Siempre hacia adelante




En esta entrada de mi viejo diario hago hincapié en la importancia de perseverar en el camino de la lucha pesar de los muchos tropiezos y de los enormes obstáculos que acompañan a la aventura de triunfar.  Recordaba con cierta nostalgia a Felipe, un viejo amigo y compañero de terapia que había desertado y con quien compartía mucho en común.  

Luego, reflexiones sobre las caídas y el espíritu de superación.  A pesar de todos los horrores de mi vida, siempre he mantenido la frente en alto y jamás he dejado de luchar.




Miércoles, 05 de septiembre de 2007



Continúo en mis procesos académicos terminando los preparativos para el esperado examen de este mes, no ha habido mayores novedades en mi vida ni cambios significativos en las directrices del tratamiento. Mi mejor amigo, el Señor H., se encuentra viviendo en otro país, me hace mucha falta, pero he logrado sobreponerme a dicho cambio.

Me ha ido muy bien en el manejo del TOC, he requerido mucha fuerza de voluntad para no ceder a los rituales y para mantener la calma. El TOC esta basado en el trastorno de personalidad obsesivo-compulsiva y en cuadros muy altos de ansiedad, es por eso que el TOC se encuentra catalogado dentro de los trastornos de ansiedad, ya que ésta es fundamentalmente el motor que le da vida y lo que favorece su desarrollo y prevalencia. Por ese motivo mis esfuerzos en la actualidad están orientados a reducir y erradicar la ansiedad, para este fin, me encuentro estudiando manuales sobre la curación de la ansiedad y aprendiendo las técnicas de relajación e inoculación del estrés.

Para resolver el trastorno de personalidad obsesivo-compulsiva es necesario sanar al niño interior, abatir los supuestos personales erróneos, cumplir las necesidades emocionales insatisfechas, atribuir correctamente la responsabilidad en los acontecimientos de la vida, normalizar el sentido moral y construir normas de vida basadas en el compartir, la apertura y las experiencias saludables formativas fundamentadas en la visión de la alegría de la infancia y la juventud.

Mi propósito es abarcar todos los aspectos paulatinamente…, solucionar muchos de esos conflictos facilitará y acortará la resolución de la AMS.


He dejado de lado el concepto de belleza que se maneja a nivel sociocultural basado en la apariencia física, siempre he pensado que es denigrante clasificar a las personas entre lindas y feas, pero ha sido muy difícil pensar de esa manera a causa de mis propias falencias y de la gran presión del ambiente. La belleza estará basada para mí únicamente en el aspecto interior de las personas. De ahora en adelante solo me fijaré en las perfecciones del alma: las virtudes, los nobles ideales, la coherencia con los propios valores y principios, el sentido moral elevado, el espíritu de solidaridad, el amor por los menos favorecidos y el temor de Dios. Una persona hermosa es aquella que respira amor por todos sus poros, y una persona fea es aquella que vive en la inmundicia de sus propias vergüenzas morales y que carece de amor hacia Dios, hacia su prójimo y hacia si misma.


Tuve una caída en la pornografía y la masturbación, fue producto del estrés que me causa el exceso de estudio y el aislamiento social. Se donde buscar nuevas amistades, pero la idea de tener que posponer esta tan importante tarea por otras prioridades me causa mucho malestar y desánimo, y por eso muchas veces descargo la ira y la frustración contra mi mismo haciendo cosas que luego voy a lamentar, es el típico masoquismo psíquico… pero como todo en la vida, ¡siempre se aprende algo a costa de un error!

Yo creo firmemente que las caídas son inevitables y necesarias en un proceso de crecimiento, pero uno no debe permitir que esas caídas se conviertan en algo que pase a cada rato, pues la vía del crecimiento lo debe llevar a uno necesariamente a mejorar cada día y a adquirir más habilidades y conocimiento para desenvolverse ampliamente en los diferentes trechos de ese camino de felicidad que se hace más exigente a cada paso que se da. 


Algo que no está permitido en este camino de superación son los retrocesos, pues dar marcha atrás solo hace que la distancia aumente y que se pierdan muchos de los logros que se han obtenido. Es muy falsa aquella creencia a pensar que los retrocesos voluntarios son formas de tomar nuevo impulso, pues el impulso solo se toma hacia delante mediante la aceleración de la marcha. Volverse atrás es una muestra de que se ha perdido el sentido, los ideales, la motivación, la valentía… y es más que todo el signo de que la pereza, el negativismo, las ilusiones, el hedonismo y la mentalidad del fracaso han arribado en la persona favoreciendo la búsqueda de los horizontes de muerte y autoengaño.

Cuando uno se cae no debe permanecer mucho tiempo en el suelo, tirado en el camino llorando y lamentando el suceso, es necesario levantarse de inmediato con la certeza de que la próxima vez se estará más atento al trayecto y que de esa experiencia que se ha tenido ya ha quedado una valiosa enseñanza. 

Cuando uno no es capaz de levantarse por si mismo, pues la caída ha sido muy fuerte y ya no se tiene la energía para ponerse en pie de nuevo, es necesario pedir ayuda con humildad, pues la gente que nos acompaña jamás nos abandona y siempre estará ahí para echarnos una mano, sin embargo, también nos mostrarán que es importante aprender a ser autónomos e independientes en muchas de las tareas de los distintos tramos del sendero. Las metas son una cosa muy personal, pero se encuentran edificadas por y en medio de una colectividad. 

El camino de la felicidad y del éxito no se puede recorrer en soledad, todos nos necesitamos, y es la combinación de la multitud de los talentos lo que garantiza el triunfo y le da valor agregado a la victoria, pues conquistar una meta significa alcanzar una cima por medio del esfuerzo personal y del apoyo de los demás; por lo tanto, la gloria también es un patrimonio de todos los que han participado en el proceso.


Esta semana he recordado con tristeza a los compañeros de camino que han desertado de esta terapia y del proceso general de resolución de los problemas más complejos de sus vidas. Solo Dios en su infinita misericordia podrá ayudarlos y colocarlos nuevamente en la senda del bien. Lamentablemente muchas personas no aprenden de los golpes que se dan en la vida… y necesariamente requieren de esa estrellada más demoledora para adquirir otra vez la conciencia de la realidad y la necesidad de buscar el cambio y la superación, aunque muchas veces las consecuencias del último golpe son tristemente irreversibles…

He aprendido que uno no debe preocuparse excesivamente por los demás…, conviene tener rectitud de intención y la apertura para compartir lo mejor de uno mismo…, pero si la solidaridad se convierte en una carga, un problema y en un motivo de confusión y retroceso dentro del propio proceso, entonces es mejor abandonar temporalmente la causa y poner a esa persona en las manos de Dios, pues él es el único que verdaderamente sabe cómo ayudar a alguien, y solo él conoce los mejores medios, ocasiones y personas que pueden aportar eficientemente en esa tarea solidaria.

Estoy consciente que en las cuestiones terapéuticas generalmente nadie ayuda a nadie, las personas aprenden a ayudarse a si mismas, con el apoyo de los demás.



¿Te sentiste como una persona diferente de las demás alguna vez?


Es un hecho obvio que toda persona que experimente sentimientos homoeróticos se sienta diferente. Mi problema de alienación respecto de los demás no se originó a causa de la AMS, pues no rechacé esta condición al principio ya que me proporcionaba un poco de bienestar emocional, tampoco la vi como una cosa trágica debido a que reforzó mi comportamiento de oposición ante la conducta convencional de los jóvenes.

El sentimiento de marginación nació a partir de las heridas sociales y de autoimagen, éstas produjeron baja autoestima la cual se manifestó en complejos de inferioridad y posteriormente en neurosis y trastornos de personalidad asociados. Todo mi problema de alienación viene desde la niñez, pero se consolidó principalmente en la adolescencia.

La AMS nunca fue la causa primordial para que me sintiera distinto de los demás. Lo que me hizo sentirme ajeno al entorno no fue mi carácter y temperamento sino mi posición cerrada, inflexible y suspicaz ante la actitud y las intenciones de los demás. No recuerdo muy bien todos los eventos del pasado, pero estoy casi seguro que mis compañeros adolescentes nunca me lastimaron, ni me hicieron burlas mortales, como tampoco recuerdo que me hayan criticado mordazmente, creo que no poseo heridas homoemocionales relacionadas directamente con mis pares.

Me parece que la causa de la alienación fue mi propia autoexclusión, yo me guarecí en un búnker de supuestos emocionales erróneos, pues en aquellos años pensaba que la gente nunca me aceptaría y querría verdaderamente debido a que carecía de valor a causa de la condición socioeconómica y la apariencia física.

Me convencí de que las personas me lastimarían si me acercaba demasiado a ellas y opté por crear mecanismos defensivos para protegerme de potenciales daños emocionales, de esa manera utilicé e incrementé las pequeñas diferencias de pensamiento y conducta para hacer que mis compañeros se apartaran de mí y no lograran conectar íntimamente conmigo.

Recuerdo que me esforcé por parecer lo más excéntrico y aburrido posible para conseguir que la gente me viese con prevención y rareza. Yo fui el que voluntariamente se alejó de las personas y el que no quiso consolidar verdaderas amistades, y a pesar de que interactué con grupos de muchachos que parecían dispuestos a aceptarme, yo siempre arruiné las cosas debido a mi resistencia a cambiar de actitud y pensar positivamente de los demás.

Mi deseo más profundo fue el hacer siempre lo contrario: sentirme parte de un grupo, disfrutar lo hermoso de la edad, conocer a las chicas, sentirme seguro y aceptado entre mis iguales, y pasarla bien; pero como estaba tan seguro de no encajar y de ser un cúmulo de vergüenza, pues no me atreví, y fortalecí aquel objetivo de autorepudio y exclusión.

Compensé la inferioridad y el malestar interior con la sobrevaloración de los aspectos de mi ser en los que me creía superior a los otros, y ya que me consideraba un ser más evolucionado… concluí que sería una tontería el mezclarme con “inferiores”.

En los años siguientes mantuve la misma política y permanecí totalmente cerrado a la verdadera intimidad emocional. Siempre fui firme en la decisión de no imitar lo negativo de los demás, pero mi moral sobreelevada probablemente distorsionaba esa percepción, y eso sin duda que contribuía a que pensara que eran deplorables muchos de los comportamientos de mis compañeros, cuando en realidad no lo eran. Aunque también es cierto que desde la infancia fui un poseedor de una capacidad de resiliencia muy alta.

Puede afirmarse a ciencia cierta que el problema de sentirme diferente de los demás fue mi mayor mecanismo defensivo contra las heridas emocionales, y por tratarse de una herramienta infantil muy particular para evitar sufrimientos mayores, llegó a forjar y reunir toda una serie de elementos que facilitaran ese proceso de enajenación y autoconvencimiento destructivo.

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