Mi historia social



Tengo que decir respecto a la historia personal que publiqué en 2006, que muchas de las cosas que escribí las hice tomando elementos desde una perspectiva psicológica de mi vida sin tener en cuenta el autismo, pues en ese año no sabía que tenía ese tipo de cerebro, por lo que todo lo que respecta al autismo no está evidenciado claramente en mis escritos.

Otro aspecto de mi redacción en esos tiempos, continúa siendo la fuerte influencia religiosa.

Algo que me ha caracterizado a lo largo de toda mi vida ha sido mi inquebrantable ESPÍRITU DE LUCHA, soy una persona que jamás se rinde, siempre positivo, y siempre dispuesto a pelear hasta el final y lograr lo que quiero, cueste lo que cueste.

Cuando era niño odiaba que me tocaran, y era bastante agresivo... estamos hablando de la edad de los 3 a los 6 años, recuerdo que me gustaba golpear a los otros niños, odiaba relacionarme con los demás, y viví mayormente aislado y en un mundo de ensueño.  Nunca se me ha dado bien el ser una persona sociable o el entender las motivaciones de los demás.

Mi historia social quedó en la parte de cuando volví de la comunidad religiosa en la que estuve haciendo experiencia vocacional.  Después de eso, inicié estudios superiores formales en una institución muy prestigiosa en mi país.

De mi época de universitario no hay mucho que rescatar, no llegué a tener los amigos que siempre quise, pero tuve muy buenas relaciones sociales, y me lleva excelente con todos mis compañeros, además había comenzado a aprender psicología y a estudiar formas de mejorar las relaciones sociales y ser más eficiente a la hora de entablar conversaciones o compartir el tiempo con otras personas.

En el ambiente laboral aplica el mismo principio que en mi vida de universitario: relaciones sociales positivas sin desarrollo de amistad profunda o ambiente de intimidad real.

Con los años aprendí a entender la comunicación no verbal, a leer gestos y emociones en las otras personas, también aprendí a captar los estados emocionales a través del tono de las palabras, me volví muy bueno en comprender las emociones y sentimientos de los demás... es falso que un autista no pueda conseguir esta habilidad, tal vez resulté realmente difícil para las personas autistas de bajo funcionamiento o con sindrome de Kahner, pero para las personas autistas de alto funcionamiento con síndrome de Asperger, esto no es una fantasía, sino que es algo que necesariamente se debe adquirir con paciencia y un arduo entrenamiento; lo que verdaderamente resulta más exigente es la proyección de emociones, por lo general yo mantengo un aire de alegría y de jocosidad porque eso resulta muy grato para los demás, porque de no hacer eso, que suena un poco a actuación, yo estaría todo el tiempo con expresión muy seria y carente de toda emoción, y los demás que notan esa actitud mantienen reservas o ponen distancia.

Mis emociones son muy básicas, es precisamente debido a ello, que no llego al nivel de los sentimientos, pero siempre he dicho que para ser humano no se necesita vivir atiborrado de sentimientos, sino lo que importa es entender la lógica de las cosas y las situaciones, y actual de la manera más sensata posible... tú no necesitas sentir el amor si sabes amar.

Siempre he querido tener amistad verdadera y permanente con otra persona sin llegar a ningún romance o aventura sexual continúa.  Las personas son complejas por sus emociones porque nunca van a mantener el mismo estado mental debido a esas distracciones químicas, por eso a menudo pueden cambiar drásticamente y virar en ángulos de hasta 360° tornándose irreconocibles... es debido a eso que mucha gente es capaz de traicionar y matar, o hacer cosas mucho peores.

Yo en cambio soy muy lineal, y soy fácil de predecir, mis decisiones y mi vida se basan en procesos lógicos en donde las emociones tienen mínima cabida, por eso es muy fácil entenderme, contrario a lo que la gente común piensa, que soy una mente compleja y superintrincada... es todo lo contrario, la poca permeabilidad emocional me hace más accesible que cualquier otra persona, y al no desarrollar sentimientos profundos son incapaz de odiar o hacer cosas horribles derivadas de ese sentimiento.

Sólo han existido dos personas en mi vida cuya compañía se ha acercado al concepto de amistad, pero nunca fueron amigos verdaderos.

Uno de ellos fue un compañero de colegio con el que tuve trato por 10 años, le revele mis secretos, todos en su totalidad con la idea de afianzar nuestra amistad, y él tuve una correspondencia recíproca en ese sentido, lo cual fue bastante positivo para los dos.  Al principio todo fue muy bueno, luchábamos por alcanzar nuestros sueños, y compartíamos sanamente nuestro tiempo, pero después el conoció gente malvada que lo cambió, y se convirtió en una persona desleal y oscura... entonces decidí salir de su vida, y me fui sin decir adiós, no había mucho que decir, y consideré que eso era lo mejor.  Han pasado 3 años desde ese día, a la fecha de hoy ignoro si sigue con vida, dónde está o qué ha sido de él.

El otro fue un muchacho joven que conocí el año pasado en un grupo de autoayuda, nos hicimos amigos y compartimos nuestra historia y muchos secretos personales con la idea de ayudarnos a superar las dificultades de nuestras respectivas vidas trabajando en equipo... pero las cosas salieron mal desde el principio... él fue poco honesto conmigo, se llenó de miedo, de una serie de prejuicios y una serie de ideas sin sentido que le obligaron a construir una muralla impenetrable alrededor de su vida, con lo que me forzó a replantear mi deseo de amistad con él, pero aún me mantuve a su lado desde la distancia apoyándole y con la esperanza que prontamente derrumbara esas murallas y me permitiera ofrecerle lo mejor de mí... lamentablemente ese día nunca llegó, y las oportunidades no son infinitas, en la amistad es necesaria la reciprocidad y jamás serán toleradas las actitudes de desprecio e indiferencia.

Al día de hoy no tengo ningún amigo o amigo en los términos de amistad verdadera, conozco mucha gente, pero prefiero no frecuentarles, ellos, en su mayoría solo viven para fiestas y borracheras todos los fines de semana, y sus vidas son un compendio de superficialidad y vacío existencial, no se conocen a si mismo y no saben verdaderamente amar o comprender a los demás.

Mantengo viva la esperanza de una amistad verdadera, ya no en los términos de la adolescencia, sino desde la perspectiva del hombre adulto que soy, pero sin renunciar jamás a la alegría de la juventud y la inocencia de la niñez.  Espero que en un futuro cercano mi noble anhelo se haga realidad, por lo que jamás dejaré de luchar para conseguirlo.



Sábado, 28 de octubre de 2006



Historia escolar, académica y social


Siempre he sido un hombre talentoso..., con una alta capacidad para el aprendizaje y la manipulación del conocimiento. Antes de ingresar a la escuela fui un niño que no salía de la casa, era poco sociable y solo convivía con adultos. Durante los primeros 4 años de la primaria fui un niño prácticamente normal: tuve amigos, participaba de sus juegos, era "sociable", me interesaban las cosas de los niños, formaba parte de un grupo, etc.* Me llevé bien con los compañeros de la escuela y me adapté a ese ambiente desde que comencé, no hablábamos mucho, nuestro vínculo se traducía exclusivamente a los juegos, las peleas y el deporte en general; fueron estos compañeros de escuela y los amiguitos del vecindario los que me enseñaron a jugar. 

En la parte académica me iba muy bien, sacaba buenas notas y los maestros me apreciaban, me gustaba aprender y complacer a mi mamá; siempre fui un niño adelantado en relación a los otros de mi edad en cuanto a los procesos de pensamiento y las actitudes para el aprendizaje. Mis mayores relaciones sociales durante mis 9 primeros años de vida fueron con los vecinos de mi barrio, niños de mi edad, compartí mucho de mi tiempo con* ellos y disfruté en grande su compañía, mucho más que con los de la escuela.* 

También gocé de la compañía de un casi primo 3 años mayor que yo, con quien luchaba y a quien siempre vencía porque a pesar de ser más alto era muy flaco y algo "mimadito", pero nos llevábamos bien.* Tuve trato muy estrecho con 2 niñas, en diferentes años, yo era poco caballeroso con ellas, pero me gustaba su compañía, porque me regalaban comida y casi siempre estaban solas en casa, y de esa manera todos los electrodomésticos y cosas interesantes estaban a nuestra entera disposición, además me llamaba la atención que a ellas les encantaba jugar con los niños. 

En estos años algo que me marcó muy fuerte fue el desarrollo de mi complejo de inferioridad social, situación que me ocasionaba vergüenza frente a los otros niños y niñas debido al hecho de no tener un padre, de tener ascendencia humilde, de no gozar de privilegios económicos, etc... 

Entre los 10-11 años existen recuerdos no muy claros y algo vagos sobre los aspectos que desencadenaron mi conducta de aquel año, tal vez se trata de alguna laguna mental; puede ser un abuso sexual o alguna experiencia horrorosa de otro tipo que originó mi reacción traumática...; últimamente he creído que la situación causal fue el distanciamiento de mi madre respecto a mí al hacerse compañera sentimental de aquel hombre  y posteriormente su embarazo, un típico complejo de edipo; creo que no resistí esa ruptura emocional ni los cambios drásticos que se estaban dando en aquel entonces.* 

En este último año de la primaria mi personalidad cambió por completo: me volví solitario, rebelde, mal estudiante, agresivo en el trato, antipático, desobediente, asocial..., y comencé a desarrollar prototipos de trastornos psiquiátricos: delirios de persecución, alucinaciones, ilusiones y el trastorno obsesivo-compulsivo; mi mamá y mis demás parientes se percataron de mi cambio y me llevaron donde una monja que creo era psicóloga y directora del plantel, no recuerdo que me dijo ni yo a ella, pero no mejoré, y fingí en lo que pude ser normal, como antes, para que no me molestaran más, pero continuaba mal; en ese año, me estaba preparando para la primera comunión, y aunque yo era un niño devoto, después de los primeros meses de ese año, me vinculé permanentemente a la iglesia y a una intensa vida de piadoso cristiano católico; Dios me "curó" gradualmente de mis problemas psíquicos, e igualmente me hice amigo de muchas personas mayores que me trataban como a un igual, entonces desarrollé un fuerte interés por la vida de los adultos. 

Finalmente logré terminar la primaria y pasar al bachillerato.  Al año siguiente inicié mi bachillerato y todos los conflictos psíquicos del año anterior desaparecieron por completo, no quedó rastro de nada serio; el cambio de ambiente y el comienzo de una nueva faceta de mi vida fue algo que me llenó de mucha alegría. 

A mis 12 años empezaron las vivencias de la secundaria, hice muchos amigos y mi rendimiento académico se incrementó de forma notoria. No tenía muchos amigos en el vecindario porque siempre nos mudábamos a otras áreas de ese mismo sector y porque mi principal círculo social lo conformaba la gente de la iglesia, de aquella parroquia, en especial los adultos con quienes empecé a identificarme por mi pensamiento y por las situaciones que se estaban originando en el interior de mi núcleo familiar; en este mismo año me desapegué defensivamente de mi madre y de las mujeres, el ambiente familiar era un caos y lo único que me mantenía estable emocionalmente era mi relación con Dios y con la iglesia. 

De los 12 a los 14 años todo fue muy similar: me convertí en un estudiante modelo, tenía amistad con mis compañeros varones, jugaba con ellos, incluso cosas de niñitos; fui el pacificador de la casa y el modelo católico infantil de la parroquia, pues me convertí en toda una leyenda dentro de aquella comunidad eclesial; fui sacristán, líder del grupo de monaguillos, maestro de ceremonias, catequista de niños, ministro extraordinario de la comunión, coordinador de la pastoral de los enfermos... en fin, un montón de títulos y cargos de inacabable mención. Toda la gente me estimaba por mi dedicación y mi piedad, todos los días estaba en el templo, organizaba la misa, rezaba el rosario y daba charlas catequéticas desde el ambón, y aunque tenía el aspecto de un niño, toda la gente se dirigía a mí con respeto; por mis pensamientos tan adultos y mi activa vida de voluntariado, todos los jóvenes mayores y los adultos me trataban como a un igual. 

Una parte de mi continuaba siendo infantil, pero la otra había madurado antes de tiempo, y después de los 13 suprimí mucho de esa personalidad adolescente para hacer frente a los conflictos familiares y a mis exigencias personales; en estos años poco me gustaba tratar a las mujeres, y con mis compañeras de estudio el trato fue bastante ocasional.* Después de los 13 años todos mis compañeros de estudio y amigos de mi edad comenzaron a denotar los cambios de la pubertad en sus cuerpos, y yo en cambio continuaba igual, pero en la cuestión del cerebro yo los aventajaba precozmente en cuanto al desarrollo psicologico, en varios aspectos; esas cosas no me afectaron en aquel entonces porque éramos buenos amigos y porque yo estaba muy feliz de mi relación con Dios y mi trabajo en la iglesia. 

A los 15 años hubo una fuerte recesión económica en el interior de mi familia y una ruptura de la misma; como consecuencia de todo aquello tuve que irme a vivir con una familia que me era totalmente desconocida, pero la señora de la casa era amiga de mi mamá. Ellos me recibieron amablemente y me compartieron sus vidas por largo tiempo, pero después de unos meses no todo fue tan agradable como al principio. Debido a que la residencia de esta gente se encontraba en otro sector de la ciudad, tuve que abandonar mi parroquia y despedirme de mi grupo de amigos, consejeros y sacerdotes; al principio los visitaba con regularidad e incluso intenté vincularme a mi nueva parroquia... pero las cosas no funcionaron, estaba experimentando mucha presión, tanto a nivel interno como externo; eran demasiados problemas para mí, pues a pesar de mi personalidad parentificada, aquellos retos eran demasiado grandes, incluso para alguien adulto que no contara con la presencia de un apoyo sólido eso era algo bastante complicado. 

En medio de la crisis económica, de las preocupaciones por la situación de mi mamá, de la pérdida de mi hogar, de la pérdida de mi parroquia, de la pérdida de mis viejos compañeros de clase (muchos en aquel año se habían retirado del colegio o estaban en otro grupo), de mi situación de advenedizo y de mi tardía pubertad y de todo lo que giró en torno a ello, mi fervor se entibió y mi fe comenzó a desvanecerse poco a poco, al igual que mi interés por una vida santa y equilibrada.* 

La decadencia de mi espíritu de oración y mi posterior apertura al pecado, derivadas de todos esos factores adversos y de la manifestación de las viejas heridas del pasado y de los traumas que se estaban creando en aquel momento por tanto lío emocional, hicieron que perdiera la fe y me sintiera solo, triste, abandonado, olvidado y rechazado; así que caí en un estado de confusión que me sumergió en un mundo infantil, en una vida de fantasía y neurosis; rechacé a Dios, a la gente y a todo aquello que me ocasionó y me ocasionaba sufrimiento, comencé a desarrollar un trastorno de personalidad. Me encerré en mi mismo, me cerré a buscar ayuda y todo mi panorama de la vida se volvió gris. 

Aunque me excluí defensivamente de toda la gente, hombres y mujeres, de mi propio cuerpo, de mi alma y de mi espíritu, continué mostrándome como un hombre normal ante los demás, sin dar a entender la situación que atravesaba, no estaba dispuesto a compartir mi dolor con nadie, y Dios solo existía como un viejo recuerdo de un pasado glorioso.* Anulé completamente mi personalidad adolescente, no quería sufrir por mi apariencia, ni quería que alguien se me acercara, me resistí a experimentar la alegría de la juventud, cosa que parecía notar en mis compañeros, yo no tenía motivo para sentirme feliz, ni mucho menos quería ser un "tonto" como aquellos chicos y chicas tan "bebés", sus vivencias para mí eran una tontería envidiable.* 

Todas estas cosas se recrudecieron cerca de los 16 años, no era un solitario, pero no tenía amigos íntimos ni quería tenerlos, mucha gente me trataba solo por formalidad o interés, otros querían entrar en mi mundo, pero yo no los dejaba, construí una muralla alrededor de mí para protegerme. Evadí la realidad centrándome exageradamente en los estudios, ví en esto una forma perfecta de vengarme de mis compañeros, de su entusiasmo juvenil.

Mi supuesta adultez degeneró en el más crudo infantilismo. Si en los años anteriores fui un alumno modelo, en estos últimos del bachillerato, me convertí en el mejor, el insuperable y el máximo perfeccionista, pero en el fondo me aburría estudiar tanto.

En este tiempo me hice amigo de un viejo compañero muy querido llamado J-M, y también inicié mi trato con el Señor H. que poseía una historia de vida muy parecida a la mía y una gran afinidad de pensamiento; algunas alegría llegaron a mi vida en aquellos tiempos, pero se esfumaron con rapidez.* En el último año del bachillerato solo me centré en estudiar. La situación de mi familia se estabilizó un poco, pero yo continué en el aire, con la sensación de no tener esperanza de un futuro dichoso.

Después del bachillerato, mis viejos compañeros de estudio se desaparecieron, mi amigo J-M se fue a vivir a España y me quedé solamente con el Señor H., en cuya compañía viví un tiempo, y con quien trabajé en varios planes de negocios; el dinero de las ganancias de aquellas empresas se usaría para el pago de deudas de mi familia y mías, pero las cosas salieron mal y las pocas ganancias fueron indebidamente utilizadas. No entré a la universidad al terminar el bachillerato, aprendí a defenderme con el inglés y me dediqué a contactar gente nativa de Estados Unidos, Canadá y el Reino Unido.* Mis amistades se limitaron al Señor H. y a esa gente virtual, aparte de un conocido de mi ciudad. 

Luego fui reconquistado por Dios e ingresé a una congregación religiosa y me volví aspirante para el sacerdocio y seminarista, inicié una nueva vida, hice grandes amigos y viví muchas cosas inolvidables. Este fue un periodo de gran maduración personal y de sanación de muchas de mis heridas.* Después tuve que posponer este hermoso camino vocacional y de santificación, por razones de mucho peso. 

Cuando abandoné el seminario y a la comunidad regresé al lado de mi madre y me dediqué a buscar formas lícitas de ganar dinero y de ser económicamente exitoso, no me fue bien, y con el poco dinero que gané perdí la cabeza por otro buen tiempo; mis amistades de aquel entonces fueron el Señor H. y una que otra persona vinculada a la iglesia. 

Después conocí gente de mi ciudad y a una comunidad online de autoayuda.* Actualmente trabajo en hacer muchas y buenas amistades.

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