Historias de personas homosexuales: CHARLIE - LA BÚSQUEDA DE LA MASCULINIDAD
FICHA 4. 4
1. TEMA DE LA FICHA: SANAR LA HOMOSEXUALIDAD
2. OBJETIVOS A CONSEGUIR:
a. Conocer el proceso terapéutico desde las historias de
casos
b. Contactarse con la propia historia desde experiencias de
otros.
3.
DOCUMENTO A TRABAJAR:
DOCUMENTO Nº. 4 HISTORIA
DE CASOS DE LA TERAPIA REPARATIVA, de Joseph Nicolosi.
CAPÍTULO: 4. Charlie : La búsqueda
de la masculinidad.
Uno de los hombres más inteligentes e introspectivos que he tenido el
privilegio de conocer fue Charles Keenan, o Charlie, como me pedía que lo
llamase. Charle tenía una ligera estructura y algo de amaneramientos afeminados
pero esto no indicaba ciertamente debilidad de carácter. Charlie era un hombre
de fortaleza inusual y de claridad de propósito.
Con treinta y dos
años, Charlie era cabeza de una biblioteca biomédica universitaria en la que
había trabajado durante varios años. Era culto, bien hablado y muy educado.
En la primera
sesión de Charlie cruzó la sala y se sentó rápidamente como alguien que sabía
exactamente lo que quería. “En los últimos diez años he tenido muy poco flirteo
con el mundo gay,” dijo. “Durante un año he tenido una relación gay. Un chico
llamado Derek. No es una mala relación –nos tratamos mutuamente bien- pero
quiero algo más en la vida. Puedo ver que esto no lo es todo en ella.”
“¿Qué quieres
decir con ‘todo en ella’?” Le pregunté.
“No tengo esposa,
no tengo hijos y no tengo la clase de relación con la que quiero envejecer.”
“¿Y qué tipo de
relación es la que estás buscando?”
“Bien, sólo pienso
que falta algo en lo que un hombre puede darle a otro.”
Hizo una pausa y
suspiró, intentando encontrar las palabras adecuadas para continuar. “Ya sabes,
la mayoría de los gay que he conocido insisten en que los homosexuales nacen
así. Pero no puedo evitar verlo como un insulto a mi dignidad cuando se me dice
que soy así debido a algo genético. He
sido parte del mundo gay bastante tiempo como para decirte que cuando un hombre
anhela la masculinidad tan mal que tiene que intentar aspirar la de otro
hombre, entonces existe –innegablemente- un gran problema.
“No quiero ser
gay,” continuó con ira. “Nunca creeré que eso ha sido determinado para mí de
forma genética.”
Encendí mi pipa y
me incliné hacia delante, impaciente por oír más de lo que este hombre trataba
decirme.
He leído mucho
sobre la homosexualidad,” dijo Charlie. “Trabajar en la biblioteca de la Universidad me ha dado
la oportunidad de leer docenas de volúmenes sobre la materia.” Se rió de forma
ahogada. “Paso mi hora del almuerzo alrededor de la sección WM 16. De hecho,
uno de los libros que he leído es tu Terapia
Reparativa de la
Homosexualidad Masculina. Me ayudó mucho y decidí
llamarte cuando averigüé que estabas aquí en el área de Los Ángeles.”
“Me alegro de que
te ayudase,” le dije. “¿Qué tal con el síndrome del déficit de identidad de
género masculino, que describo en él? ¿Refleja tu propia experiencia de forma
exacta?”
Charlie se rió.
“¡Es la historia de mi vida!”
“Bien, háblame de
ti mismo, entonces. Comencemos con tu infancia.”
Ambos nos sentamos
en nuestras sillas y nos pusimos cómodos. Charlie suspiró y miró afuera de la
ventana. “Ya sabes, mirar a tras a mi infancia, dijo, “Puedo ver que nací
artista, puede que un poco sin aserción.”
Podía ver que él
estaba impaciente para hablar pero encontrar las palabras adecuadas era una
lucha evidente. “Creo que no tenía los… los compinches usuales masculinos
porque era… diferente, más en la parte sensible. Tuve una operación de rodilla
cuando era joven, que me dejó un poco blando y que me impidió hacer muchas
cosas masculinas –todo ese béisbol solar.
Pero no creo que nada de eso en sí mismo signifique que tenía que ser
homosexual.”
“Estoy de
acuerdo,” dije. “Muchos chicos prehomosexuales encajan en la imagen que me has
dado –sensible, sin agresividad, estando excluido de las actividades
masculinas. Pero algunos otros chicos que crecen heterosexuales encajan también
en esta imagen. Algo más que eso hace que un chico sea homosexual.”
“Bien,” continuó
Charlie, riéndose, “Me temo que tenía algo más –tenía la base homosexual
clásica. Fui educado en una casa de mujeres, con una madre que me mimaba, una
abuela dominante y dos hermanas mayores. Mi padre decidió básicamente muy
temprano: ‘No puedo manejar esta familia. Estaré alrededor, pagaré las facturas
pero no me voy a implicar en absoluto con nada de esta casa.’ Así que no tuvo
ninguna relación profunda con ninguno de nosotros. Era básicamente un hombre
bragazas y agradable pero un extraño.”
Después de una
breve pausa Charlie prosiguió: “Estoy seguro de que mi padre tenía sus propias
inferioridades privadas. Algo le iba
mal. Fuera gay o no, tenía algún problema con su masculinidad, porque
ciertamente no sabía cómo dirigirse como hombre en su propia casa. Realmente
dudo de que supiera qué hacer con un hijo. Tiene este niño pequeño y piensa:
‘¿Qué demonios hago con éste?’
Mi madre y mi
abuela me convirtieron en un mariquita.
Leía, dibujaba, me quedaba en casa –ya sabes, todo lo clásico. Se podría
decir que durante muchos años mi madre me absorbió.
Condujo mi vida para sus propios propósitos. Su relación con su propio padre
fue horrenda, también con su hermano y luego con su marido. Así que yo era el
nuevo varón pequeño, el moldeable, sobre el que ella podía resolver toda su
mierda. Ella quería la clase de relación con un varón que no había tenido antes
por lo que me cogió para sí misma y me secó.”
“Imagino que nunca
quisiste estar de nuevo cerca de una mujer,” comenté.
“Bien, en verdad,
he tenido un par de novias. Pero todas las mujeres con las que quedaba eran
como mi madre. Yo no tenía identidad, dignidad, límites con mi madre. ¡Y
rechazo casarme con mi madre!” Riéndose, dijo: “Las pick perfectamente. Siempre
me encuentro atrapado en lo que tú te has referido de forma apta como el rol
del buen chico.”
Continuó: “Lo
odio. Me quitaron la vida siendo ese chico bueno.” Aporreó su puño en el
apoyabrazos de la silla, expresando su cara ira y vergüenza.
“¿Cuándo te diste
cuenta de que eras homosexual?”
Charlie suspiró y
se relajó en los profundos cojines, cerrando los ojos por un momento. “Tenía
alrededor de 13 años,” dijo. “Me invitaron a una fiesta de acampada con un
grupo de adolescentes. Me invitaron porque yo estaba con las chicas y pensaban
que yo podría ser un “in” para ellos. Pero entonces el semental del grupo, se
hizo realmente amigo mío, tuvimos sexo, y ¡bingo! ¡Aquí soy aceptado por el
semental! Tengo esta relación especial con el líder del grupo. Cuido de sus
necesidades sexuales y me protege.
Interpreté: “El
sexo se convirtió en tu entrada rápida en el mundo de los hombres.”
“Así es,” dijo.
“Así que aquí me siento como un hombre, soy uno de ellos. Había descubierto una
forma de relacionarme con este chico. Siempre le había admirado desde la
distancia. No sabía lo que iba a pasar pero pensé, lo mismo da… y… tenía que
admitir que era bastante excitante.”
“¿Así que tuviste
sexo con hombres desde ese momento?”
“No realmente.
Pasaron unos años más antes entrar en el
mundo gay. Tuve un par de relaciones con mujeres en la universidad pero este
tipo particular, Andy, estaba todavía en mis fantasías. De hecho, me gustaba
pensar que se unía a nosotros.
Yo estaba confundido. “¿Quieres
decir que mientras hacías el amor con tu novia, te imaginabas que tenías sexo
con Andy? “
“No. Andy estaba allí apoyando
lo que yo estaba haciendo. Animándome.”
“Eso es interesante. Creo que
esta fantasía de Andy estaba sosteniendo simbólicamente en verdad tu identidad
masculina herida,” le dije.
“Bien, puede que sí. Porque
imaginaba que él estaba al otro lado de la cama animándome y…” buscaba la
palabra, “me animaba a tener sexo con
mi novia. Me decía que yo era un semental, que estaba haciendo lo correcto y
que me aclamaba mientras lo hacíamos.”
Clarifiqué: “Este hombre de
fantasía sirve de apoyo que repara simbólicamente tu déficit de identidad
masculina.”
“Creo que es como dices,”
concedió Charlie. “Porque yo estaba allí
para ella, y hasta cierto punto disfrutaba… pero de alguna forma necesitaba a
Andy.
Charlie podía tener relaciones
heterosexuales pero necesitaba la imagen de la masculinidad de otro hombre. Su
utilización de la fantasía de Andy revelaba una forma en que se utiliza la
terapia reparativa para sanar la masculinidad herida de un hombre. Me dio
también una forma de expresar lo que haríamos en esta terapia.
“Charlie, toda esta terapia será
la actualización de ese hombre de fantasía desde dentro de lo más profundo de
tu propia psique. Por lo que lo encontrarás dentro y no tendrás necesidad de de
tomar sexualmente la masculinidad de otro hombre.”
“Encontrarle dentro. Me gusta
esa idea. Dibujar sobre lo que ya soy
pero no he actualizado.” Charlie dijo que quería pensar algo de esa idea, y con
eso en mente, cerraríamos nuestra sesión.
La semana siguiente decidimos
trabajar en algunos aspectos de la infancia. “Ya sabes, Joe, cuando era niño
fui engañado,” dijo. Se sentó en el borde de la silla. “Se podría decir que
siendo el niño de mi madre fue como fui engañado.”
“He pensado mucho en lo que
dijiste en la última sesión. De una forma,” hizo un gesto forzadamente en el
aire con su cigarrillo, “en una forma, he continuado engañándome metiéndome de
lleno en relaciones gay y no desafiándome a llegar
a ser uno de esos hombres de los que me enamoro.
“Nací hombre. Es mi identidad y
es algo que quiero ser, completamente.” Se inclinó hacia delante, subiendo la
voz con frustración. “No es que no me gustase nunca la idea… Sólo que me he
sentido inseguro de mi masculinidad. ¿Sabes lo que quiero decir? Siempre he
sentido de alguna forma que era excluido del club de los hombres.”
“Realmente quiero cambiar ese
sentimiento. Quiero reivindicar el sentido de masculinidad que envidio a los
demás y quiero dejar de admirar a los demás hombres. Pero ¿sabes qué es lo que
me pone más enfadado?” Puso debajo el cigarrillo y habló enfáticamente: “La
sociedad, la psicología, el mundo gay –quieren decirme que nací deseando a otros
hombres. Yo no nací así; ¡es una herida que se me ha infligido!”
Mientras escuchaba, no podía
evitar sentir admiración por la adquisición bien merecida de auto-comprensión
de este brillante joven. Había luchado y se había cuestionado a sí mismo y lo
que pensaba no era una opinión que le haría ganar amigos en el mundo gay.
“Como te explicaba, mi trabajo
me ofrece la oportunidad de leer muchos libros de homosexualidad,” dijo
Charlie. “Muchos de los libros más viejos de psicoanálisis encajan realmente mi
experiencia. La familia clásica de padre inadecuado y madre sobre-protectora.
El niño al que no le gustaban los juegos duros y de voltereta. Pero si lees los
libros recientes de psicólogos gay pensarías que todo el mundo está de acuerdo
en que la homosexualidad es innata, imposible de cambiar y en todos los
sentidos, tan normal como la heterosexualidad. ¿Cómo puede ser normal?” Su voz
se elevó y se movió hacia una profanidad de enfado. “Ya sabes, Joe, ¡la Madre Naturaleza
no hizo un pene para entrar en un ano! ¡Es enfermo! ¡Es pervertido! Incluso en
el mundo animal… cuando un perro monta a otro, es por dominio y no algo que
haría si hubiese una perra en celo que pudiese tener.”
Charlie se rió y se sentó
cómodamente en los cojines de la silla. Entonces suspiró, miró alrededor y dijo
de forma dañosa y en voz baja: “¿Quieres oír un chiste verde? ¿Sabes por qué
los científicos no han encontrado una cura para el SIDA todavía? ¡Porque no
pueden hacer que esos pequeños ratoncitos blancos jodan de forma extrema!” Charlie parecía encantado consigo mismo por
la expresión no característica de profanidad.
Le dije: “Ya sabes, es verdad, a
veces se ve la conducta montante en los animales. Pero ninguna especie animal prefiere la homosexualidad. En lo que se refiere a la homosexualidad en otras
sociedades, todas las culturas favorecen fuertemente a la heterosexualidad.”
Ahora sentía una necesidad
intensa de expresar mis convicciones mientras Charlie tenía un momento antes:
“Los portavoces gay dicen que somos presuntuosos en usar nuestros valores
cuando decidimos si algo es normal. Pero entonces, ¿dónde diseña la sociedad la
línea de la normalidad? ¿No crees que la pedofilia le parece normal al que
abusa de los niños?”
“No lo sé,” dijo Charlie. “Es
una pregunta interesante. ¿Sí?”
“Hubo un artículo en un trabajo
de 1990 del Diario de la Homosexualidad ,” le
dije. “Un tercio de los pedófilos reclamaba en él que su deseo sexual con niños
era una parte natural de su constitución. Sentían que era ‘innato’, un ‘hecho
de la naturaleza,’ ‘inherente a ellos,’ y así, y lo explicaban diciendo:
‘Simplemente soy así.’ ” Porque creían que nacieron de esa forma, sentían que
no podían cambiar. Por lo tanto dijeron que tenían el mismo derecho que las
demás personas a buscar la expresión de su sexualidad.”
“Es increíble,” dijo Charlie.
“Ahora no estoy poniendo a la
homosexualidad al mismo nivel que la pedofilia,” dije. “Los gay consienten a
sus parejas adultas. Pero ambas condiciones
son justificadas erróneamente por la reivindicación de que lo sienten normal.”
Charlie aporreó su puño a su
rodilla y me miró atentamente. “¿No proclaman nuestros cuerpos la sabiduría de
la naturaleza con su diseño? “¿No se supone que estamos llamados a vivir la
complementariedad natural de varón y hembra? ¿No debería esto demostrar
perfectamente, el sentido obvio para
todos?”
“Cualquier hombre con esa
visión,” resumí, “no estará satisfecho nunca siendo gay.”
La semana siguiente, Charlie
decidió hablarme de sus terapeutas anteriores. Estaba impaciente por expresar
sus frustraciones.
“He estado con tres terapeutas
en los últimos cinco años,” dijo. “El primero estoy seguro de que era gay
aunque nunca lo dijese. Me dijo que yo era gay y que debía aceptarlo. Se
mantuvo diciéndome que fuese al Centro de Servicios de la Comunidad Gay y
Lesbiana para hacer un círculo de amigos en la comunidad gay. Fui varias veces
y la gente que conocí allí era agradable pero sentía mucha lástima de ellos. En
verdad no podía relacionarme con ellos ni ir adonde iban.”
“Ese psicólogo no tenía idea de
por qué me podría sentir atraído por los hombres y no quería ayudarme a
explorar el asunto. Decía: “No necesitamos saber por qué un hombre es heterosexual, ¿verdad? Así que ¿por qué
deberíamos preocuparnos de por qué eres homosexual? Evitó totalmente discutir
cómo pudo haber contribuido la relación con mis padres. Antes de dejarle, le
dije: ‘Mira, necesito que me ayudes a ir adonde yo quiero conducir mi vida, no adonde tú crees que deberías llevarme.’ Por supuesto, sentía que yo estaba
negando una parte integral de mi naturaleza.”
“Mi segundo terapeuta fue un
joven heterosexual. Decía que yo era afortunado por ser bisexual ¡porque tenía
más compañeros sexuales dónde elegir!” Una risa larga. “¡Tremenda idiotez!
¡Olvídalo! Luego encontré a una terapeuta, una mujer cristiana de buenos
pensamientos. Intentó ayudarme a superar mi homosexualidad pero simplemente no
sabía cómo. ¡Gasté mi dinero enseñándole lo que sabía de lo que había leído!
Finalmente descubrí tu libro y acudí a ti.”
Le dije: “Charlie, estoy
asombrado por lo que sabes de tu condición. De lo que significa y de donde
viene.”
He contestó: “Estoy asombrado de
cómo los demás que están en mi lugar no parecen
saber o no quieren saber. Les he
preguntado a muchos gay: ‘¿Por qué crees que eres gay?’ No quieren hablar de
ello- ¡Tienen un miedo mortal!”
Pensaba durante un momento y
luego dijo: “Elegir vivir el estilo de vida gay es como un último recurso –una
forma conveniente de tener contacto con alguien. Pasé demasiados años para
averiguar que lo que vivo es un acceso rápido. Pude seguir así, seguir
haciéndolo pero me di cuenta de que no soy el tipo de gente que conforma algo
para siempre.”
Entonces Charlie verbalizó un
asunto nuclear de la condición homosexual: “Siempre he sabido que tengo un
problema de intimidad tanto con hombres como con mujeres y sé que tiene que ver
con mi homosexualidad pero no estoy bastante seguro de la conexión.”
Continuó: “Mi mayor problema es
sentirme solo todo el tiempo. Desconectado. Aunque estoy rodeado de gente todo
el día en el trabajo, vivo en un aislamiento emocional. La semana pasada me
sentía vacío, ansioso como jalea. No tenía la menor ambición de hacer nada y
todo el trabajo parecía demasiado esfuerzo.
Una expresión de desespero
asumió su cara atractiva y gentil. Esperé a que dijera algo más. Se suspiró y
continuó: “He tenido éxito recientemente al evitar contactos homosexuales… pero
¿puede que mi éxito se deba simplemente a la edad y a la disminución de la
libido? Sonrió arrepentido.
En su pequeño chiste oí una
tendencia clara a desacreditarse, a no darse crédito por sus logros. Muchos
homosexuales en tratamiento son lentos para darse crédito por lo que han
conseguido. No se les ha enseñado a reconocer su poder personal.
Charlie suspiró impacientemente
y me miró directamente a los ojos: “Estoy sin sexo pero estoy solo y… quiero
saber cómo puedo dejar de tener sexo con hombres para siempre. Es demasiado
difícil hacerlo por voluntad escarpada.”
“Me alegra que te des cuenta de
eso,” le dije.
“Me siento demasiado vacío,
demasiado cansado, demasiado cansado. Como en un callejón sin salida.”
“Este vacío,” le dije, “es una
tapadera de una energía sin explotar que está bajo la superficie. Si no entras
en contacto con esa energía y diseñas en ella, caerás en una depresión a toda
escala y luego ¿qué crees que sucederá? Le avisé. “La depresión es la calma
antes de la tormenta de relaciones sexuales de nuevo.”
“Eso lo sé muy bien,” asintió
Charlie. “Puedo imaginarme golpeando los bares si no hago algo para conseguir
ser reconectado. Espero que puedas ayudarme a encender el fuego adecuado y
montarme en el tren otra vez. Gracioso –aunque sé mucho de mi problema
intelectualmente, todavía no me siento curado emocionalmente.”
Bien, Charlie, el tiempo se ha
acabado hasta la próxima semana. Pensemos en esa paradoja hasta la próxima
sesión. Porque sí, tienes razón; hay un mundo de diferencia entre hacer el
cambio intelectualmente y hacer el cambio emocionalmente.
Cuando nos encontramos otra vez
el siguiente martes, Charlie continuó con la discusión de la semana anterior.
“Ya sabes, tenías razón cuando me dijiste que era demasiado duro conmigo mismo.
Es parte de mi problema. Nunca me doy crédito por nada. Lo paso mal
acariciándome. Me estimulo con una idea nueva y luego dejo caer la pelota,
cuestionándome a mí mismo a posteriori, y creo toda clase de dudas y miedos que
sé que son innecesarios e irreales. Siento un embotamiento constante, una
herida profunda en mi interior.”
Entonces confesó: “Una de las cosas
que me hace volver a paralizarme y a deprimirme es que parece que no sé cómo
dejar a mis padres, hablando emocionalmente. Cómo cortar el cordón umbilical y
todavía…” Buscaba las palabras adecuadas, “ser su amigo.”
“Tener una relación con ellos
pero no como niño,” clarifiqué.
“Sí. Tener algún tipo de
relación igual con ellos.” Pensó durante un momento, luego añadió: “No sé cómo
ser real, ser yo mismo a su alrededor. Cómo relacionarme de forma genuina. No
estoy seguro de cuáles son mis sentimientos hacia ellos.”
Mientras comenzaba a confrontar
cómo no había sido tratado honestamente por sus padres, Charlie entró en una de
las fases más dolorosas de la terapia reparativa. Fuera de sus necesidades
narcisistas, sus padres, especialmente su madre, le había requerido que fuera
el buen chico y de esa forma comprometer su propio desarrollo autónomo
masculino.
La herida que tienes dentro viene de darte cuenta de que no fuiste
reconocido como individuo,” le dije. “En algunas cosas, fuiste descuidado y en
otras, demasiado mimado. Tus padres no te dieron un sentido fuerte de quién
eras.” Es esta clase de infancia que ha llevado a los autores Leanne Payne y
Colin Cook a describir al homosexual como huérfano.
“Quizás sea eso,” dijo. “Intelectualmente me siento seguro de mí mismo
pero emocionalmente… he sentido de alguna forma que no soy nada. No soy nadie y
eso me pone furioso…”
Le dije: “Volver y reclamar tu verdadera identidad significa comenzar a
trabajar tu camino de retorno a través de la herida.”
“¿Qué hay de mi ira?” Preguntó. “También tengo mucha ira.”
“Por supuesto. La ira es una defensa contra la herida, la injusticia.
Por eso muchos de los hombres están enfadados. Su ira no es sólo por la
intolerancia de la sociedad con la homosexualidad. Viene de su consciencia, en
algún nivel profundo, esa parte de su identidad esencial les fue arrebatada en
sus primeros años de vida.”
“¿Pero cómo reconozco estos sentimientos de ira hacia mis padres?
¿Tengo que repudiarlos emocionalmente?”
“No creo que puedas repudiarlos,”
le dije. “La tarea es ser un adulto con
ellos, no un niño pequeño manipulado por
ellos.”
Suspiró y dijo: “Me siento paralizado cuando pienso en lo que reside
delante de mí.”
Le dije: “Esta es una fase crítica y de transición de tu terapia. Ya no
eres el niño manipulado pero todavía no sabes cómo ser el adulto autónomo.”
“Ahí es exactamente donde estoy,” asintió. “¿Cómo puedo llegar a ser un
adulto en la relación con mis padres? Sé que no puedo cambiar a mis padres.
Cuando era niño nunca pude conseguir que me reconociera de ninguna forma. Puede
que si le hubiera acompañado a practicar los deportes que le gustaban a mi
padre –amaba bajar por las aguas bravas del río y pescar. No fui con él sino un
par de veces porque no me gusta aplastar los mosquitos toda la noche y escuchar
a los coyotes aullar en los arbustos…
Cuando empecé a negarme a acompañarle en sus viajes creo en verdad que sintió
que le rechazaba. De alguna forma, creo que fue culpa mía que me dejara con mi
madre y mis hermanas.”
“Si centras tu terapia en cambiar a tu padre sabotearás tu tratamiento.
Probablemente no puedas cambiar a tu padre pero puedas cambiar cómo
relacionarte con él. No quieres establecerte a ser frustrado porque eso te
llevará-”
“De vuelta a algún otro tipo y
eso es lo que no quiero volver a hacer,” dijo abruptamente.
“Y regresarás la próxima semana
con los mismos problemas,” añadí.
“Tienes razón.” Entonces, añadió
pensativamente. “Tan pronto como le doy la espalda a tratar con mi padre,
afronto los problemas de nuevo. Puedo olvidarlo por un momento, sacar la lucha
de mi mente, pero está claro que perdiendo el tiempo, que eventualmente voy a
tener que tratar este problema. Si no cambiándolo a él, cambiando la forma de
relacionarme con él.”
Sentía la presión que Charlie se
ponía sobre sí mismo y sentía que necesitaba volver a darle seguridad: “No es
algo que tengas que resolver instantáneamente. La gran ventaja de esta terapia
es que hay muchas formas de progresar –actividad física, desarrollo de amistades
masculinas sanas, empezar un diálogo basado en el respeto con ambos padres. Hay
muchos desafíos que te harán progresar.”
“Porque acabo de sentirme tan
golpeado…”
“La naturaleza activa e
iniciadora de la terapia reparativa enfatiza los desafíos diarios del mundo,”
le expliqué. “Pero cuando estás golpeado en un nivel consciente, mira en el
inconsciente. Pon atención a lo que comes up en tus sueños.” Aunque Charlie se
sentía estancado, tenía mucho que aprender de la corriente oculta que fluye de
su inconsciente.
Considerando mis palabras,
Charlie dijo de repente: “Anoche tuve un sueño raro, que puedo recordar sólo de
forma vaga. Lo estaba pasando mal intentando centrarme en él cuando me
desperté, fue tan breve…” Dudó, luego dijo: “¡Ah! Vuelve. Estoy desnudo delante
de mi padre.”
Me miró y me dijo: “Eso fue
todo.”
“¿Ningún sentimiento?” Le
pregunté.
“No, ninguno en particular.” Se
encogió de hombros.
“¿Había algún sentimiento
sexual?”
“Nada. Sólo una actitud objetiva
de ‘Aquí estoy.’ ”
“¿Cómo interpretas este sueño?”
“No tengo ni idea. Nunca antes
había soñado algo así.”
“¿Qué podrías estar intentando
decir estando desnudo delante de tu padre?”
Respondió: “Este soy yo. ¡Quiero
que me mires!”
“Este sueño tiene un tema
reparativo,” le dije. “Es un intento de auto-curación. Tu padre representa la
masculinidad que nunca afirmó en ti. La afirmación masculina que te habría
gustado tener. Le dices: ‘¡Mírame! ¡Mírame por lo que soy! Soy un hombre,
¡reconóceme!’ Eso es lo que quieres. Creo que es un sueño importante que
representa exactamente lo que quieres alcanzar aquí en la terapia.”
Charlie sonrió. “¡Precisamente!
La imagen es en verdad tan simple pero tan perfectamente simbólica. Eso es
exactamente lo que quiero.” Una mirada de maravilla cruzó su cara. “Es
asombroso. En algún nivel de mi psique sé lo que necesito y ya estoy
esforzándome en ello.”
Se rió. “Creo que no estoy tan
golpeado como creo que estoy.” Y con esa frase concluyó nuestra sesión.
Unas pocas sesiones después
Charlie recordaba cómo, cuando era jovenzuelo, había aceptado tener relaciones
sexuales con un chico mayor. Entonces, con vergüenza considerable, admitió que
este no había sido simplemente un incidente de una vez sino de hecho un patrón
regular. Ahora intentaba volver a entrar en el mundo de ese niño pequeño- ¿Qué
había buscado?
Me preguntó: “¿Qué hace que un
chico haga eso, Joe?” El dolor y la vergüenza todavía estaban en su cara.
“Se tenía que hacer algo, se
tenía que satisfacer alguna necesidad,” le respondí.
“¿Pero por qué así?” Se sentó rígido en la silla, con
la cara sonrojada y con ira.
Entonces Charlie respondió a su
propia pregunta: “Era una búsqueda para mí. Algo que no encontraba en mí
mismo.”
Charlie había tocado una verdad
esencial sobre la condición homosexual –que representa un esfuerzo hacia una
parte perdida de la identidad. Cuando comencé el trabajo clínico con
homosexuales, al principio pensaba que era simplemente un problema sexual.
Posteriormente, me di cuenta de que era un problema de identidad de género
masculino. Hoy lo veo como un problema de identidad nuclear. La homosexualidad
representa una pérdida de la identidad verdadera y de aspectos del poder
masculino de uno.
“La mayoría de estos chicos con
los que tuve sexo hoy están casados,” dijo Charlie. “No se engancharon a la
homosexualidad como yo.”
La percepción de Charlie era
exacta. Para muchos chicos, el homoerotismo satisface una curiosidad normal.
Pero para otros chicos, como él, tal conducta expresa un anhelo emocional más
profundo. En Charlie había una necesidad de satisfacer su identidad esencial
masculina –una necesidad que buscaba liberar en intimidad sexual con otros
hombres.
Le pregunté a Charlie:
“¿Encontraste alguna satisfacción durante los años posteriores cuando pertenecías
al mundo gay?”
“De alguna forma, sí,” dijo.
“Podía darme un sentimiento muy liberador. Pasaba un par de horas en un bar gay
después de un día de trabajo duro en la biblioteca. Al final estaba en un mundo
de hombres que estaban en el mismo lío que yo, y no había pretexto, nada que
esconder… Podría conocer a un chico e ir a casa con él durante un par de horas
–era como el placer de disfrutar de un buena comida después de un día duro de
trabajo.”
Su utilización de la palabra comida me golpeó. ¿El acto homosexual
era comparable con comer, devorar? ¿Puede significar la felación el mismo
impulso inconsciente para satisfacer alguna necesidad? La Cena puede ser tanto primitiva como
placentera, chispeando fantasías del otro hombre dentro del yo, haciendo más
fuerte al yo. Pensaba en los ritos de iniciación masculina de las tribus
primitivas como la Sambia
de Nueva Guinea, donde los jóvenes son iniciados en la masculinidad y la
fortaleza por medio del ritual de recoger el semen de hombres mayores.
También me acordé de la idea de
Carl Jung acerca de la condición homosexual. Como era parafraseado por su
biógrafo, según Jung, la homosexualidad era “un elemento reprimido e
indiferenciado de masculinidad en el hombre… que en vez de ser desarrollado… de
las profundidades de su propia psique, se busca en el plano biológico por medio
de la ‘fusión’ con otro hombre” (Jacobi 1969, p. 51).
Charlie y yo seguimos hablando
de los patrones vistos con tanta frecuencia en las familias de los
homosexuales. Mientras se insiste en que la homosexualidad es estrictamente
genética, los apologistas gay han desestimado la investigación sobre los
orígenes familiares de la homosexualidad. Descartan bruscamente las
averiguaciones psicoanalíticas clásicas sobre la homosexualidad como
“desaprobadas” o “desfasadas.” Temen que si podemos demostrar una conexión con
patrones familiares insanos, entonces la sociedad sea menos tolerante con la
homosexualidad. Sin embargo, con frecuencia me pregunto, con lo importante que
es la tolerancia, ¿debería venir a expensas de la verdad? ¿Por qué no podemos
tener la verdad con la tolerancia?”
Le expliqué a Charlie cómo el
chico prehomosexual es en términos generales lo que Alice Miller (1987) llama
el “niño utilizado” pero que es utilizado de una forma particular. Puede que la
madre utilice al hijo prehomosexual para gratificar las necesidades emocionales
que no han sido satisfechas por su esposo. El buen chico que educa es la
creación de una percepción femenina distorsionada de lo que se supone que debe
ser un hombre. El padre, por otra parte, utiliza al chico prehomosexual de una
forma más sutil. Puede que sea encantador pero inadecuado, o bien intencionado
pero descuidado. A veces el padre ha sacrificado al chico por las necesidades
de la madre de una mascota; le da al chico el mantener a la madre feliz. En
cualquier caso, el uso del chico de esta relación triádica sacrifica su
masculinidad.
Charlie dijo lentamente: “En
otras palabras, puede que el chico haya sido inaceptable para su madre hasta que
extinguió su masculinidad.”
“Nunca la extinguió,” señalé,
“simplemente nunca tuvo ningún estímulo para reivindicarla. Para quedarse en
las buenas gracias de la madre, puede que haya tenido que negar su deseo de masculinidad. Por el amor de la
madre ha tenido que sumerge lo que llamamos los esfuerzos masculinos.”
“¿Era porque ella quería que
fuera su buen chico para siempre?” Preguntó Charlie.
“Con frecuencia. Muchas madres
quieren que sus hijos sean buenos, puros, que sean para ellas como su pequeña mascota. El rol del buen chico
excluye la masculinidad, debido a que la masculinidad lleva consigo la
independencia, la autonomía y ejercicio de poder personal,” le expliqué. “Lo
que hace al chico diferente de la madre es precisamente su masculinidad. Si lo
expresa, su madre piensa: ‘No va a
ser como yo.’ Algunas madres se sienten amenazadas por esta diferencia de
género.”
“Como que a ella le gustaría que
fuese su compañero,” dijo Charlie, atornillando la cara con una expresión de
disgusto.
“Sí,” le dije, añadiendo: “Estas
madres no quieren conscientemente que sus hijos sean homosexuales. Cuando
descubren veinte años después que su hijo tiene problemas de homosexualidad,
con frecuencia sufren un shock y les da mucha tristeza. No se dan cuenta de que
ellas mismas ayudaron a poner la base para esta condición.”
“Y cuando la madre está creando
este niño pequeño bueno y neutralizado, ¡el padre no interviene!” La voz de
Charlie llevaba una indirecta de ira.
Respondí: “Exactamente. Un rol
importante del padre fuerte y educado es destruir el vínculo simbiótico cómodo
de la relación madre-hijo. Muchos padres son buenas personas pero simplemente
no ven lo que está pasando.”
“Así que puede que haya muchos
chicos con el mismo tipo de madre que tuve yo pero sus padres intervinieron y
detuvieron lo que estaba pasando. Si yo hubiese tenido un padre más implicado,
la ecuación podría haberse equilibrado de forma diferente.”
“Absolutamente. Y quizás si tú,
tú mismo, hubieses sido un poco más duro y resistente, puede que te hubieras
alejado de tu madre y abierto camino a la reserva y falta de implicación de tu
padre. Pero eras un niño sensible y no del tipo que es apto para tomar desafíos
emocionales. Por eso la homosexualidad
suele ser no un problema de madre-hijo ni de padre-hijo sino un problema
de madre-padre-hijo,” le expliqué. “Es
un equilibrio entre los tres. El eminente psiquiatra Irving Bieber se refería a
él como la relación triádica.
Charlie recordó: “Es divertido,
estaba mirando recientemente algunas fotos de la familia y mi hermana me dijo
que cada vez que sacábamos una foto familiar yo no quería salir en ella.
Conseguía escabullirme fuera de gama de la cámara.”
“Una retirada. Un sentimiento de
diferencia. Oigo esto todo el tiempo. El chico prehomosexual no se siente parte
de la familia.”
“Seguro que como yo,” dijo
Charlie.
“Puedo comprender eso, ya que no
fuiste tomado en serio por tus padres.”
“Fui tratado como una posesión,”
dijo. Entonces añadió: “Cuando estaba en la escuela de gramática, tenía un
problema de peso y los chicos del colegio solían burlarse de mí y me llamaban
torpe y gordo. Pero mi madre me veía con orgullo un día mientras me comía una
tarta de crema de chocolate entero. Hasta ese día hablaba encariñada sobre lo
lindo que Charlie parecía cuando terminaba toda la tarta de una sentada.”
“Eras una posesión adorable,” le
dije.
“Como los dos pequeños caniches
que cogió como mascotas cuando los tres hijos habían crecido y se habían
marchado.” Se rió. “¡Esos perros ocupaban nuestros lugares!”
“Te hicieron vivir una falsa
identidad que sacrificó tu autonomía y tu identidad masculina,” le dije. “La
gente no se da cuenta con frecuencia de que llevan viviendo una falsa identidad
hasta que empiezan a experimentar cierta libertad de ella. Cuando empieces a
vivir por medio de tu verdadero yo, tendrás una sensación de liberación,
espontaneidad y poder interior. El falso yo suele dejar a una persona
sentimientos de auto-consciencia, rigidez y de alguna forma vacío o muerte
dentro.”
“¿Y el sentimiento del verdadero
yo se quedará conmigo, in time?” Preguntó Charlie. Entonces dijo, una nota de
encanto en su voz: “Estoy empezando a sentirme más fuerte. Estoy progresando
con mis amigos heterosexuales y estoy pensando en ir a un gimnasio.”
“Bien. Te estás moviendo en la
dirección correcta.”
“Quiero sentirme mejor con mi
cuerpo,” dijo. “Me estoy haciendo mayor y me estoy poniendo flácido.,” dijo,
dándose palmadas en el estómago, “lo que me deprime. Tenía buena presencia
–cuando estaba en la universidad. Había dejado esa imagen de chico gordo
perdiendo mucho peso y haciendo ejercicio, por lo que me sentía sexy. Me hacía
sentir bien ser deseado por los hombres en los bares. Ya sabes, ese tipo de
vanidad.”
Esta “vanidad” condujo a una
discusión de la condición homosexual que llamo alienación del cuerpo. Los gay tienen una tendencia a percibir su
propio cuerpo masculino con una fascinación excluida, como si fuesen objetos
más que sujetos. El cuerpo del homosexual, particularmente el pene, es algo que
lleva pero que no posee. Este sentimiento de no poseer el propio cuerpo puede
tomar la forma de complejo de inferioridad o superioridad pero nunca existe una
conexión relajada con él. Muchos clientes expresan un sentido de desconexión
con sus cuerpos que empieza en la temprana infancia. Existe también una
excesiva modestia, que suele continuar hasta la adultez. Puede que describan
una falta de voluntad de quitarse sus camisetas, incluso en la playa o con el
calor. Describen una reticencia a desvestirse delante de otros chicos, incluso
de sus hermanos. La timidez puede alternar con el exhibicionismo, que es un
intento de sobre-compensar la timidez. Tanto la timidez como el exhibicionismo
son formas de alienación del cuerpo.
Este mismo complejo de inferioridad
y de incomodidad resurge en los años posteriores cuando el joven desarrolla
generalmente cierta sobre-preocupación por el tamaño del pene. Relacionado con
esto está el fenómeno de ser tímido pee
o de tener dificultad para orinar en la presencia de otros hombres en los baños
públicos. Lo que vemos en esta dinámica de alienación es un fracaso de la
familia (y del padre en particular) en integrar al chico con su masculinidad
por medio de su propio cuerpo.
Incluso cuando se describe su
participación en los deportes, el homosexual experimenta con frecuencia una
exclusión objetiva. Su tendencia es a observarse a sí mismo y a los movimientos
de su cuerpo., más que sentirse a sí mismo que
está moviendo su cuerpo. Porque carece de esta confianza en sus movimientos
naturales, es probable que envidie esta cualidad en los heterosexuales. Por
esta razón y otras, veo que la homosexualidad no es simplemente un problema
sexual sino un problema mayor en la forma propia de estar en el mundo.
Volviendo al problema de la
vanidad, le dije a Charlie: “Tu interés en implicarte en el progreso físico es
grande, pero no debería buscarse por vanidad. No quieres que tu cuerpo sea un
objeto del que presumir. Esa es una necesidad que procede del falso yo. El
objetivo es desarrollar un sentido interno de propiedad. Tú eres tu cuerpo, estás centrado en tu
masculinidad. No lo llevas, él te lleva. El orgullo que sientes por tu cuerpo
debe surgir de tu identificación con otros hombres. ¿Comprendes la distinción?”
“Absolutamente,” dijo. “Conozco
ambas posibilidades. El viaje de mirar a mi cuerpo, procedente del narcisismo,
y por otra parte el sentido de estar centrado en mi masculinidad. Sé la
diferencia pero a veces es difícil alcanzar esa otra forma de percibirme.”
“Tienes razón,” le aseguré. “Lo
importante es que sabes la diferencia.”
“Durante un largo tiempo después
de que bajé de peso, me sentía orgulloso porque tenía un buen cuerpo que
llamaba la atención de los demás hombres. En los bares, los hombres me miraban
y eso en verdad me hacía sentirme bien conmigo mismo. Sin embargo, de alguna
forma lo odiaba –permanecía en la forma de encontrar lo que realmente quería.”
“¿Qué era?”
“Un hombre.”
Asustado por esta contradicción,
le pregunté: “¿Tu cuerpo permanecía en la forma de que consiguieras un hombre?”
“Así es.”
“Explícamelo.”
“Todo lo que he querido es estar
cerca de un hombre. No de un gay sino de un heterosexual –un 100% hombre
masculino y natural. Pero esos hombres no se enamoran de mí –ellos quieren lo
que no pueden ser y eso es una mujer. Esa es la paradoja de la condición
homosexual.”
Pensando en eso, terminamos
nuestra sesión.
Charlie empezó pronto a hacer
progresos con sus amistades heterosexuales. Se unió a un gimnasio, donde estaba
descubriendo que podía tener amigos heterosexuales sin estar sobrecargado por
tentaciones sexuales. Ahora hablaba de un nuevo amigo, Rich, a quién describía
como “un gran tipo, muy afirmativo. Heterosexual y no tiene ni idea de lo que
estoy viviendo.”
“Tengo una pregunta,” le dije.
“¿Alguna atracción hacia él?”
“Una ligera,” admitió Charlie
después de una pausa de reflexión. “Sí. A veces lo comparo conmigo mismo y me
encuentro pensando: ‘Tiene algo que yo no tengo.’ De eso, introduce un poco de
atracción sexual.”
Continuó: “Un día de la semana
pasada Rich entró caminando en el vestuario. Tenía una camisa de color te y sus
músculos estaban bombeando verdaderamente.
No me sentía bien con mis brazos flacos y el pecho y sentía que la
atracción despertaba en mí. Me dije: “Si quieres lo que tiene, tendrás que
trabajar por ello como lo hizo él. Si crees que el consiguió eso de la noche a
la mañana, estás equivocado. Pagó en sudor por ese cuerpo.”
De todos los hombres con los que
he trabajado, Charlie era el mejor en utilizar una técnica evaluable de la
terapia reparativa llamada charla de
auto-mentor, la práctica de hablar consigo mismo con la voz de un padre
fuerte y benevolente interiorizado.
Continuó hablando de su nuevo
amigo: “Rich siempre me hace reír. Me ayuda a ser un poco menos serio. Me gusta
ese sentido suyo de la espontaneidad, ese entusiasmo y humor loco. No saca nada
fuera de proporción, a diferencia de mí.”
Estuvo callado un momento, luego
dijo lo siguiente. “El otro día fui golpeado con una verdad que me vino por la
gracia de Dios. Me di cuenta de que no hay nadie en este mundo que pueda darme
mi identidad masculina. Ningún otro hombre. Reside dentro de mí, sólo que está
inactiva. Nadie puede dármela. Ni yo puedo conseguirla cambiando mi imagen
externa. La clave real para cambiar es actualizar lo que ya tengo dentro de
mí.”
Charlie parecía impaciente por
seguir hablando: Rich y yo fuimos de excursión hace un par de semanas y parecía
que iba a llover antes de volver al coche. A Rich no parecía importarle por lo
que no dije nada pero me estaba poniendo nervioso. Mi madre siempre decía: ‘¡Va
a llover!’ como si mojarme me fuera a suponer la muerte, que iba a morir de
neumonía. A la mayoría de los hombres no les importa si se mojan, por supuesto,
pero la voz de mi madre siempre ha sonado como una vieja cinta dentro de mí.
Así que pensé: ‘Si me mojo, me mojo. ¿Y qué?’ Bien, nos empapamos. Pensé:
‘¿Ahora qué hacemos?’ Rich siguió caminando, por lo que no dije nada, como si
no fuese importante.”
Charlie me lanzó una tenue
sonrisa . Como si fuese feliz por haber roto uno de los mayores vínculos con
que su madre le había oprimido.
“Realmente creo que estoy
progresando,” dijo Charlie. “Lo he sentido en algunos sueños que he tenido
últimamente. Anoche soñé que estaba en la base de un camino a una montaña con
mi amigo Eric. Llevábamos mochilas y botas de excursión y nos quitamos las
camisetas bajo el sol de la tarde. Ambos parecíamos musculosos y yo me sentía
muy bien conmigo mismo. De repente pasaron caminando dos chicas rubias y dije:
‘Hey, Eric, ¿no están buenas?’ Dijo que sí y yo sentía que esto realmente
amistad alegre.”
“Muy interesante. ¿Y cómo
interpretarías ese sueño? Recuerda las dos reglas básicas de interpretación de
sueños –todo en el sueño es significativo, y cada parte del sueño representa
una parte de ti.”
Comenzó: “Había un sentimiento
en el sueño de ser feliz simplemente por ser yo y me encantaba. La sensación de
ser despreocupado y fuerte. Quería apropiarme de ese sentimiento y mantenerlo.
No siento de esa forma con frecuencia y era una altura real para mí.”
Le pregunté: “Mi pregunta ahora
es: ¿Por qué está Eric en el sueño?”
“Déjame pensar en eso,” dijo
Charlie. Sentándose, miró de reojo hacia arriba y meditó. “Bien… puede que vea
en él cualidades que me gustaría poseer yo.”
“Seguro,” le dije. “¿Sientes que
vas a conseguir esas cualidades?”
“Lentamente, sí.”
“¿Qué cualidades?”
“La espontaneidad, la libertad.
Eso es lo que Eric representa –esas son las cualidades que más admiro en él.”
“¿Qué parte de ti es
representada por la montaña?”
Charlie pensó durante un momento
y luego respondió: “Supongo que es mi lucha. La terapia es como escalar una
montaña. Y se podría decir que de alguna forma Eric es mi compañero y mi guía.”
Charlie parecía reasegurado por
este sueño. Veía en él la satisfacción que procede de la comprensión de cómo
sus sueños, en perfecto simbolismo, reflejaba sus esfuerzos conscientes.
Charlie había hecho un largo camino y por eso los dos estábamos contentos.
Muchos hombres han venido a mí
deprimidos crónicamente e infelices, pasando por los movimientos de la vida
mientras pierden algún tipo de vitalidad esencial. Los portavoces gay dirían
que estos hombres estaban llenos de auto-odio debido a su interiorización de la
homofobia social. O dirían que estos hombres se sentían crónicamente vacíos
porque no se permitían encontrar satisfacción en un amante varón. Pero esa
vitalidad había desaparecido durante tanto tiempo como Charlie podía recordar y
sabía que tenía que ver con su masculinidad perdida.
Durante el transcurso de la
psicoterapia, cada cliente pasa por
momentos de desesperación durante los que intento hacerle consciente de
la nueva vida que emergerá en el otro lado de su lucha. Estoy a su lado mientras
soporta el dolor que es siempre parte de la curación, mientras ‘pregunta, una y
otra vez, por qué es él el que debe sufrir. Hay muchos meses en los que Charlie
se preguntaba si subiría alguna vez a esa montaña.
En el último año de tratamiento
Charlie entró en la terapia de grupo, donde contribuyó con una presencia
pensativa y de introspectiva. Antes de tiempo el respeto que se ganó del resto
de los miembros del grupo era evidente: cuando Charlie hablaba, todos
escuchaban. Su claridad de expresión y su visión penetrante le dieron la
posición de líder admirado. Con frecuencia Charlie dirigía la dirección de la
discusión de nuestro grupo. Hizo muchos amigos íntimos entre los hombres,
apoyándoles cuando perdían su rumbo. Cuando salía caminando de mi consulta por última
vez, sabía que no era el único que lo iba a echar de menos.
Charlie Keenan cambió en muchos
sentidos. Lo que buscaba más de la terapia reparativa era encontrar estar
centrado en su propia identidad masculina. A través de ese logro, esperaba
encontrar una disminución de sus distracciones homosexuales. Después de dos
años, dejó mi consulta sintiendo que había conseguido aquello para lo que había
venido a la terapia.
Todavía tengo en mi mesa un
folio en el que Charlie escribió algunas reflexiones:
Hoy mi terapia desenreda los
engaños que infligieron esta inseguridad masculina sobre mí. Mi terapia ha sido
un proceso sofisticado de descubrir la verdad, probándola, y viviéndolo
confidencialmente por primera vez en mi vida. Mi terapia me muestra que soy un
miembro total del club de los hombres porque nací hombre. Mi terapia me pone en
la compañía de los hombres con la misma lucha.
Nos creemos y nos ayudamos mutuamente a vivir nuestra energía e
identidad masculina, más que a perpetuar el mensaje mítico de que no merecemos
la identidad masculina sana de la que todos los hombres disfrutan.
Estos dos años y medio han sido
una bendición de libertad y poder. Mi sentido de satisfacción con mi
masculinidad está vivo y creciendo ahora:
1.
No anhelo
más la masculinidad. En vez de eso, la reivindico.
2.
Ya no
sobrevaloro (desear sexualmente) o minusvaloro (exclusión defensiva
de) los hombres de mi
vida. En vez de eso, me quedo con ellos como un igual.
3.
He
perdido mi antagonismo con mi padre y me encuentro identificándome
cada vez más con él.
4.
Hablo con
más frecuencia y soy mucho más asertivo.
5.
En
espíritu, soy menos reprimido.
6.
En
acción, tengo más control. Tengo más voluntad de arriesgarme.
7.
Por medio
del ejercicio he hecho mejores amigos y tengo menos odio hacia
mi cuerpo. Puede que
nunca sea completamente libre de este limp que tengo desde que era niño pero he
estado haciendo lo más que puedo con mi cuerpo.
8.
Puedo
apreciar mejor lo femenino en mis mujeres amigas porque su
contraste conmigo es
ahora más aparente.
9.
Busco la
energía masculina en todas las cosas y encuentro formas de
experimentarla o
expresarla genuinamente desde dentro porque hacerlo es vivir y sanar.
Sé que hay homosexuales que
aceptan la idea de que “nacieron así.” Les desafío; se venden short. Rechazan
admitir que podrían estar rotos (como lo está todo ser humano). Rechazan buscar
las raíces de su problema porque es repugnante ver donde uno, quizá sin
quererlo, ha dicho “no” a la responsabilidad que se coloca sobre nosotros para
vivir como fuimos creados. Es un pecado de orgullo que ciega a estas personas,
que los engaña en la creencia de que la rotura es una vergüenza. No lo es. La
vergüenza real está en no aceptar el
perdón y en no dar el perdón. He
perdonado a los hombres que me han dañado como me he perdonado a mí mismo por
los años de huida.
Tengo la esperanza de que todo
hombre que padece la homosexualidad pueda abrirse a recibir la misma gracia que
yo he recibido. Esta gracia ha sido la que me ha posibilitado ver que mis
tendencias homosexuales no son no eran un grito para tener a otro hombre – sino
un grito de tener masculinidad.
Charlie todavía me envía alguna
nota y estoy siempre feliz de saber algo de él. Los hombres del grupo todavía
lo echan de menos.
4. ARTÍCULO FUNDAMENTAL A LEER PARA
PROFUNDIZAR ESTE TEMA.
No hay.
5. PREGUNTAS A REFLEXIONAR, TRABAJAR Y
RESPONDER EN EL CUADERNO DE TRABAJO EN TORNO A TODO LO LEÍDO:
a. Escribe las ideas fundamentales que
has encontrado en este capítulo.
- Muchos homosexuales en tratamiento son lentos para darse crédito por lo que han conseguido. No se les ha enseñado a reconocer su poder personal.
- La ira es una defensa contra la herida, la injusticia. Por eso muchos de los hombres están enfadados. Su ira no es sólo por la intolerancia de la sociedad con la homosexualidad. Viene de su consciencia, en algún nivel profundo, esa parte de su identidad esencial les fue arrebatada en sus primeros años de vida.
- Puede que la madre utilice al hijo prehomosexual para gratificar las necesidades emocionales que no han sido satisfechas por su esposo. El buen chico que educa es la creación de una percepción femenina distorsionada de lo que se supone que debe ser un hombre. El padre, por otra parte, utiliza al chico prehomosexual de una forma más sutil. Puede que sea encantador pero inadecuado, o bien intencionado pero descuidado.
A veces el padre ha sacrificado al chico por las necesidades de la madre, de una mascota; le da al chico el mantener a la madre feliz. En cualquier caso, el uso del chico de esta relación triádica sacrifica su masculinidad.
- Con frecuencia. Muchas madres quieren que sus hijos sean buenos, puros, que sean para ellas como su pequeña mascota. El rol del buen chico excluye la masculinidad, debido a que la masculinidad lleva consigo la independencia, la autonomía y ejercicio de poder personal. Lo que hace al chico diferente de la madre es precisamente su masculinidad. Si lo expresa, su madre piensa: ‘No va a ser como yo.’ Algunas madres se sienten amenazadas por esta diferencia de género.
- Los gay tienen una tendencia a percibir su propio cuerpo masculino con una fascinación excluida, como si fuesen objetos más que sujetos. El cuerpo del homosexual, particularmente el pene, es algo que lleva pero que no posee. Este sentimiento de no poseer el propio cuerpo puede tomar la forma de complejo de inferioridad o superioridad pero nunca existe una conexión relajada con él.
Muchos clientes expresan un sentido de desconexión con sus cuerpos que empieza en la temprana infancia. Existe también una excesiva modestia, que suele continuar hasta la adultez. Puede que describan una falta de voluntad de quitarse sus camisetas, incluso en la playa o con el calor.
Describen una reticencia a desvestirse delante de otros chicos, incluso de sus hermanos. La timidez puede alternar con el exhibicionismo, que es un intento de sobre-compensar la timidez. Tanto la timidez como el exhibicionismo son formas de alienación del cuerpo.
b. ¿Si has tenido novia, te sentiste seguro frente a ella en
tu masculinidad?
No he tenido
novia.
c. ¿Qué sentiste al leer sobre la experiencia de Andy y la
necesidad de apoyo para la reparación sexual?
Sin duda que un punto vital e imprescindible del proceso
de superación de la AMS es el acompañamiento de varones que contribuyan a
satisfacer las necesidades homoemocionales de la persona y le permitan acceder a
un sistema de entrenamiento en el desarrollo de la masculinidad.
He observado con detalle la vida de muchas personas con
AMS así que he visto y concluido que el apoyo sólido y presencial de los del
mismo sexo es en esencia el factor clave de la resolución del conflicto
homoemocional, de manera que la ausencia de este ingrediente hace imposible la
recuperación en su totalidad.
Contar con un
amigo sin AMS es realmente constructivo ya que éste le brinda al paciente una
visión auténtica y genuina de la masculinidad, le introduce en ese mundo de
misterio masculino hacia el cual el cual el hombre con AMS experimenta una
profunda fascinación, y le brinda conocimiento y experiencia respecto a los
modos naturales de los hombres.
Se
sobreentiende que el apoyo de un amigo sin AMS significa que esta persona posee
una visión madura y realista de la heterosexualidad y el rol masculino, y una
integridad de vida apropiada, pues si carece de dichos elementos el apoyo dado
no tendrá un efecto positivo en la vida del paciente.
Cuando yo me sienta completamente listo le brindaré mi
apoyo directo a muchas personas con AMS en proceso de recuperación, así como el
caso de Andy con Charlie, con la gran diferencia de que yo si se muchísimo sobre
la AMS y los problemas homosexuales.
d. ¿Cómo vives tu aislamiento emocional? ¿Crees realmente que
tú vales para alguien? ¿Para quien?
NO vivo en un
estado de aislamiento emocional, me siento acompañado y querido. Soy un ser muy
importante en la vida de muchas personas, me siento muy amado por mi familia y
por mis amigos.
e. ¿Qué sentimientos te produce el ser aceptado y el no
serlo? ¿Cómo vives estos sentimientos?
En este momento no me preocupa si soy
"aceptado o rechazado", soy indiferente a esa cuestión, lo único que me interesa
realmente es "sentirme aceptado por mi mismo".
A lo largo de estos meses me he dado cuenta que es una
estupidez gastar mi energía en perseguir una meta socioafectiva basada en la
falsa creencia: NECESITO QUE TODO EL MUNDO ME ACEPTE Y ME AME PARA SENTIRME
FELIZ.
He comprobado que esta falsa autocreencia
es lo que lleva a esos estados de dependencia emocional e idealización de la
amistad.
Trabajar la terapia cognitiva, la PNL y
diversas técnicas de focalización me llevaron a detectar las distorsiones
cognitivas que enmarcaban a este supuesto personal inapropiado, y en función de
ello a diseñar las estrategias para superarlo, cambiarlo, eliminarlo.
Cuando se crece en autoestima y en sentido de valor
propio uno deja de sentirse excesivamente necesitado de los demás, uno aprende a
ser autónomo y a no darle importancia a las agresiones de los demás, y de esa
manera se evita resentimientos y sentimientos de autodecepción.
6. PROPUESTA DE EJERCICIOS PRÁCTICOS
A REALIZAR PARA LLEVARLO A LA VIDA COTIDIANA. ESCRIBE LAS CONCLUSIONES DE ESTOS
EJERCICIOS EN TU CUADERNO.
a. Haz una lista de las personas a las que realmente tú crees
que te dicen la verdad y te quieren de forma más o menos incondicional. Y otra
de los que te dicen que te quieren pero tú no logras creerles y piensa el por
qué no les crees.
Las personas más importantes
de mi vida son los miembros de mi familia, no me siento amado por todos en la
misma medida, más el afecto que me profesan es verdadero e incondicional.
En primer lugar se sitúa mi madre, a quien le debo la
vida, y quien siempre será la persona más importante para mí, mi afecto hacia
ella es infinito, mi gratitud hacia su persona es eterna, jamás le pagaré
suficientemente todo lo bueno que ha hecho por mí.
Después de mi madre, y casi en la misma línea de
intensidad de amor, se sitúan mi abuela y mis hermanas, ellas son mujeres
encantadoras.
Otras personas que también
son muy transcendentales en mi vida y cuyo afecto incondicional y verdadero es
correspondido en forma recíproca son mis tías, mis primos, mis entrañables
amigos Keith, Herberth, Daniel, Alexys y María.
Varios de mis compañeros de terapia, trabajo y estudio
han sido y son personas muy importantes en mi vida y cuyo corazón siempre ha
sido recto y sincero.
De entre ese
pequeño grupo de personas que me crean cierta desconfianza están varios de mis
conocidos, y dos personas cercanas a quienes estoy poniendo a prueba.
Ha de pasar un buen tiempo para que estas personas
logren ganarse mi confianza, por ahora las observo y evalúo sus intenciones.
Normalmente, yo no soy muy suspicaz, me gusta dar confianza y creer en las
buenas intenciones de los demás, pero tampoco soy un imprudente, en verdad que
no carezco de astucia.
Mucha gente va y viene en la
vida en cuestión de nexos emocionales, pero son realmente pocas las personas que
se ganan un lugar privilegiado en nuestra vida.
b. Medita en esta frase del relato: “Todo
lo que he querido es estar cerca de un hombre. No de un Gay sino de un
heterosexual, un 100% hombre masculino y natural. Pero esos hombres no se
enamoran de mí. Ellos quieren lo que no puedo ser y eso es una mujer. Esa es la
paradoja homosexual.”
Esta frase no
aplica para mí ya que no tengo AMS ni déficit en mi identidad de género y/o
masculinidad.
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