Historias de personas homosexuales: STEVE - EL BUSCADOR DE SÍMBOLOS MASCULINOS
Domingo, 01 de febrero de 2009
FICHA 4.6
1. TEMA DE LA FICHA: SANAR LA HOMOSEXUALIDAD
2. OBJETIVOS A CONSEGUIR:
a. Conocer el proceso terapéutico desde las historias de casos
b. Contactarse con la propia historia desde experiencias de otros.
3. DOCUMENTO A TRABAJAR:
DOCUMENTO Nº. 4 HISTORIA DE CASOS DE LA TERAPIA REPARATIVA, de Joseph Nicolosi.
CAPÍTULO: 6. Steve: El buscador de Símbolos masculinos.
Steve Johnson era un tipo bien definido, colegiado de 24 años. Llegó a
su primera cita llevando cordones kaki y camisa a rayas y corbata. Sin embargo,
aunque Steve era sorprendentemente atractivo, parecía ser poco estudiado,
incluso afeminado. Trabajaba como investigador legal para una empresa de
litigación prominente de Los Ángeles.
Steve tenía un
estilo social encantador y gregario. Sin embargo, tras esta energía externa
ocultaba un lado profundamente depresivo y problemático de sí mismo además de
una suavidad interna y pasividad, que él odiaba particularmente.
La búsqueda
coqueta de Steve de atención masculina, junto con su atractivo colegial, le
hacían particularmente deseable en los círculos sociales gay. Me dijo que había
estado llevando una vida social
frenética de relaciones de corto tiempo, que le hacían sentirse fuera de
control y muy infeliz. “Fuera de control” es una queja que se oye con
frecuencia en la vida de muchos homosexuales.
En esta primera
sesión, Steve describió la base familiar clásica –un padre débil y
emocionalmente inefectivo y una relación íntima con una madre excesivamente
consentidora. Había dos hermanos mayores con los que Steve nunca había llevado
bien.
Steve era más
manipulador y extrovertido que la mayoría de mis clientes. Su personalidad
podría clasificarse como narcisista –es decir, tiende a valorar a los demás en
términos de cómo le hacen sentir sobre sí mismo. Si alguien le adulaba,
entonces le gustaba. A todos los demás los descartaba como personas sin
importancia. Con su problema de carácter de narcisismo, la homosexualidad de
Steve presentaba un desafío particular.
Steve necesitaba
tener el control de los demás, aunque constantemente se sintiese fuera de
control de sí mismo y de sus relaciones. En efecto, con frecuencia se
encontraba en la posición dolorosa de ser manipulado. La combinación de la
pasividad y ansia de atención positiva le producía un enorme conflicto.
En su primera
sesión, Steve se quejó: “Mi interior se siente tan débil. Soy arrastrado por un
hombre que es fuerte. He experimentado este problema durante la mayor parte de
mi vida. Siento que carezco de un empuje
hacia adelante.”
“Careces del
empuje hacia adelante masculino, » dije.
Asintió
pensativamente. « Podrías decir eso por mí, el sexo con un hombre sirve…”
Se paró, como si buscase las palabras, “ah, valida que soy atractivo, que gusto
a los hombres. Ya ves, el sexo con los hombres es realmente fácil,
instantáneo,” crujiendo los dedos, “y le da un cierto sentido a mi vida.”
“¿Vida?” Pregunté.
Con una risa de
vergüenza, dijo: “Sí. Si tengo sexo, quiere decir que tengo vida social. No
estoy aislado.” Entonces, con tristeza: “En realidad, todavía estoy aislado.”
Luego dijo:
“Confío en que puedas ayudarme a desarrollar alguna esperanza de sentirme un
hombre.” Su voz parecía triste. “Estoy escandalizado de mi falta de confianza
en mí mismo como hombre.” Añadió: “Pero
al menos me siento mejor ahora que he tomado la decisión de venir aquí y
afrontar mis problemas.”
El narcisismo es
una inversión emocional aumentada en la propia imagen de uno. El narcisista se
escuda contra la herida armándose con materialismo y las últimas modas y
equipamientos, además de adoptar una preocupación extrema por todos los
detalles de su cuerpo. Este ensimismamiento se extiende más allá de su propio
cuerpo para incluir una preocupación por la elección del coche, de su casa, su
decoración interior y todos los demás detalles personales. Esta preocupación
obsesiva por la imagen es el modo con el que el narcisista se protege de un
sentido interno de vulnerabilidad. La homosexualidad está relacionada tan a
menudo con el narcisismo porque se pueden encontrar ambas condiciones a una
relación dañina con los padres en la más temprana infancia. Ha habido una
herida en el sentido más profundo del yo –una herida narcisista.
Del mismo modo
que el cuerpo manda un golpe de sangre a
reparar una herida física, así lo hace también el centro psíquico para reparar
una herida psicológica. La persona con una herida en el sentido de su yo se
centra continuamente en proteger esa herida, y el resultado, como con una
herida del cuerpo, es una sobre-compensación, en este caso bajo la forma del
estilo grandioso narcisista.
La persona herida
de forma narcisista se relaciona con los demás en los términos de si intensificarán su dolor o
lo aliviarán. Los que no puedan aliviarlo, son devaluados. Esas relaciones no
son yo-tú, sino yo-ello. En los hombres con orientación homosexual, esto se ve
a veces en la búsqueda compulsiva de sexo anónimo.
Mientras Steve
describía sus relaciones con otros hombres, hablaba de llegar a decepcionarse
de forma tan rápida nada más descubrir algo no masculino en cada hombre.
“Siempre estoy
buscando esa magia –el hombre que pueda satisfacer mi ideal,” continuó Steve.
“Háblame de cuál
es tu ideal,” le pedí.
“Déjame ver.”
Pensó un momento, luego dijo: “La masculinidad. Tiene que estar muy seguro de
sí mismo. Muy juntos. Muy confidente. “Pero no hay muchos hombres así, por lo
que mi selección ha tenido que ser necesariamente limitada.”
Pregunté: “¿Por
qué son esos hombres tan atractivos?”
Dudó, luego
respondió: “Bien, no me siento muy fuerte en esas áreas. Así que me atraen.
Siempre me han atraído, desde que era pequeño.”
“Exactamente,”
dije. “Comprendes que tu atracción hacia ellos es una proyección de los ideales
de la masculinidad.”
Asintió. “Quiero y
espero que sean masculinos, que sean más fuertes que yo, y cuando me doy cuenta
de que son como yo, es como un enorme defecto. Los dejo inmediatamente. Steve
continuó entonces hablando bastante tiempo sobre sus relaciones infelices y
antes de que tuviese oportunidad de decirle algo como respuesta, era la hora de
terminar nuestra sesión. Mientras se levantaba para irse, Steve admitió: “Sé
que estos patrones en los que estoy metido son enfermizos.” Había tristeza y
derrota en su voz: “Y sé que ellos son una gran parte de la razón por la que estoy
siempre solo.” Miró atrás buscándome: “Sólo espero que seas tú quién me ayude
finalmente.”
Después de varios
meses de terapia, Steve había roto el patrón de relaciones frenéticas de corta
duración. Ambos estábamos contentos con el progreso que había hecho. Todavía,
no le iba todo bien. Entro en mi consulta una mañana soleada y se dejó caer
desanimado en su silla usual.
“Me estoy
controlando sexualmente mucho mejor ahora,” dijo. “Todavía creo que un hombre
masculino, bien formado es bonito… Todavía tengo la apreciación estética. Pero
ahora no tengo que desear un hombre así. No tengo
que tenerle.”
“Sin embargo,”
dijo: “Mi auténtico talón de Aquiles
es todavía ese sentido de soledad. Es lo más duro de tratar para mí.”
Steve y yo
entramos en una discusión sobre la importancia de establecer amistades
masculinas no sexuales. Había estado progresando bien durante las semanas en
términos de introspecciones, incluso en cambio de conducta. Sin embargo su
pasividad y depresión todavía le prevenían de de buscar amistades masculinas.
Se sentía golpeado.
Hablábamos de cómo
estas relaciones serían diferentes de las que tuvo con sus parejas. “He estado
pensando en las relaciones que tuve con algunos de los hombres con los que
quedé y recuerdo que cuando quedaba con un chico que consideraba muy masculino
y me sentía aceptado por él, sentía un aumento correspondiente en el
sentimiento de mi propia masculinidad.”
“Esta es una
motivación subyacente de homosexualidad,” dije. “Sientes que puedes absorber la
masculinidad del otro hombre. Eso es lo que simboliza la felación. Tú recoges
de forma vicaria la masculinidad del otro tipo.”
“Pero el
sentimiento nunca dura,” dijo Steve. “Sólo es momentáneo.”
“Sólo es eso,”
respondí. “Cuando se erotiza la masculinidad, no puede ser nunca
interiorizada.”
Steve parecía
desconcertado y preguntó: “¿Pero por qué sucede eso?”
“Porque tu amante
queda como un símbolo erótico no como una persona real que pueda afectarte. La
transformación profunda tiene lugar cuando experimentas intimidad auténtica de
hombre a hombre. Eso es lo que te
curará. La intimidad honesta con los hombres es lo que el homosexual desea en
verdad –pero es también de lo que tiene miedo. Las relaciones honestas te
sacarán de ese ciclo mortecino de soledad. En efecto, deberíamos pasar algún
tiempo trabajando las formas con las que puedes conseguir que comiences estas
relaciones.”
De repente Steve
dejó de lado el tema con un suspiro de frustración. “Bien, de todas formas…
creo que debería decirte que tuve un día pésimo.”
Decidí que ya
había recibido bastante charla sobre las relaciones masculinas y le pregunté:
“¿Por qué tuviste un día pésimo?”
“No quiero entrar
en todos los detalles. Todo era muy difícil, mucho contra mí.”
Se sentó en
silencio durante un minuto y dijo luego: “Pude ver a una bonita pareja de
novios hoy.” Su voz tenía tintes de envidia.
“Que sólo estimula
el deseo y la soledad,” dije.
“Así es. Era como,
‘Oh tienen esta relación íntima, ambos parecen muy satisfechos.’ Sentí pena de
mí mismo, que de alguna forma no encajaba en el cuadro. Esto es algo que he
vivido durante años,” admitió. “Siento pena de mí mismo y espero que otras
personas también me tengan pena. He estado vagabundeando tanto recientemente
por sentirme privado, que la tentación empeora como nunca.”
“Y esa
auto-compasión te da permiso para dejar la abstinencia en la que has estado
trabajando tan duro. ‘¡Oh, pobre de mí! Necesito un descanso. Voy a coger a
algún tipo y dar rienda suelta a mis fantasías.’ ” Continué, intentando ser
gentil: “¿Comprendes cómo la auto-compasión puede poner la base de tales
regresiones?”
“Todavía no tengo
amigos varones significativos,” dijo con voz quejumbrosa.
“Así que, de
hecho, te has colocado para esta soledad,” señalé. “Necesitas amigos, Steve.
Necesitas hombres. Tienes que dar pasos para que las cosas comiencen a
suceder.”
“Creo que sí.”
Suspiró y se encogió de hombros con tristeza. Steve podía ver que el privarse
de amistades masculinas íntimas le llevaba a la soledad, a la auto-compasión y
contactos sexuales compulsivos. Podía seguir
y seguir con descripciones de sus problemas de “pobre de mí” pero cuando
le asesoré sobre hacer algo, la conversación fracasó. Aunque solía estar de acuerdo con lo que decía,
sospechaba que mis palabras no estaban teniendo mucho impacto.
Steve podía hablar
de sí mismo en detalle sin fin y dramático –sus memorias, experiencias de vida,
ropa, los hombres que encontraba atractivos, las injusticias que había sufrido.
Sin embargo, me preguntaba si se estaba permitiendo moverse a un nivel más
profundo por lo que le decía.
Pocas semanas
después entró Steve y, aunque apenas pudo esperar para hablar, fue corriendo
hacia su silla. Describió un incidente en la infancia que hablaba de su deseo
frustrado de conectar con lo masculino.
Dijo de forma
excitada: “Recuerdo que en sexto grado iban a tener este evento de padre e hijo
patrocinado por el sistema escolar, para enseñar a los chicos sobre sexualidad.
Debía tener unos 12 años. Era un sábado y estaba emocionado. Se suponía que era
una película en un auditorio de la ciudad seguida de un debate. Mi madre empujó
a mi padre a que me llevase –no era fácil sacarle de delante del televisor.
Recuerdo que fuimos juntos en tren.
“Lo que tuvo de
especial este evento fue que uno de los presentadores era un profesor al que
apreciaba y admiraba. Creo que estaba enamorado de él.”
Steve parecía casi
avergonzado y continuó: “Estaba tan emocionado. Incluso le di importancia a
vestirme de forma seductora para la ocasión.” Una risa ligera.
“¿Qué quieres
decir con ‘vestido de forma seductora’?”
“Llevaba esos
pantalones cortos muy ajustados que me gustaban.” Reflexionó unos pocos
segundos y luego dijo: “Incluso entonces, me gustaba la ropa ajustada.”
Estaba sorprendido
de oír que un chico de 12 años pudiera pensar de forma tan coqueta.
Continuó: “Pero
cuando llegué allí, el que llevaba todo esto era una mujer, no mi profesor.
Ella era la principal y ¡era una mujer!”
Añadió con una
risa violenta: “Y una puta, también.” Continuó: “¡Y todo el mundo la odiaba!
¿Va a enseñar ella sexualidad masculina? ¿Aquí es el día del padre-hijo y va ella a dirigirnos? ¡Como que sí!”
“Y pensar -¡me
vestí así para ella!”
Los dos nos reímos
ante esta situación absurda. Steve continuó: “Fue horrible.”
Debajo de su humor
ultrajante podía sentir la decepción dolorosa por el chico que se había visto
privado de la oportunidad de tener una experiencia que necesitaba con varones,
de la masculinidad. De repente Steve se puso más serio. Dijo: “Realmente estaba
esperando la oportunidad de compartir algunas intimidades.”
Esas palabras –compartir algunas intimidades- captan
muy bien lo que el chico prehomosexual desea tan intensamente de los hombres.
“De todas formas,”
continuó Steve, “debatían la masturbación pero todavía no sabía lo que era. Así
que de vuelta a casa en el tren intenté hablar con mi padre de lo que habíamos
visto y me dio respuestas muy cortas. Le pregunté si la masturbación era mala
y-” se rió y movió sus brazos en el aire, -“mi padre me dio esta respuesta muy bizarra. Dijo: ‘Sí la masturbación
está mal, a no ser que lo hagas cuando estés casado.’ Aunque tenía 12 años
pensé: ‘¡Hombre, eso no tiene sentido! ¿De qué está hablando?’ No se podía dar
nada de compartir intimidades con este
hombre.”
Ahora Steve
parecía cansado. Suspirando, dijo: “Siempre estuve buscando estos hombres y
estas experiencias internas con ellos.”
“Y todavía puedes
encontrarlas,” le aseguré. “Vamos a ponerte en terapia de grupo. Creo que estás
preparado.”
Poner a Steve en
un grupo era importante porque no tomaba bastante iniciativa por su cuenta para
desarrollar un círculo de amigos varones. Sin embargo estaba preocupado de que
el grupo pusiera la tentación en su camino. Steve era atractivo, coqueto y particularmente
vulnerable.
El Padre John
era el que me preocupaba
particularmente. Seguramente el Padre John encontraría a Steve de su tipo –el
joven atractivo de buen ver que buscaba en sus fantasías porno. Esperaba que el
Padre John, veinte años mayor que Steve, resistiese cualquier tentación que
pudiese tener de llegar a ser más que el platónico buen padre que Steve siempre
había deseado. Su atracción simbólica sería un riesgo pero era hora de tomarlo.
Steve estaba ahora
en su tercer mes de tratamiento. Estaba haciendo bien en el grupo y los dos
estábamos animados. Decidí sacar a colación un problema en nuestras sesiones
individuales al que él había aludido anteriormente.
“Hace un par de
semanas,” le recordé, “dijiste que tenías un problema de mucho tiempo del que
deberíamos hablar. Alguna clase de problema sexual.”
“Oh, bien. Yo…”
Molesto y buscando palabras a tientas, alzó sus manos de exasperación.
“Afróntalo,” le
animé.
“Bien, como te he
dicho, odio mi trabajo. Todo el mundo me demanda tanto. ‘Steve, hazme esto’
‘Steve, hazme aquello.’ Llego a casa sin sentir energía para nada y lo único
que me da un poco de luz es pensar en pasar esto –este ciclo loco y
repetitivo.”
Se calló otra vez.
Dije gentilmente: “Háblame de este ciclo.”
“Bien, tengo este
fetiche de ciertas ropas vaqueras y de montar en ciertos tipos de coches y
camionetas.”
“¿Cómo cuáles?”
“Bien, voy por
estas compras en los que consigo toda esta ropa de estilo vaquero. Normalmente
me visto así,” dijo, señalando su camisa de Calvin Klein. “Conservador, ya
sabes, semi-colegial. Pero en un santiamén tengo que tener estas ropas vaqueras
–los vaqueros Levi, camisa y sombrero vaqueros, botas de piel de serpiente,
cosas así.” Hizo una pausa, añadiendo: “Puede que una chaqueta de ante marrón.”
“Todo me hace
sentir más masculino. Me imagino yendo a una cita con una chica vestido de esa
forma.”
“¿Y luego qué?”
Pregunté.
“Bien, me imagino
haciendo el amor con ella cuando tengo puesta esta ropa. Me masturbo y me
visto… A veces lo hago delante del espejo. Es un ciclo ridículo… enfermizo. No
lo entiendo.” Luego añadió: “No suelo comprar material del oeste de alta
calidad –No en el grado de llevarla a trabajar, por ejemplo- porque sé que no
mantendré la ropa después.”
“¿Por qué?”
“Porque si la
mantengo alrededor de la casa, sé que caeré otra vez en el ciclo. Si sé que
están ahí, entonces cuando esté triste o enfadado, utilizaré la ropa como una
salida. Y después me siento como una mierda.”
“¿Y qué haces con
la ropa?”
“Intento devolver
la cantidad que pueda o se la doy a los pobres, como si hiciese penitencia.”
Continuó: “Es
tiempo perdido. Tengo que ir a los grandes almacenes, comprar la ropa, esperar
la cola, ir a casa. Luego, después de tener un par de emociones, tengo que pasar
por la locura de quitármela de encima. A veces la llevo otra vez a la tienda e
intento devolverla. Entonces me siento un idiota volviendo al mismo vendedor.”
Una risa frustrada. “Todos ellos ya me deben reconocer.”
Se rió. “Estoy
contento de poder imaginarme haciendo el amor con una chica. Pero la parte
extraña es que tengo que tener esta ropa puesta y estar en un jeep o algo.”
Dijo seriamente: “Me siento tan pervertido y tan tonto.”
Oyendo esta
auto-deprecación, intervine: “Steve, si comprendes cómo y porqué te vino a
pasar esto, te auto-condenarás menos.”
Continuó, como si
no me oyese, “Una vez iba realmente por la autopista a Los Ángeles a alquilar
un Land Rover nuevo con toda esta ropa del oeste y sucedió en él.”
“‘¿Sucedió?’”
“Sí. Quiero decir
que me metía en las colinas y me masturbaba en él. O a veces cuando salgo de
excursión, encuentro un vehículo abandonado.”
“O. K. Vamos a
ver, ¿cuáles son tus asociaciones con la ropa y los coches del oeste?”
Steve me miró con
la mirada vacía.
“¿Símbolos
masculinos?” Sugerí.
“Seguro.”
“¿Algún recuerdo
en particular?”
De nuevo, pareció quedarse en blanco, como si nunca
hubiese considerado los orígenes de su conducta. “Recuerdo que cuando era niño,
el niño de la casa de al lado, Robbie, llevaba puesta ropa del oeste. Decía:
‘Oh, estos pantalones vaqueros frescos Levi, son realmente chulos, me flipan.’
Estaba realmente encendido por él. Robbie era el marca-tendencias de nuestro
vecindario.”
“¿Qué más dijo?”
“Bien, mencionó lo mucho que le gustaban las partes de
metal de los pantalones vaqueros.”
“¿Las partes de metal?”
“Sí, ya sabes, los remaches.”
“¿Los remaches?”
“Oh, sí. Intento conseguir los pantalones vaqueros
pero son difíciles de encontrar hoy. Copper se ha ido, ya sabes.”
Podía ver que sólo estábamos rasguñando la superficie
del mundo detallado de moda. Decidí dar
con la psicodinámica. Dije: “De alguna forma, creo que los comentarios
de Bobbie-“
“Robbie,” corrigió con firmeza.
“Gracias,” dije. “De alguna forma encontraste significativos
que los comentarios de Robbie sobre los pantalones vaqueros. Quédate con eso.”
“Siempre admiré a Robbie. Como decía, Robbie era
el marca-tendencias y realmente
envidiaba a su familia. Su padre era abogado y su madre era elegante.” Añadió
sabiamente: “No como mi familia, que estaba siempre gritando y peleando.”
“¿Cuántos años teníais tú y Bobbie en ese momento?”
“Robbie, Robbie.
Tenía 13 años y él tenía dos más -15.”
“¿Apreciabas a Robbie? ¿Le admirabas?”
“Oh, sí. Pero Robbie nunca –podrías decir que nunca
fue afirmativo conmigo. En efecto, no creo que le gustase. Su actitud era
‘Bien, no todo el mundo puede llegar a gustarme.’ Ya sabes.
“¿Crees que tus fetiches de oeste empezaron con
Robbie?”
“Podría ser. Pero a mi padre le encantaban también las
películas de oeste y las veía en la televisión todo el tiempo. Me sentaba con
él y veía a Lee Majors en ‘Big Valley’ y a Michael Landon en ‘Bonanza.’ Me
acuerdo de un sueño que tenía una y otra vez, de alguien que salía de una
camioneta vestido de vaquero, un hombre tipo macho.
“He estado pensando: ‘Dios mío, si me caso, ¿tendré
que llevar esta ropa vaquera a la cama para tener relaciones sexuales? Y si lo
hago, ella se preguntará: ‘¿Está teniendo un orgasmo conmigo o consigo mismo?’ ”
“Hmm. Bien, no nos preocupemos todavía por el
matrimonio,” le aseguré.
De repente dijo Steve en un tono desesperado: ¡No sé
cómo parar!”
El fetiche era la forma de Steve de compensar su
sentido de impotencia. Incapaz de mantener vínculos interpersonales, se
permitía con frecuencia ser utilizado por los demás. Esto había sido un
problema durante un largo tiempo en la oficina, donde era manipulado por su
jefe y sus compañeros. Externamente era el chico agradable, colaborador,
congenial, que nunca decía no al trabajo extra. Interiormente, Steve se llenaba
de ira que sólo podía expresar de forma indirecta. Su modelo era volver a casa
al final del día sintiéndose manipulado y agotado emocionalmente, utilizar
luego su fetiche del oeste para darse el sentimiento de poder que no podía
encontrar internamente.
Le expliqué: “La ropa del oeste es la armadura para
sostener tu poder masculino. Te sientes excitado sexualmente por tu imagen, por
lo que te conviertes en tu propio objeto sexual.”
“Sí,” dijo. “Siempre sentí que de alguna forma era
raro pero nunca comprendí lo que pasaba.”
“Lo que tienes que hacer es interiorizar los símbolos de masculinidad, poseerlos –no
objetivarlos. Tu masculinidad es una forma de imitación. Como el niño pequeño
que se pone la crema de afeitar de su padre o se prueba el sombrero de su
padre.”
“Creo que eso significa que todavía soy un niño
pequeño.,” dijo Steve, ruborizándose un poco.
“En ese sentido, sí. La imitación que haces es
inapropiada porque es un poco tarde, en el desarrollo. La energía erótica se ha
unido a esos símbolos masculinos. En este punto, en lo que estás metido se
llama fetiche.”
En las semanas siguientes, Steve comenzó a comprender
cómo Robbie representaba su propia identidad masculina no actualizada. Steve
estaba atrapado en una falsa identificación masculina que no consistía sino en
la imitación. Nunca se había identificado totalmente con Robbie (o la
masculinidad en general) y no había interiorizado nunca de forma genuina los
atributos masculinos.
La cuestión de por
qué Steve nunca se había identificado totalmente con los hombres no tiene
una simple respuesta; pero podemos sospechar que la indiferencia de su padre
era un factor clave. Evidentemente no encontró otros hombres afirmadores con
los que sentirse bastante seguro para compartir la identidad masculina. Su
amigo Robbie era atractivo pero le rechazaba.
Steve veía a Robbie como a su padre –distante, inalcanzable y, por
tanto, inidentificable.
Un fetiche tiene lugar cuando la energía sexual que
fluye libremente llega a unirse a un objeto particular. El fetiche de la ropa
del oeste conectaba simbólicamente con la masculinidad que deseaba. Los objetos
fetiches se eligen y se infunden con energía sexual debido a algún significado
personal poderoso.
Steve podía conseguir sólo la falsa identificación –es
decir, imitación –usando símbolos de
varones admirados. Mientras que la imitación ofrece la gratificación temporal,
nunca conduce a un cambio de identidad más profundo. Un cambio de identidad
real requeriría el contacto real con hombres reales, no sólo la apropiación de
símbolos masculinos.
Mientras conducía un jeep o llevaba ropa vaquera,
Steve sentía que se convertía en la imagen masculina del vaquero. Como era una
imagen, algo externo, se excitaba con ella. Uno no puede sexualizar lo que es
subjetivo –lo que se siente que está dentro y es una parte de uno mismo. Sólo
sexualizamos lo que no sentimos que somos.
Mientras progresaba, Steve comenzó a identificar todas
las emociones importantes que siempre precedía a su conducta compulsiva de
fetiche. Podía identificar los sentimientos de soledad, estrés y estar fuera de
control que calzaba el impulso fetiche. Por medio de la comprensión del
simbolismo de este fetiche y sabiendo cuando era más vulnerable a él, le quita
de mucho de su poder.
Un día, saltaba pareciendo particularmente alegre. “El
pasado fin de semana iba por la autopista de la Costa del Pacífico con un
hombre que sabe lo que me sucede. Mientras conducía, le dije: ‘Por primera vez
en años, estoy empezando a controlar mi sexualidad y mi peso.’” Hablaba muy
contento.
“¿Tu –peso?” Le pregunté.
“Sí. Toda mi vida he tenido un problema de dieta.”
“Pareces bastante apuesto,” le aseguré.
“Bien, tengo esta compulsión de comer demasiado en la
que a veces entro. Soy adicto a los Almond Joys.”
“A mí me gusta Mounds,” dejé escapar de forma
reflexiva.
“Oh,” dijo animado. “¡Te gusta el coco con el
chocolate negro!
Podía sentir que me estaba deteniendo en otra de las
digresiones detalladas de Steve. Rápidamente volví a orientar la conversación a
su progreso en la terapia.
Mientras Steve discutía su problema de dieta, se hizo
evidente que tenía un serio desorden con la comida, que incluía un ciclo de
juerga y purificación. Comida y sexo, las dos pasiones fundamentales fuera de control
en la vida de Steve, abusaba de ellas para aliviar la desesperación interior.
Mientras evaluábamos lo que se había realizado hasta
el momento, podíamos ver que Steve había ido bastante bien durante nuestras
veinte sesiones. Tenía menos necesidad de utilizar su fetiche del oeste. El y
el Padre John se habían hecho amigos y se veían fuera de la terapia.
Afortunadamente, el Padre John podía ver más allá del atractivo físico de Steve
y tenían una buena relación, que parecían estar curándose mutuamente. El Padre
John se convirtió en su mentor y pudo ayudar a Steve a permanecer alejado de su
compulsión del fetiche.
Luego durante dos o tres meses, el grupo vio que Steve
se estaba volviendo más callado. Un día, su silencio fue desafiado por Charlie.
Forzado a hablar al grupo, les dijo lo que estaba sucediendo.
Aclarando con nervios su garganta, Steve comenzó: “En
verdad he conseguido mucha fuerza de ustedes.” Miró alrededor a los demás.
“Pero durante los dos últimos meses – he estado sintiendo que necesito un
descanso.” Los miembros del grupo le miraron con expectación.
“Todavía tengo fe en esta terapia,” tartamudeó Steve.
Luego llegó al núcleo de la cuestión. “Pero no tengo
mucha fe en mí. En verdad… No creo que pueda llevarla a cabo.” Los hombres
intentaron razonar con él pero no le pudieron convencer de que permaneciese por
más tiempo.
Esa fue la sesión final de Steve.
Lo que había mantenido a Steve en la terapia durante
cinco meses era su gran necesidad de atención masculina sin división. La
terapia le ofreció la oportunidad de recibir las tres Aes de los hombres
-atención, afecto y aprobación. No estoy seguro de cuánto escuchó a lo que yo
había tenido que decirle. Bastante más realmente recibir lo que tenía que
ofrecer, creo que estaba disfrutando de su oportunidad de hablar y de ser
atendido.
Sin embargo, mientras Steve disfrutaba de la atención,
nunca confió verdaderamente en mí. Esta carencia de confianza se evidenció con
su lucha secreta con la bulimia, que había mantenido oculta hasta casi el final
de nuestras sesiones.
Un par de meses después, El Padre John se encontró con
Steve para almorzar. Steve le dijo que había vuelto al estilo de vida gay y que
había cambiado de idea –ya no creía en la idea de cualquier tipo de terapia de
cambio.
Oyendo el cambio de rumbo de Steve, sentí cierta
tristeza. Steve había conseguido alguna introspección en su conducta y
comprendía mejor ahora sus relaciones masculinas. Pero la gente elige sus
ideologías para satisfacer sus necesidades. Creo que últimamente volvió a la
ideología gay porque no podía satisfacer las demandas de la terapia reparativa.
Nunca pudo desarrollar la creencia apremiante de que podía cambiar. Cómo me
habría gustado encontrar una forma de comunicarle la convicción de que el
cambio era posible.
4. ARTÍCULO FUNDAMENTAL A LEER PARA
PROFUNDIZAR ESTE TEMA.
No hay.
5. PREGUNTAS A REFLEXIONAR, TRABAJAR Y RESPONDER EN EL CUADERNO DE TRABAJO EN TORNO A TODO LO LEÍDO:
a. Escribe las ideas fundamentales que has encontrado en este capítulo.
No hay.
5. PREGUNTAS A REFLEXIONAR, TRABAJAR Y RESPONDER EN EL CUADERNO DE TRABAJO EN TORNO A TODO LO LEÍDO:
a. Escribe las ideas fundamentales que has encontrado en este capítulo.
- El narcisismo es una inversión emocional aumentada en la propia imagen de uno. El narcisista se escuda contra la herida armándose con materialismo y las últimas modas y equipamientos, además de adoptar una preocupación extrema por todos los detalles de su cuerpo.
Este ensimismamiento se extiende más allá de su propio cuerpo para incluir una preocupación por la elección del coche, de su casa, su decoración interior y todos los demás detalles personales. Esta preocupación obsesiva por la imagen es el modo con el que el narcisista se protege de un sentido interno de vulnerabilidad.
La homosexualidad está relacionada tan a menudo con el narcisismo porque se pueden encontrar ambas condiciones a una relación dañina con los padres en la más temprana infancia. Ha habido una herida en el sentido más profundo del yo –una herida narcisista.
- La persona herida de forma narcisista se relaciona con los demás en los términos de si intensificarán su dolor o lo aliviarán. Los que no puedan aliviarlo, son devaluados. Esas relaciones no son yo-tú, sino yo-ello. En los hombres con orientación homosexual, esto se ve a veces en la búsqueda compulsiva de sexo anónimo.
- Un fetiche tiene lugar cuando la energía sexual que fluye libremente llega a unirse a un objeto particular. El fetiche homosexual conecta simbólicamente con la masculinidad que se desea. Los objetos fetiches se eligen y se infunden con energía sexual debido a algún significado personal poderoso.
- Los homosexuales pueden conseguir sólo la falsa identificación –es decir, imitación –usando símbolos de varones admirados. Mientras que la imitación ofrece la gratificación temporal, nunca conduce a un cambio de identidad más profundo. Un cambio de identidad real requeriría el contacto real con hombres reales, no sólo la apropiación de símbolos masculinos.
b. ¿Te consideras un hombre pasivo? ¿Por qué?
No, claro que no. Esa actitud me acompañó en otras épocas, fundamentalmente como consecuencia de la enfermedad que padecía.
Hace 2 años comencé mi entrenamiento en asertividad y me he convertido en una persona muy firme, decidida, valiente y con iniciativa, y esta no ha sido una tarea fácil, pues el TOC fue uno de los mayores obstáculos en el camino: me dificultó la adquisición de este conocimiento y el desarrollo de dicha habilidad.
Pero a pesar de eso, lo logré, a duras penas logré llegar muy lejos y seguiré avanzando hasta el infinito y más allá.
c. ¿Tienes algún fetiche? ¿A qué crees que se debe?
En este momento no me acompañan fetiches, pero la pornografía "especial" siempre fue mi mayor fetiche, fue algo que me llevó a convertirme en un coleccionista y a dilapidar una considerable suma de dinero.
6. PROPUESTA DE EJERCICIOS PRÁCTICOS A REALIZAR PARA LLEVARLO A LA VIDA COTIDIANA. ESCRIBE LAS CONCLUSIONES DE ESTOS EJERCICIOS EN TU CUADERNO.
a. ¿Qué has sentido al leer esta historia? ¿Como se relaciona esto con tu propia historia?
No, claro que no. Esa actitud me acompañó en otras épocas, fundamentalmente como consecuencia de la enfermedad que padecía.
Hace 2 años comencé mi entrenamiento en asertividad y me he convertido en una persona muy firme, decidida, valiente y con iniciativa, y esta no ha sido una tarea fácil, pues el TOC fue uno de los mayores obstáculos en el camino: me dificultó la adquisición de este conocimiento y el desarrollo de dicha habilidad.
Pero a pesar de eso, lo logré, a duras penas logré llegar muy lejos y seguiré avanzando hasta el infinito y más allá.
c. ¿Tienes algún fetiche? ¿A qué crees que se debe?
En este momento no me acompañan fetiches, pero la pornografía "especial" siempre fue mi mayor fetiche, fue algo que me llevó a convertirme en un coleccionista y a dilapidar una considerable suma de dinero.
6. PROPUESTA DE EJERCICIOS PRÁCTICOS A REALIZAR PARA LLEVARLO A LA VIDA COTIDIANA. ESCRIBE LAS CONCLUSIONES DE ESTOS EJERCICIOS EN TU CUADERNO.
a. ¿Qué has sentido al leer esta historia? ¿Como se relaciona esto con tu propia historia?
No me identifico en algo con Steve, su vida es
completamente ajena de la mía. La historia de este chico me parece muy
ilustrativa en el aspecto práctico de la dinámica emocional que acompaña a la
AMS caracterizada por la búsqueda de simbología masculina y la expresión de una
profunda pasividad, consecuencia de un amplio sentido de inadecuación personal y
baja autoestima.
Me llamó la atención su caso, pues refleja la pérdida de
motivación y esperanza, algo muy característico de la personalidad tipo
narcisista. La frase: "la gente elige sus ideologías para
satisfacer sus necesidades", me despierta cierta melancolía, pues varios
de mis primeros compañeros de terapia desertaron y volvieron al mundo gay, ojalá
algún día recapaciten y dejen de lado ese estilo de vida tan nocivo.
Comentarios
Publicar un comentario