Historias de personas homosexuales: CHARLIE - LA BÚSQUEDA DE LA MASCULINIDAD

Domingo, 01 de febrero de 2009





FICHA 4. 4


1. TEMA DE LA FICHA: SANAR LA HOMOSEXUALIDAD


2. OBJETIVOS A CONSEGUIR:


a. Conocer el proceso terapéutico desde las historias de casos
b. Contactarse con la propia historia desde experiencias de otros.





3. DOCUMENTO A TRABAJAR: 



DOCUMENTO Nº. 4 HISTORIA DE CASOS DE LA TERAPIA REPARATIVA, de Joseph Nicolosi.



CAPÍTULO: 4. Charlie : La búsqueda de la masculinidad.





Uno de los hombres más inteligentes e introspectivos que he tenido el privilegio de conocer fue Charles Keenan, o Charlie, como me pedía que lo llamase. Charle tenía una ligera estructura y algo de amaneramientos afeminados pero esto no indicaba ciertamente debilidad de carácter. Charlie era un hombre de fortaleza inusual y de claridad de propósito.

                Con treinta y dos años, Charlie era cabeza de una biblioteca biomédica universitaria en la que había trabajado durante varios años. Era culto, bien hablado y muy educado.

                En la primera sesión de Charlie cruzó la sala y se sentó rápidamente como alguien que sabía exactamente lo que quería. “En los últimos diez años he tenido muy poco flirteo con el mundo gay,” dijo. “Durante un año he tenido una relación gay. Un chico llamado Derek. No es una mala relación –nos tratamos mutuamente bien- pero quiero algo más en la vida. Puedo ver que esto no lo es todo en ella.”

                “¿Qué quieres decir con ‘todo en ella’?” Le pregunté.

                “No tengo esposa, no tengo hijos y no tengo la clase de relación con la que quiero envejecer.”

                “¿Y qué tipo de relación es la que estás buscando?”

                “Bien, sólo pienso que falta algo en lo que un hombre puede darle a otro.”

                Hizo una pausa y suspiró, intentando encontrar las palabras adecuadas para continuar. “Ya sabes, la mayoría de los gay que he conocido insisten en que los homosexuales nacen así. Pero no puedo evitar verlo como un insulto a mi dignidad cuando se me dice que soy así debido a algo genético.  He sido parte del mundo gay bastante tiempo como para decirte que cuando un hombre anhela la masculinidad tan mal que tiene que intentar aspirar la de otro hombre, entonces existe –innegablemente- un gran problema.

                “No quiero ser gay,” continuó con ira. “Nunca creeré que eso ha sido determinado para mí de forma genética.”

                Encendí mi pipa y me incliné hacia delante, impaciente por oír más de lo que este hombre trataba decirme.

                He leído mucho sobre la homosexualidad,” dijo Charlie. “Trabajar en la biblioteca de la Universidad me ha dado la oportunidad de leer docenas de volúmenes sobre la materia.” Se rió de forma ahogada. “Paso mi hora del almuerzo alrededor de la sección WM 16. De hecho, uno de los libros que he leído es tu Terapia Reparativa de la Homosexualidad Masculina. Me ayudó mucho y decidí llamarte cuando averigüé que estabas aquí en el área de Los Ángeles.”

                “Me alegro de que te ayudase,” le dije. “¿Qué tal con el síndrome del déficit de identidad de género masculino, que describo en él? ¿Refleja tu propia experiencia de forma exacta?”

                Charlie se rió. “¡Es la historia de mi vida!”

                “Bien, háblame de ti mismo, entonces. Comencemos con tu infancia.”

                Ambos nos sentamos en nuestras sillas y nos pusimos cómodos. Charlie suspiró y miró afuera de la ventana. “Ya sabes, mirar a tras a mi infancia, dijo, “Puedo ver que nací artista, puede que un poco sin aserción.”

                Podía ver que él estaba impaciente para hablar pero encontrar las palabras adecuadas era una lucha evidente. “Creo que no tenía los… los compinches usuales masculinos porque era… diferente, más en la parte sensible. Tuve una operación de rodilla cuando era joven, que me dejó un poco blando y que me impidió hacer muchas cosas masculinas –todo ese béisbol solar.  Pero no creo que nada de eso en sí mismo signifique que tenía que ser homosexual.”

                “Estoy de acuerdo,” dije. “Muchos chicos prehomosexuales encajan en la imagen que me has dado –sensible, sin agresividad, estando excluido de las actividades masculinas. Pero algunos otros chicos que crecen heterosexuales encajan también en esta imagen. Algo más que eso hace que un chico sea homosexual.”

                “Bien,” continuó Charlie, riéndose, “Me temo que tenía algo más –tenía la base homosexual clásica. Fui educado en una casa de mujeres, con una madre que me mimaba, una abuela dominante y dos hermanas mayores. Mi padre decidió básicamente muy temprano: ‘No puedo manejar esta familia. Estaré alrededor, pagaré las facturas pero no me voy a implicar en absoluto con nada de esta casa.’ Así que no tuvo ninguna relación profunda con ninguno de nosotros. Era básicamente un hombre bragazas y agradable pero un extraño.”

                Después de una breve pausa Charlie prosiguió: “Estoy seguro de que mi padre tenía sus propias inferioridades privadas.  Algo le iba mal. Fuera gay o no, tenía algún problema con su masculinidad, porque ciertamente no sabía cómo dirigirse como hombre en su propia casa. Realmente dudo de que supiera qué hacer con un hijo. Tiene este niño pequeño y piensa: ‘¿Qué demonios hago con éste?’

                Mi madre y mi abuela me convirtieron en un mariquita.  Leía, dibujaba, me quedaba en casa –ya sabes, todo lo clásico. Se podría decir que durante muchos años mi madre me absorbió. Condujo mi vida para sus propios propósitos. Su relación con su propio padre fue horrenda, también con su hermano y luego con su marido. Así que yo era el nuevo varón pequeño, el moldeable, sobre el que ella podía resolver toda su mierda. Ella quería la clase de relación con un varón que no había tenido antes por lo que me cogió para sí misma y me secó.”

                “Imagino que nunca quisiste estar de nuevo cerca de una mujer,” comenté.

                “Bien, en verdad, he tenido un par de novias. Pero todas las mujeres con las que quedaba eran como mi madre. Yo no tenía identidad, dignidad, límites con mi madre. ¡Y rechazo casarme con mi madre!” Riéndose, dijo: “Las pick perfectamente. Siempre me encuentro atrapado en lo que tú te has referido de forma apta como el rol del buen chico.”

                Continuó: “Lo odio. Me quitaron la vida siendo ese chico bueno.” Aporreó su puño en el apoyabrazos de la silla, expresando su cara ira y vergüenza.

                “¿Cuándo te diste cuenta de que eras homosexual?”

                Charlie suspiró y se relajó en los profundos cojines, cerrando los ojos por un momento. “Tenía alrededor de 13 años,” dijo. “Me invitaron a una fiesta de acampada con un grupo de adolescentes. Me invitaron porque yo estaba con las chicas y pensaban que yo podría ser un “in” para ellos. Pero entonces el semental del grupo, se hizo realmente amigo mío, tuvimos sexo, y ¡bingo! ¡Aquí soy aceptado por el semental! Tengo esta relación especial con el líder del grupo. Cuido de sus necesidades sexuales y me protege.

                Interpreté: “El sexo se convirtió en tu entrada rápida en el mundo de los hombres.”

                “Así es,” dijo. “Así que aquí me siento como un hombre, soy uno de ellos. Había descubierto una forma de relacionarme con este chico. Siempre le había admirado desde la distancia. No sabía lo que iba a pasar pero pensé, lo mismo da… y… tenía que admitir que era bastante excitante.”

                “¿Así que tuviste sexo con hombres desde ese momento?”

                “No realmente. Pasaron  unos años más antes entrar en el mundo gay. Tuve un par de relaciones con mujeres en la universidad pero este tipo particular, Andy, estaba todavía en mis fantasías. De hecho, me gustaba pensar que se unía a nosotros.
                Yo estaba confundido. “¿Quieres decir que mientras hacías el amor con tu novia, te imaginabas que tenías sexo con Andy? “

                “No. Andy estaba allí apoyando lo que yo estaba haciendo. Animándome.”

                “Eso es interesante. Creo que esta fantasía de Andy estaba sosteniendo simbólicamente en verdad tu identidad masculina herida,” le dije.

                “Bien, puede que sí. Porque imaginaba que él estaba al otro lado de la cama animándome y…” buscaba la palabra, “me animaba a tener sexo con mi novia. Me decía que yo era un semental, que estaba haciendo lo correcto y que me aclamaba mientras lo hacíamos.”

                Clarifiqué: “Este hombre de fantasía sirve de apoyo que repara simbólicamente tu déficit de identidad masculina.”

                “Creo que es como dices,” concedió Charlie. “Porque yo estaba allí para ella, y hasta cierto punto disfrutaba… pero de alguna forma necesitaba a Andy.

                Charlie podía tener relaciones heterosexuales pero necesitaba la imagen de la masculinidad de otro hombre. Su utilización de la fantasía de Andy revelaba una forma en que se utiliza la terapia reparativa para sanar la masculinidad herida de un hombre. Me dio también una forma de expresar lo que haríamos en esta terapia.

                “Charlie, toda esta terapia será la actualización de ese hombre de fantasía desde dentro de lo más profundo de tu propia psique. Por lo que lo encontrarás dentro y no tendrás necesidad de de tomar sexualmente la masculinidad de otro hombre.”

                “Encontrarle dentro. Me gusta esa idea. Dibujar sobre lo que ya soy pero no he actualizado.” Charlie dijo que quería pensar algo de esa idea, y con eso en mente, cerraríamos nuestra sesión.

                La semana siguiente decidimos trabajar en algunos aspectos de la infancia. “Ya sabes, Joe, cuando era niño fui engañado,” dijo. Se sentó en el borde de la silla. “Se podría decir que siendo el niño de mi madre fue como fui engañado.”

                “He pensado mucho en lo que dijiste en la última sesión. De una forma,” hizo un gesto forzadamente en el aire con su cigarrillo, “en una forma, he continuado engañándome metiéndome de lleno en relaciones gay y no desafiándome a llegar a ser uno de esos hombres de los que me enamoro.

                “Nací hombre. Es mi identidad y es algo que quiero ser, completamente.” Se inclinó hacia delante, subiendo la voz con frustración. “No es que no me gustase nunca la idea… Sólo que me he sentido inseguro de mi masculinidad. ¿Sabes lo que quiero decir? Siempre he sentido de alguna forma que era excluido del club de los hombres.”

                “Realmente quiero cambiar ese sentimiento. Quiero reivindicar el sentido de masculinidad que envidio a los demás y quiero dejar de admirar a los demás hombres. Pero ¿sabes qué es lo que me pone más enfadado?” Puso debajo el cigarrillo y habló enfáticamente: “La sociedad, la psicología, el mundo gay –quieren decirme que nací  deseando a otros hombres. Yo no nací así; ¡es una herida que se me ha infligido!”

                Mientras escuchaba, no podía evitar sentir admiración por la adquisición bien merecida de auto-comprensión de este brillante joven. Había luchado y se había cuestionado a sí mismo y lo que pensaba no era una opinión que le haría ganar amigos en el mundo gay.

                “Como te explicaba, mi trabajo me ofrece la oportunidad de leer muchos libros de homosexualidad,” dijo Charlie. “Muchos de los libros más viejos de psicoanálisis encajan realmente mi experiencia. La familia clásica de padre inadecuado y madre sobre-protectora. El niño al que no le gustaban los juegos duros y de voltereta. Pero si lees los libros recientes de psicólogos gay pensarías que todo el mundo está de acuerdo en que la homosexualidad es innata, imposible de cambiar y en todos los sentidos, tan normal como la heterosexualidad. ¿Cómo puede ser normal?” Su voz se elevó y se movió hacia una profanidad de enfado. “Ya sabes, Joe, ¡la Madre Naturaleza no hizo un pene para entrar en un ano! ¡Es enfermo! ¡Es pervertido! Incluso en el mundo animal… cuando un perro monta a otro, es por dominio y no algo que haría si hubiese una perra en celo que pudiese tener.”

                Charlie se rió y se sentó cómodamente en los cojines de la silla. Entonces suspiró, miró alrededor y dijo de forma dañosa y en voz baja: “¿Quieres oír un chiste verde? ¿Sabes por qué los científicos no han encontrado una cura para el SIDA todavía? ¡Porque no pueden hacer que esos pequeños ratoncitos blancos  jodan de forma extrema!”  Charlie parecía encantado consigo mismo por la expresión no característica de profanidad.

                Le dije: “Ya sabes, es verdad, a veces se ve la conducta montante en los animales. Pero ninguna especie animal prefiere la homosexualidad. En lo     que se refiere a la homosexualidad en otras sociedades, todas las culturas favorecen fuertemente a la heterosexualidad.”

                Ahora sentía una necesidad intensa de expresar mis convicciones mientras Charlie tenía un momento antes: “Los portavoces gay dicen que somos presuntuosos en usar nuestros valores cuando decidimos si algo es normal. Pero entonces, ¿dónde diseña la sociedad la línea de la normalidad? ¿No crees que la pedofilia le parece normal al que abusa de los niños?”

                “No lo sé,” dijo Charlie. “Es una pregunta interesante. ¿Sí?”

                “Hubo un artículo en un trabajo de 1990 del Diario de la Homosexualidad,” le dije. “Un tercio de los pedófilos reclamaba en él que su deseo sexual con niños era una parte natural de su constitución. Sentían que era ‘innato’, un ‘hecho de la naturaleza,’ ‘inherente a ellos,’ y así, y lo explicaban diciendo: ‘Simplemente soy así.’ ” Porque creían que nacieron de esa forma, sentían que no podían cambiar. Por lo tanto dijeron que tenían el mismo derecho que las demás personas a buscar la expresión de su sexualidad.”

                “Es increíble,” dijo Charlie.

                “Ahora no estoy poniendo a la homosexualidad al mismo nivel que la pedofilia,” dije. “Los gay consienten a sus parejas adultas. Pero ambas condiciones son justificadas erróneamente por la reivindicación de que lo sienten normal.”

                Charlie aporreó su puño a su rodilla y me miró atentamente. “¿No proclaman nuestros cuerpos la sabiduría de la naturaleza con su diseño? “¿No se supone que estamos llamados a vivir la complementariedad natural de varón y hembra? ¿No debería esto demostrar perfectamente,   el sentido obvio para todos?”

                “Cualquier hombre con esa visión,” resumí, “no estará satisfecho nunca siendo gay.”

                La semana siguiente, Charlie decidió hablarme de sus terapeutas anteriores. Estaba impaciente por expresar sus frustraciones.

                “He estado con tres terapeutas en los últimos cinco años,” dijo. “El primero estoy seguro de que era gay aunque nunca lo dijese. Me dijo que yo era gay y que debía aceptarlo. Se mantuvo diciéndome que fuese al Centro de Servicios de la Comunidad Gay y Lesbiana para hacer un círculo de amigos en la comunidad gay. Fui varias veces y la gente que conocí allí era agradable pero sentía mucha lástima de ellos. En verdad no podía relacionarme con ellos ni ir adonde iban.”

                “Ese psicólogo no tenía idea de por qué me podría sentir atraído por los hombres y no quería ayudarme a explorar el asunto. Decía: “No necesitamos saber por qué un hombre es heterosexual, ¿verdad? Así que ¿por qué deberíamos preocuparnos de por qué eres homosexual? Evitó totalmente discutir cómo pudo haber contribuido la relación con mis padres. Antes de dejarle, le dije: ‘Mira, necesito que me ayudes a ir adonde yo quiero conducir mi vida, no adonde crees que deberías llevarme.’ Por supuesto, sentía que yo estaba negando una parte integral de mi naturaleza.”

                “Mi segundo terapeuta fue un joven heterosexual. Decía que yo era afortunado por ser bisexual ¡porque tenía más compañeros sexuales dónde elegir!” Una risa larga. “¡Tremenda idiotez! ¡Olvídalo! Luego encontré a una terapeuta, una mujer cristiana de buenos pensamientos. Intentó ayudarme a superar mi homosexualidad pero simplemente no sabía cómo. ¡Gasté mi dinero enseñándole lo que sabía de lo que había leído! Finalmente descubrí tu libro y acudí a ti.”

                Le dije: “Charlie, estoy asombrado por lo que sabes de tu condición. De lo que significa y de donde viene.”

                He contestó: “Estoy asombrado de cómo los demás que están en mi lugar no parecen saber o no quieren saber. Les he preguntado a muchos gay: ‘¿Por qué crees que eres gay?’ No quieren hablar de ello- ¡Tienen un miedo mortal!”

                Pensaba durante un momento y luego dijo: “Elegir vivir el estilo de vida gay es como un último recurso –una forma conveniente de tener contacto con alguien. Pasé demasiados años para averiguar que lo que vivo es un acceso rápido. Pude seguir así, seguir haciéndolo pero me di cuenta de que no soy el tipo de gente que conforma algo para siempre.”

                Entonces Charlie verbalizó un asunto nuclear de la condición homosexual: “Siempre he sabido que tengo un problema de intimidad tanto con hombres como con mujeres y sé que tiene que ver con mi homosexualidad pero no estoy bastante seguro de la conexión.”

                Continuó: “Mi mayor problema es sentirme solo todo el tiempo. Desconectado. Aunque estoy rodeado de gente todo el día en el trabajo, vivo en un aislamiento emocional. La semana pasada me sentía vacío, ansioso como jalea. No tenía la menor ambición de hacer nada y todo el trabajo parecía demasiado esfuerzo.

                Una expresión de desespero asumió su cara atractiva y gentil. Esperé a que dijera algo más. Se suspiró y continuó: “He tenido éxito recientemente al evitar contactos homosexuales… pero ¿puede que mi éxito se deba simplemente a la edad y a la disminución de la libido? Sonrió arrepentido.

                En su pequeño chiste oí una tendencia clara a desacreditarse, a no darse crédito por sus logros. Muchos homosexuales en tratamiento son lentos para darse crédito por lo que han conseguido. No se les ha enseñado a reconocer su poder personal.

                Charlie suspiró impacientemente y me miró directamente a los ojos: “Estoy sin sexo pero estoy solo y… quiero saber cómo puedo dejar de tener sexo con hombres para siempre. Es demasiado difícil hacerlo por voluntad escarpada.”

                “Me alegra que te des cuenta de eso,” le dije.

                “Me siento demasiado vacío, demasiado cansado, demasiado cansado. Como en un callejón sin salida.”

                “Este vacío,” le dije, “es una tapadera de una energía sin explotar que está bajo la superficie. Si no entras en contacto con esa energía y diseñas en ella, caerás en una depresión a toda escala y luego ¿qué crees que sucederá? Le avisé. “La depresión es la calma antes de la tormenta de relaciones sexuales de nuevo.”

                “Eso lo sé muy bien,” asintió Charlie. “Puedo imaginarme golpeando los bares si no hago algo para conseguir ser reconectado. Espero que puedas ayudarme a encender el fuego adecuado y montarme en el tren otra vez. Gracioso –aunque sé mucho de mi problema intelectualmente, todavía no me siento curado emocionalmente.”

                Bien, Charlie, el tiempo se ha acabado hasta la próxima semana. Pensemos en esa paradoja hasta la próxima sesión. Porque sí, tienes razón; hay un mundo de diferencia entre hacer el cambio intelectualmente y hacer el cambio emocionalmente.

                Cuando nos encontramos otra vez el siguiente martes, Charlie continuó con la discusión de la semana anterior. “Ya sabes, tenías razón cuando me dijiste que era demasiado duro conmigo mismo. Es parte de mi problema. Nunca me doy crédito por nada. Lo paso mal acariciándome. Me estimulo con una idea nueva y luego dejo caer la pelota, cuestionándome a mí mismo a posteriori, y creo toda clase de dudas y miedos que sé que son innecesarios e irreales. Siento un embotamiento constante, una herida profunda en mi interior.”

                Entonces confesó: “Una de las cosas que me hace volver a paralizarme y a deprimirme es que parece que no sé cómo dejar a mis padres, hablando emocionalmente. Cómo cortar el cordón umbilical y todavía…” Buscaba las palabras adecuadas, “ser su amigo.”

                “Tener una relación con ellos pero no como niño,” clarifiqué.

                “Sí. Tener algún tipo de relación igual con ellos.” Pensó durante un momento, luego añadió: “No sé cómo ser real, ser yo mismo a su alrededor. Cómo relacionarme de forma genuina. No estoy seguro de cuáles son mis sentimientos hacia ellos.”

                Mientras comenzaba a confrontar cómo no había sido tratado honestamente por sus padres, Charlie entró en una de las fases más dolorosas de la terapia reparativa. Fuera de sus necesidades narcisistas, sus padres, especialmente su madre, le había requerido que fuera el buen chico y de esa forma comprometer su propio desarrollo autónomo masculino.
               
La herida que tienes dentro viene de darte cuenta de que no fuiste reconocido como individuo,” le dije. “En algunas cosas, fuiste descuidado y en otras, demasiado mimado. Tus padres no te dieron un sentido fuerte de quién eras.” Es esta clase de infancia que ha llevado a los autores Leanne Payne y Colin Cook a describir al homosexual como huérfano.

“Quizás sea eso,” dijo. “Intelectualmente me siento seguro de mí mismo pero emocionalmente… he sentido de alguna forma que no soy nada. No soy nadie y eso me pone furioso…” 

Le dije: “Volver y reclamar tu verdadera identidad significa comenzar a trabajar tu camino de retorno a través de la herida.”

“¿Qué hay de mi ira?” Preguntó. “También tengo mucha ira.”

“Por supuesto. La ira es una defensa contra la herida, la injusticia. Por eso muchos de los hombres están enfadados. Su ira no es sólo por la intolerancia de la sociedad con la homosexualidad. Viene de su consciencia, en algún nivel profundo, esa parte de su identidad esencial les fue arrebatada en sus primeros años de vida.”

“¿Pero cómo reconozco estos sentimientos de ira hacia mis padres? ¿Tengo que repudiarlos emocionalmente?”

“No creo que puedas repudiarlos,” le dije. “La tarea es ser un adulto con ellos, no un niño pequeño manipulado por ellos.”

Suspiró y dijo: “Me siento paralizado cuando pienso en lo que reside delante de mí.”

Le dije: “Esta es una fase crítica y de transición de tu terapia. Ya no eres el niño manipulado pero todavía no sabes cómo ser el adulto autónomo.”

“Ahí es exactamente donde estoy,” asintió. “¿Cómo puedo llegar a ser un adulto en la relación con mis padres? Sé que no puedo cambiar a mis padres. Cuando era niño nunca pude conseguir que me reconociera de ninguna forma. Puede que si le hubiera acompañado a practicar los deportes que le gustaban a mi padre –amaba bajar por las aguas bravas del río y pescar. No fui con él sino un par de veces porque no me gusta aplastar los mosquitos toda la noche y escuchar a los coyotes aullar  en los arbustos… Cuando empecé a negarme a acompañarle en sus viajes creo en verdad que sintió que le rechazaba. De alguna forma, creo que fue culpa mía que me dejara con mi madre y mis hermanas.”

“Si centras tu terapia en cambiar a tu padre sabotearás tu tratamiento. Probablemente no puedas cambiar a tu padre pero puedas cambiar cómo relacionarte con él. No quieres establecerte a ser frustrado porque eso te llevará-”
    
                “De vuelta a algún otro tipo y eso es lo que no quiero volver a hacer,” dijo abruptamente.

                “Y regresarás la próxima semana con los mismos problemas,” añadí.

                “Tienes razón.” Entonces, añadió pensativamente. “Tan pronto como le doy la espalda a tratar con mi padre, afronto los problemas de nuevo. Puedo olvidarlo por un momento, sacar la lucha de mi mente, pero está claro que perdiendo el tiempo, que eventualmente voy a tener que tratar este problema. Si no cambiándolo a él, cambiando la forma de relacionarme con él.”

                Sentía la presión que Charlie se ponía sobre sí mismo y sentía que necesitaba volver a darle seguridad: “No es algo que tengas que resolver instantáneamente. La gran ventaja de esta terapia es que hay muchas formas de progresar –actividad física, desarrollo de amistades masculinas sanas, empezar un diálogo basado en el respeto con ambos padres. Hay muchos desafíos que te harán progresar.”

                “Porque acabo de sentirme tan golpeado…”

                “La naturaleza activa e iniciadora de la terapia reparativa enfatiza los desafíos diarios del mundo,” le expliqué. “Pero cuando estás golpeado en un nivel consciente, mira en el inconsciente. Pon atención a lo que comes up en tus sueños.” Aunque Charlie se sentía estancado, tenía mucho que aprender de la corriente oculta que fluye de su inconsciente.

                Considerando mis palabras, Charlie dijo de repente: “Anoche tuve un sueño raro, que puedo recordar sólo de forma vaga. Lo estaba pasando mal intentando centrarme en él cuando me desperté, fue tan breve…” Dudó, luego dijo: “¡Ah! Vuelve. Estoy desnudo delante de mi padre.”

                Me miró y me dijo: “Eso fue todo.”

                “¿Ningún sentimiento?” Le pregunté.

                “No, ninguno en particular.” Se encogió de hombros.

                “¿Había algún sentimiento sexual?”
                “Nada. Sólo una actitud objetiva de ‘Aquí estoy.’ ”

                “¿Cómo interpretas este sueño?”

                “No tengo ni idea. Nunca antes había soñado algo así.”

                “¿Qué podrías estar intentando decir estando desnudo delante de tu padre?”

                Respondió: “Este soy yo. ¡Quiero que me mires!”

                “Este sueño tiene un tema reparativo,” le dije. “Es un intento de auto-curación. Tu padre representa la masculinidad que nunca afirmó en ti. La afirmación masculina que te habría gustado tener. Le dices: ‘¡Mírame! ¡Mírame por lo que soy! Soy un hombre, ¡reconóceme!’ Eso es lo que quieres. Creo que es un sueño importante que representa exactamente lo que quieres alcanzar aquí en la terapia.”

                Charlie sonrió. “¡Precisamente! La imagen es en verdad tan simple pero tan perfectamente simbólica. Eso es exactamente lo que quiero.” Una mirada de maravilla cruzó su cara. “Es asombroso. En algún nivel de mi psique sé lo que necesito y ya estoy esforzándome en ello.”

                Se rió. “Creo que no estoy tan golpeado como creo que estoy.” Y con esa frase concluyó nuestra sesión.

                Unas pocas sesiones después Charlie recordaba cómo, cuando era jovenzuelo, había aceptado tener relaciones sexuales con un chico mayor. Entonces, con vergüenza considerable, admitió que este no había sido simplemente un incidente de una vez sino de hecho un patrón regular. Ahora intentaba volver a entrar en el mundo de ese niño pequeño- ¿Qué había buscado?

                Me preguntó: “¿Qué hace que un chico haga eso, Joe?” El dolor y la vergüenza todavía estaban en su cara.

                “Se tenía que hacer algo, se tenía que satisfacer alguna necesidad,” le respondí.

                “¿Pero por qué así?” Se sentó rígido en la silla, con la cara sonrojada y con ira.

                Entonces Charlie respondió a su propia pregunta: “Era una búsqueda para mí. Algo que no encontraba en mí mismo.”

                Charlie había tocado una verdad esencial sobre la condición homosexual –que representa un esfuerzo hacia una parte perdida de la identidad. Cuando comencé el trabajo clínico con homosexuales, al principio pensaba que era simplemente un problema sexual. Posteriormente, me di cuenta de que era un problema de identidad de género masculino. Hoy lo veo como un problema de identidad nuclear. La homosexualidad representa una pérdida de la identidad verdadera y de aspectos del poder masculino de uno.

                “La mayoría de estos chicos con los que tuve sexo hoy están casados,” dijo Charlie. “No se engancharon a la homosexualidad como yo.”

                La percepción de Charlie era exacta. Para muchos chicos, el homoerotismo satisface una curiosidad normal. Pero para otros chicos, como él, tal conducta expresa un anhelo emocional más profundo. En Charlie había una necesidad de satisfacer su identidad esencial masculina –una necesidad que buscaba liberar en intimidad sexual con otros hombres.

                Le pregunté a Charlie: “¿Encontraste alguna satisfacción durante los años posteriores cuando pertenecías al mundo gay?”

                “De alguna forma, sí,” dijo. “Podía darme un sentimiento muy liberador. Pasaba un par de horas en un bar gay después de un día de trabajo duro en la biblioteca. Al final estaba en un mundo de hombres que estaban en el mismo lío que yo, y no había pretexto, nada que esconder… Podría conocer a un chico e ir a casa con él durante un par de horas –era como el placer de disfrutar de un buena comida después de un día duro de trabajo.”

                Su utilización de la palabra comida me golpeó. ¿El acto homosexual era comparable con comer, devorar? ¿Puede significar la felación el mismo impulso inconsciente para satisfacer alguna necesidad? La Cena puede ser tanto primitiva como placentera, chispeando fantasías del otro hombre dentro del yo, haciendo más fuerte al yo. Pensaba en los ritos de iniciación masculina de las tribus primitivas como la Sambia de Nueva Guinea, donde los jóvenes son iniciados en la masculinidad y la fortaleza por medio del ritual de recoger el semen de hombres mayores.

                También me acordé de la idea de Carl Jung acerca de la condición homosexual. Como era parafraseado por su biógrafo, según Jung, la homosexualidad era “un elemento reprimido e indiferenciado de masculinidad en el hombre… que en vez de ser desarrollado… de las profundidades de su propia psique, se busca en el plano biológico por medio de la ‘fusión’ con otro hombre” (Jacobi 1969, p. 51).

                Charlie y yo seguimos hablando de los patrones vistos con tanta frecuencia en las familias de los homosexuales. Mientras se insiste en que la homosexualidad es estrictamente genética, los apologistas gay han desestimado la investigación sobre los orígenes familiares de la homosexualidad. Descartan bruscamente las averiguaciones psicoanalíticas clásicas sobre la homosexualidad como “desaprobadas” o “desfasadas.” Temen que si podemos demostrar una conexión con patrones familiares insanos, entonces la sociedad sea menos tolerante con la homosexualidad. Sin embargo, con frecuencia me pregunto, con lo importante que es la tolerancia, ¿debería venir a expensas de la verdad? ¿Por qué no podemos tener la verdad con la tolerancia?” 

                Le expliqué a Charlie cómo el chico prehomosexual es en términos generales lo que Alice Miller (1987) llama el “niño utilizado” pero que es utilizado de una forma particular. Puede que la madre utilice al hijo prehomosexual para gratificar las necesidades emocionales que no han sido satisfechas por su esposo. El buen chico que educa es la creación de una percepción femenina distorsionada de lo que se supone que debe ser un hombre. El padre, por otra parte, utiliza al chico prehomosexual de una forma más sutil. Puede que sea encantador pero inadecuado, o bien intencionado pero descuidado. A veces el padre ha sacrificado al chico por las necesidades de la madre de una mascota; le da al chico el mantener a la madre feliz. En cualquier caso, el uso del chico de esta relación triádica sacrifica su masculinidad.

                Charlie dijo lentamente: “En otras palabras, puede que el chico haya sido inaceptable para su madre hasta que extinguió su masculinidad.”

                “Nunca la extinguió,” señalé, “simplemente nunca tuvo ningún estímulo para reivindicarla. Para quedarse en las buenas gracias de la madre, puede que haya tenido que negar su deseo de masculinidad. Por el amor de la madre ha tenido que sumerge lo que llamamos los esfuerzos masculinos.”

                “¿Era porque ella quería que fuera su buen chico para siempre?” Preguntó Charlie.

                “Con frecuencia. Muchas madres quieren que sus hijos sean buenos, puros, que sean para ellas como  su pequeña mascota. El rol del buen chico excluye la masculinidad, debido a que la masculinidad lleva consigo la independencia, la autonomía y ejercicio de poder personal,” le expliqué. “Lo que hace al chico diferente de la madre es precisamente su masculinidad. Si lo expresa, su madre piensa: ‘No va a ser como yo.’ Algunas madres se sienten amenazadas por esta diferencia de género.”

                “Como que a ella le gustaría que fuese su compañero,” dijo Charlie, atornillando la cara con una expresión de disgusto.

                “Sí,” le dije, añadiendo: “Estas madres no quieren conscientemente que sus hijos sean homosexuales. Cuando descubren veinte años después que su hijo tiene problemas de homosexualidad, con frecuencia sufren un shock y les da mucha tristeza. No se dan cuenta de que ellas mismas ayudaron a poner la base para esta condición.”

                “Y cuando la madre está creando este niño pequeño bueno y neutralizado, ¡el padre no interviene!” La voz de Charlie llevaba una indirecta de ira.

                Respondí: “Exactamente. Un rol importante del padre fuerte y educado es destruir el vínculo simbiótico cómodo de la relación madre-hijo. Muchos padres son buenas personas pero simplemente no ven lo que está pasando.”

                “Así que puede que haya muchos chicos con el mismo tipo de madre que tuve yo pero sus padres intervinieron y detuvieron lo que estaba pasando. Si yo hubiese tenido un padre más implicado, la ecuación podría haberse equilibrado de forma diferente.”

                “Absolutamente. Y quizás si tú, tú mismo, hubieses sido un poco más duro y resistente, puede que te hubieras alejado de tu madre y abierto camino a la reserva y falta de implicación de tu padre. Pero eras un niño sensible y no del tipo que es apto para tomar desafíos emocionales. Por eso la homosexualidad  suele ser no un problema de madre-hijo ni de padre-hijo sino un problema de madre-padre-hijo,” le expliqué.  “Es un equilibrio entre los tres. El eminente psiquiatra Irving Bieber se refería a él como la relación triádica.

                Charlie recordó: “Es divertido, estaba mirando recientemente algunas fotos de la familia y mi hermana me dijo que cada vez que sacábamos una foto familiar yo no quería salir en ella. Conseguía escabullirme fuera de gama de la cámara.”

                “Una retirada. Un sentimiento de diferencia. Oigo esto todo el tiempo. El chico prehomosexual no se siente parte de la familia.”

                “Seguro que como yo,” dijo Charlie.

                “Puedo comprender eso, ya que no fuiste tomado en serio por tus padres.”

                “Fui tratado como una posesión,” dijo. Entonces añadió: “Cuando estaba en la escuela de gramática, tenía un problema de peso y los chicos del colegio solían burlarse de mí y me llamaban torpe y gordo. Pero mi madre me veía con orgullo un día mientras me comía una tarta de crema de chocolate entero. Hasta ese día hablaba encariñada sobre lo lindo que Charlie parecía cuando terminaba toda la tarta de una sentada.”

                “Eras una posesión adorable,” le dije.

                “Como los dos pequeños caniches que cogió como mascotas cuando los tres hijos habían crecido y se habían marchado.” Se rió. “¡Esos perros ocupaban nuestros lugares!”

                “Te hicieron vivir una falsa identidad que sacrificó tu autonomía y tu identidad masculina,” le dije. “La gente no se da cuenta con frecuencia de que llevan viviendo una falsa identidad hasta que empiezan a experimentar cierta libertad de ella. Cuando empieces a vivir por medio de tu verdadero yo, tendrás una sensación de liberación, espontaneidad y poder interior. El falso yo suele dejar a una persona sentimientos de auto-consciencia, rigidez y de alguna forma vacío o muerte dentro.”

                “¿Y el sentimiento del verdadero yo se quedará conmigo, in time?” Preguntó Charlie. Entonces dijo, una nota de encanto en su voz: “Estoy empezando a sentirme más fuerte. Estoy progresando con mis amigos heterosexuales y estoy pensando en ir a un gimnasio.”

                “Bien. Te estás moviendo en la dirección correcta.”

                “Quiero sentirme mejor con mi cuerpo,” dijo. “Me estoy haciendo mayor y me estoy poniendo flácido.,” dijo, dándose palmadas en el estómago, “lo que me deprime. Tenía buena presencia –cuando estaba en la universidad. Había dejado esa imagen de chico gordo perdiendo mucho peso y haciendo ejercicio, por lo que me sentía sexy. Me hacía sentir bien ser deseado por los hombres en los bares. Ya sabes, ese tipo de vanidad.”

                Esta “vanidad” condujo a una discusión de la condición homosexual que llamo alienación del cuerpo. Los gay tienen una tendencia a percibir su propio cuerpo masculino con una fascinación excluida, como si fuesen objetos más que sujetos. El cuerpo del homosexual, particularmente el pene, es algo que lleva pero que no posee. Este sentimiento de no poseer el propio cuerpo puede tomar la forma de complejo de inferioridad o superioridad pero nunca existe una conexión relajada con él. Muchos clientes expresan un sentido de desconexión con sus cuerpos que empieza en la temprana infancia. Existe también una excesiva modestia, que suele continuar hasta la adultez. Puede que describan una falta de voluntad de quitarse sus camisetas, incluso en la playa o con el calor. Describen una reticencia a desvestirse delante de otros chicos, incluso de sus hermanos. La timidez puede alternar con el exhibicionismo, que es un intento de sobre-compensar la timidez. Tanto la timidez como el exhibicionismo son formas de alienación del cuerpo.

                Este mismo complejo de inferioridad y de incomodidad resurge en los años posteriores cuando el joven desarrolla generalmente cierta sobre-preocupación por el tamaño del pene. Relacionado con esto  está el fenómeno de ser tímido pee o de tener dificultad para orinar en la presencia de otros hombres en los baños públicos. Lo que vemos en esta dinámica de alienación es un fracaso de la familia (y del padre en particular) en integrar al chico con su masculinidad por medio de su propio cuerpo.

                Incluso cuando se describe su participación en los deportes, el homosexual experimenta con frecuencia una exclusión objetiva. Su tendencia es a observarse a sí mismo y a los movimientos de su cuerpo., más que sentirse a sí mismo que está moviendo su cuerpo. Porque carece de esta confianza en sus movimientos naturales, es probable que envidie esta cualidad en los heterosexuales. Por esta razón y otras, veo que la homosexualidad no es simplemente un problema sexual sino un problema mayor en la forma propia de estar en el mundo.            

                Volviendo al problema de la vanidad, le dije a Charlie: “Tu interés en implicarte en el progreso físico es grande, pero no debería buscarse por vanidad. No quieres que tu cuerpo sea un objeto del que presumir. Esa es una necesidad que procede del falso yo. El objetivo es desarrollar un sentido interno de propiedad. Tú eres tu cuerpo, estás centrado en tu masculinidad. No lo llevas, él te lleva. El orgullo que sientes por tu cuerpo debe surgir de tu identificación con otros hombres. ¿Comprendes la distinción?”

                “Absolutamente,” dijo. “Conozco ambas posibilidades. El viaje de mirar a mi cuerpo, procedente del narcisismo, y por otra parte el sentido de estar centrado en mi masculinidad. Sé la diferencia pero a veces es difícil alcanzar esa otra forma de percibirme.”

                “Tienes razón,” le aseguré. “Lo importante es que sabes la diferencia.”

                “Durante un largo tiempo después de que bajé de peso, me sentía orgulloso porque tenía un buen cuerpo que llamaba la atención de los demás hombres. En los bares, los hombres me miraban y eso en verdad me hacía sentirme bien conmigo mismo. Sin embargo, de alguna forma lo odiaba –permanecía en la forma de encontrar lo que realmente quería.”

                “¿Qué era?”

                “Un hombre.”

                Asustado por esta contradicción, le pregunté: “¿Tu cuerpo permanecía en la forma de que consiguieras un hombre?”

                “Así es.”

                “Explícamelo.”

                “Todo lo que he querido es estar cerca de un hombre. No de un gay sino de un heterosexual –un 100% hombre masculino y natural. Pero esos hombres no se enamoran de mí –ellos quieren lo que no pueden ser y eso es una mujer. Esa es la paradoja de la condición homosexual.”

                Pensando en eso, terminamos nuestra sesión.

                Charlie empezó pronto a hacer progresos con sus amistades heterosexuales. Se unió a un gimnasio, donde estaba descubriendo que podía tener amigos heterosexuales sin estar sobrecargado por tentaciones sexuales. Ahora hablaba de un nuevo amigo, Rich, a quién describía como “un gran tipo, muy afirmativo. Heterosexual y no tiene ni idea de lo que estoy viviendo.”

                “Tengo una pregunta,” le dije. “¿Alguna atracción hacia él?”

                “Una ligera,” admitió Charlie después de una pausa de reflexión. “Sí. A veces lo comparo conmigo mismo y me encuentro pensando: ‘Tiene algo que yo no tengo.’ De eso, introduce un poco de atracción sexual.”

                Continuó: “Un día de la semana pasada Rich entró caminando en el vestuario. Tenía una camisa de color te y sus músculos estaban bombeando verdaderamente.  No me sentía bien con mis brazos flacos y el pecho y sentía que la atracción despertaba en mí. Me dije: “Si quieres lo que tiene, tendrás que trabajar por ello como lo hizo él. Si crees que el consiguió eso de la noche a la mañana, estás equivocado. Pagó en sudor por ese cuerpo.”

                De todos los hombres con los que he trabajado, Charlie era el mejor en utilizar una técnica evaluable de la terapia reparativa llamada charla de auto-mentor, la práctica de hablar consigo mismo con la voz de un padre fuerte y benevolente interiorizado.

                Continuó hablando de su nuevo amigo: “Rich siempre me hace reír. Me ayuda a ser un poco menos serio. Me gusta ese sentido suyo de la espontaneidad, ese entusiasmo y humor loco. No saca nada fuera de proporción, a diferencia de mí.”

                Estuvo callado un momento, luego dijo lo siguiente. “El otro día fui golpeado con una verdad que me vino por la gracia de Dios. Me di cuenta de que no hay nadie en este mundo que pueda darme mi identidad masculina. Ningún otro hombre. Reside dentro de mí, sólo que está inactiva. Nadie puede dármela. Ni yo puedo conseguirla cambiando mi imagen externa. La clave real para cambiar es actualizar lo que ya tengo dentro de mí.”

                Charlie parecía impaciente por seguir hablando: Rich y yo fuimos de excursión hace un par de semanas y parecía que iba a llover antes de volver al coche. A Rich no parecía importarle por lo que no dije nada pero me estaba poniendo nervioso. Mi madre siempre decía: ‘¡Va a llover!’ como si mojarme me fuera a suponer la muerte, que iba a morir de neumonía. A la mayoría de los hombres no les importa si se mojan, por supuesto, pero la voz de mi madre siempre ha sonado como una vieja cinta dentro de mí. Así que pensé: ‘Si me mojo, me mojo. ¿Y qué?’ Bien, nos empapamos. Pensé: ‘¿Ahora qué hacemos?’ Rich siguió caminando, por lo que no dije nada, como si no fuese importante.”

                Charlie me lanzó una tenue sonrisa . Como si fuese feliz por haber roto uno de los mayores vínculos con que su madre le había oprimido.

                “Realmente creo que estoy progresando,” dijo Charlie. “Lo he sentido en algunos sueños que he tenido últimamente. Anoche soñé que estaba en la base de un camino a una montaña con mi amigo Eric. Llevábamos mochilas y botas de excursión y nos quitamos las camisetas bajo el sol de la tarde. Ambos parecíamos musculosos y yo me sentía muy bien conmigo mismo. De repente pasaron caminando dos chicas rubias y dije: ‘Hey, Eric, ¿no están buenas?’ Dijo que sí y yo sentía que esto realmente amistad alegre.”

                “Muy interesante. ¿Y cómo interpretarías ese sueño? Recuerda las dos reglas básicas de interpretación de sueños –todo en el sueño es significativo, y cada parte del sueño representa una parte de ti.”

                Comenzó: “Había un sentimiento en el sueño de ser feliz simplemente por ser yo y me encantaba. La sensación de ser despreocupado y fuerte. Quería apropiarme de ese sentimiento y mantenerlo. No siento de esa forma con frecuencia y era una altura real para mí.”

                Le pregunté: “Mi pregunta ahora es: ¿Por qué está Eric en el sueño?”

                “Déjame pensar en eso,” dijo Charlie. Sentándose, miró de reojo hacia arriba y meditó. “Bien… puede que vea en él cualidades que me gustaría poseer yo.”

                “Seguro,” le dije. “¿Sientes que vas a conseguir esas cualidades?”

                “Lentamente, sí.”

                “¿Qué cualidades?”

                “La espontaneidad, la libertad. Eso es lo que Eric representa –esas son las cualidades que más admiro en él.”

                “¿Qué parte de ti es representada por la montaña?”

                Charlie pensó durante un momento y luego respondió: “Supongo que es mi lucha. La terapia es como escalar una montaña. Y se podría decir que de alguna forma Eric es mi compañero y mi guía.”

                Charlie parecía reasegurado por este sueño. Veía en él la satisfacción que procede de la comprensión de cómo sus sueños, en perfecto simbolismo, reflejaba sus esfuerzos conscientes. Charlie había hecho un largo camino y por eso los dos estábamos contentos.

                Muchos hombres han venido a mí deprimidos crónicamente e infelices, pasando por los movimientos de la vida mientras pierden algún tipo de vitalidad esencial. Los portavoces gay dirían que estos hombres estaban llenos de auto-odio debido a su interiorización de la homofobia social. O dirían que estos hombres se sentían crónicamente vacíos porque no se permitían encontrar satisfacción en un amante varón. Pero esa vitalidad había desaparecido durante tanto tiempo como Charlie podía recordar y sabía que tenía que ver con su masculinidad perdida.

                Durante el transcurso de la psicoterapia, cada cliente pasa por  momentos de desesperación durante los que intento hacerle consciente de la nueva vida que emergerá en el otro lado de su lucha. Estoy a su lado mientras soporta el dolor que es siempre parte de la curación, mientras ‘pregunta, una y otra vez, por qué es él el que debe sufrir. Hay muchos meses en los que Charlie se preguntaba si subiría alguna vez a esa montaña.

                En el último año de tratamiento Charlie entró en la terapia de grupo, donde contribuyó con una presencia pensativa y de introspectiva. Antes de tiempo el respeto que se ganó del resto de los miembros del grupo era evidente: cuando Charlie hablaba, todos escuchaban. Su claridad de expresión y su visión penetrante le dieron la posición de líder admirado. Con frecuencia Charlie dirigía la dirección de la discusión de nuestro grupo. Hizo muchos amigos íntimos entre los hombres, apoyándoles cuando perdían su rumbo. Cuando salía caminando de mi consulta por última vez, sabía que no era el único que lo iba a echar de menos.

                Charlie Keenan cambió en muchos sentidos. Lo que buscaba más de la terapia reparativa era encontrar estar centrado en su propia identidad masculina. A través de ese logro, esperaba encontrar una disminución de sus distracciones homosexuales. Después de dos años, dejó mi consulta sintiendo que había conseguido aquello para lo que había venido a la terapia.

                Todavía tengo en mi mesa un folio en el que Charlie escribió algunas reflexiones:

                Hoy mi terapia desenreda los engaños que infligieron esta inseguridad masculina sobre mí. Mi terapia ha sido un proceso sofisticado de descubrir la verdad, probándola, y viviéndolo confidencialmente por primera vez en mi vida. Mi terapia me muestra que soy un miembro total del club de los hombres porque nací hombre. Mi terapia me pone en la compañía de los hombres con la misma lucha.  Nos creemos y nos ayudamos mutuamente a vivir nuestra energía e identidad masculina, más que a perpetuar el mensaje mítico de que no merecemos la identidad masculina sana de la que todos los hombres disfrutan.

                Estos dos años y medio han sido una bendición de libertad y poder. Mi sentido de satisfacción con mi masculinidad está vivo y creciendo ahora:

1.       No anhelo más la masculinidad. En vez de eso, la reivindico.

2.       Ya no sobrevaloro (desear sexualmente) o minusvaloro (exclusión defensiva
de) los hombres de mi vida. En vez de eso, me quedo con ellos como un igual.

3.       He perdido mi antagonismo con mi padre y me encuentro identificándome
 cada vez más con él.

4.       Hablo con más frecuencia y soy mucho más asertivo.

5.       En espíritu, soy menos reprimido.

6.       En acción, tengo más control. Tengo más voluntad de arriesgarme.

7.       Por medio del ejercicio he hecho mejores amigos y tengo menos odio hacia
mi cuerpo. Puede que nunca sea completamente libre de este limp que tengo desde que era niño pero he estado haciendo lo más que puedo con mi cuerpo.

8.       Puedo apreciar mejor lo femenino en mis mujeres amigas porque su
contraste conmigo es ahora más aparente.

9.       Busco la energía masculina en todas las cosas y encuentro formas de
experimentarla o expresarla genuinamente desde dentro porque hacerlo es vivir y sanar.

                Sé que hay homosexuales que aceptan la idea de que “nacieron así.” Les desafío; se venden short. Rechazan admitir que podrían estar rotos (como lo está todo ser humano). Rechazan buscar las raíces de su problema porque es repugnante ver donde uno, quizá sin quererlo, ha dicho “no” a la responsabilidad que se coloca sobre nosotros para vivir como fuimos creados. Es un pecado de orgullo que ciega a estas personas, que los engaña en la creencia de que la rotura es una vergüenza. No lo es. La vergüenza real está en no aceptar el perdón y en no dar el perdón. He perdonado a los hombres que me han dañado como me he perdonado a mí mismo por los años de huida.

                Tengo la esperanza de que todo hombre que padece la homosexualidad pueda abrirse a recibir la misma gracia que yo he recibido. Esta gracia ha sido la que me ha posibilitado ver que mis tendencias homosexuales no son no eran un grito para tener a otro hombre – sino un grito de tener masculinidad.

                Charlie todavía me envía alguna nota y estoy siempre feliz de saber algo de él. Los hombres del grupo todavía lo echan de menos.



4. ARTÍCULO FUNDAMENTAL A LEER PARA PROFUNDIZAR ESTE TEMA.
No hay.






5. PREGUNTAS A REFLEXIONAR, TRABAJAR Y RESPONDER EN EL CUADERNO DE TRABAJO EN TORNO A TODO LO LEÍDO:



a. Escribe las ideas fundamentales que has encontrado en este capítulo.


  • Muchos homosexuales en tratamiento son lentos para darse crédito por lo que han conseguido. No se les ha enseñado a reconocer su poder personal.

  • La ira es una defensa contra la herida, la injusticia. Por eso muchos de los hombres están enfadados. Su ira no es sólo por la intolerancia de la sociedad con la homosexualidad. Viene de su consciencia, en algún nivel profundo, esa parte de su identidad esencial les fue arrebatada en sus primeros años de vida.

  • Puede que la madre utilice al hijo prehomosexual para gratificar las necesidades emocionales que no han sido satisfechas por su esposo. El buen chico que educa es la creación de una percepción femenina distorsionada de lo que se supone que debe ser un hombre. El padre, por otra parte, utiliza al chico prehomosexual de una forma más sutil. Puede que sea encantador pero inadecuado, o bien intencionado pero descuidado.
A veces el padre ha sacrificado al chico por las necesidades de la madre, de una mascota; le da al chico el mantener a la madre feliz. En cualquier caso, el uso del chico de esta relación triádica sacrifica su masculinidad. 


  • Con frecuencia. Muchas madres quieren que sus hijos sean buenos, puros, que sean para ellas como su pequeña mascota. El rol del buen chico excluye la masculinidad, debido a que la masculinidad lleva consigo la independencia, la autonomía y ejercicio de poder personal. Lo que hace al chico diferente de la madre es precisamente su masculinidad. Si lo expresa, su madre piensa: ‘No va a ser como yo.’ Algunas madres se sienten amenazadas por esta diferencia de género.


  • Los gay tienen una tendencia a percibir su propio cuerpo masculino con una fascinación excluida, como si fuesen objetos más que sujetos. El cuerpo del homosexual, particularmente el pene, es algo que lleva pero que no posee. Este sentimiento de no poseer el propio cuerpo puede tomar la forma de complejo de inferioridad o superioridad pero nunca existe una conexión relajada con él.
Muchos clientes expresan un sentido de desconexión con sus cuerpos que empieza en la temprana infancia. Existe también una excesiva modestia, que suele continuar hasta la adultez. Puede que describan una falta de voluntad de quitarse sus camisetas, incluso en la playa o con el calor. 


Describen una reticencia a desvestirse delante de otros chicos, incluso de sus hermanos. La timidez puede alternar con el exhibicionismo, que es un intento de sobre-compensar la timidez. Tanto la timidez como el exhibicionismo son formas de alienación del cuerpo.  

  

b. ¿Si has tenido novia, te sentiste seguro frente a ella en tu masculinidad? 


No he tenido novia.




c. ¿Qué sentiste al leer sobre la experiencia de Andy y la necesidad de apoyo para la reparación sexual?

Sin duda que un punto vital e imprescindible del proceso de superación de la AMS es el acompañamiento de varones que contribuyan a satisfacer las necesidades homoemocionales de la persona y le permitan acceder a un sistema de entrenamiento en el desarrollo de la masculinidad.

He observado con detalle la vida de muchas personas con AMS así que he visto y concluido que el apoyo sólido y presencial de los del mismo sexo es en esencia el factor clave de la resolución del conflicto homoemocional, de manera que la ausencia de este ingrediente hace imposible la recuperación en su totalidad.

Contar con un amigo sin AMS es realmente constructivo ya que éste le brinda al paciente una visión auténtica y genuina de la masculinidad, le introduce en ese mundo de misterio masculino hacia el cual el cual el hombre con AMS experimenta una profunda fascinación, y le brinda conocimiento y experiencia respecto a los modos naturales de los hombres. 

Se sobreentiende que el apoyo de un amigo sin AMS significa que esta persona posee una visión madura y realista de la heterosexualidad y el rol masculino, y una integridad de vida apropiada, pues si carece de dichos elementos el apoyo dado no tendrá un efecto positivo en la vida del paciente.

Cuando yo me sienta completamente listo le brindaré mi apoyo directo a muchas personas con AMS en proceso de recuperación, así como el caso de Andy con Charlie, con la gran diferencia de que yo si se muchísimo sobre la AMS y los problemas homosexuales. 



d. ¿Cómo vives tu aislamiento emocional? ¿Crees realmente que tú vales para alguien? ¿Para quien?


NO vivo en un estado de aislamiento emocional, me siento acompañado y querido. Soy un ser muy importante en la vida de muchas personas, me siento muy amado por mi familia y por mis amigos.



e. ¿Qué sentimientos te produce el ser aceptado y el no serlo? ¿Cómo vives estos sentimientos? 

En este momento no me preocupa si soy "aceptado o rechazado", soy indiferente a esa cuestión, lo único que me interesa realmente es "sentirme aceptado por mi mismo". 

A lo largo de estos meses me he dado cuenta que es una estupidez gastar mi energía en perseguir una meta socioafectiva basada en la falsa creencia: NECESITO QUE TODO EL MUNDO ME ACEPTE Y ME AME PARA SENTIRME FELIZ. 

He comprobado que esta falsa autocreencia es lo que lleva a esos estados de dependencia emocional e idealización de la amistad.


Trabajar la terapia cognitiva, la PNL y diversas técnicas de focalización me llevaron a detectar las distorsiones cognitivas que enmarcaban a este supuesto personal inapropiado, y en función de ello a diseñar las estrategias para superarlo, cambiarlo, eliminarlo. 

Cuando se crece en autoestima y en sentido de valor propio uno deja de sentirse excesivamente necesitado de los demás, uno aprende a ser autónomo y a no darle importancia a las agresiones de los demás, y de esa manera se evita resentimientos y sentimientos de autodecepción.





6. PROPUESTA DE EJERCICIOS PRÁCTICOS A REALIZAR PARA LLEVARLO A LA VIDA COTIDIANA. ESCRIBE LAS CONCLUSIONES DE ESTOS EJERCICIOS EN TU CUADERNO.




a. Haz una lista de las personas a las que realmente tú crees que te dicen la verdad y te quieren de forma más o menos incondicional. Y otra de los que te dicen que te quieren pero tú no logras creerles y piensa el por qué no les crees.



Las personas más importantes de mi vida son los miembros de mi familia, no me siento amado por todos en la misma medida, más el afecto que me profesan es verdadero e incondicional.

En primer lugar se sitúa mi madre, a quien le debo la vida, y quien siempre será la persona más importante para mí, mi afecto hacia ella es infinito, mi gratitud hacia su persona es eterna, jamás le pagaré suficientemente todo lo bueno que ha hecho por mí.  

Después de mi madre, y casi en la misma línea de intensidad de amor, se sitúan mi abuela y mis hermanas, ellas son mujeres encantadoras.

Otras personas que también son muy transcendentales en mi vida y cuyo afecto incondicional y verdadero es correspondido en forma recíproca son mis tías, mis primos, mis entrañables amigos Keith, Herberth, Daniel, Alexys y María.

Varios de mis compañeros de terapia, trabajo y estudio han sido y son personas muy importantes en mi vida y cuyo corazón siempre ha sido recto y sincero.


De entre ese pequeño grupo de personas que me crean cierta desconfianza están varios de mis conocidos, y dos personas cercanas a quienes estoy poniendo a prueba. 

Ha de pasar un buen tiempo para que estas personas logren ganarse mi confianza, por ahora las observo y evalúo sus intenciones. Normalmente, yo no soy muy suspicaz, me gusta dar confianza y creer en las buenas intenciones de los demás, pero tampoco soy un imprudente, en verdad que no carezco de astucia. 

Mucha gente va y viene en la vida en cuestión de nexos emocionales, pero son realmente pocas las personas que se ganan un lugar privilegiado en nuestra vida.




b. Medita en esta frase del relato: “Todo lo que he querido es estar cerca de un hombre. No de un Gay sino de un heterosexual, un 100% hombre masculino y natural. Pero esos hombres no se enamoran de mí. Ellos quieren lo que no puedo ser y eso es una mujer. Esa es la paradoja homosexual.”




Esta frase no aplica para mí ya que no tengo AMS ni déficit en mi identidad de género y/o masculinidad. 

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