace pensar esta historia y qué cosas puedes aprender para tu vida.
Es la historia que ha llamado más mi atención porque sintetiza a grandes rasgos la totalidad del proceso de recuperación desde su inicio hasta su fase final.
La historia toca cuestiones que son de alta relevancia en la TRH: como la autoestima, los problemas de asertividad (pasividad), la dependencia emocional, las adicciones, los pensamientos sexuales obsesivos, la exclusión defensiva, la alienación... todos estos ítems terapéuticos han sido expuestos en forma práctica a través de la vida de Roger y me han brindado una visión más amplia del asesoramiento psicológico en esos campos, así como las diversas herramientas que se emplean para su resolución.
Dado que no tengo AMS ni conflictos con la masculinidad pues es poco lo que puedo extraer para tratar mis problemas personales, pero este conocimiento me permite entender y ayudar con más eficacia a mis amigos con AMS más allá de las restricciones que mi propia heterosexualidad me impone.
Me quedó sonando la frase: "la masturbación usualmente cumple una función unificadora", es algo en lo que no había pensado, o si lo había hecho pero no en esos términos tan exactos, una gran enseñanza para compartir con los hermanos.
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